lunes, 21 de marzo de 2011

La puntualidad, sinónimo de desarrollo


“Yo les aseguro que cuando lo hicieron con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo hicieron” (Mt 25, 40).
Hay un Código de Santidad, que, entre sus normas, estatuye: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo” (Lv 19, 2).
Esa es una norma de conducta más específica que los diez mandamientos (McKenna, Megan. La cuaresma, día a día).
Yo incluyo, en esa norma de conducta, la puntualidad; pero, ¿en qué consiste ésta? “Es la disciplina de estar a tiempo para cumplir nuestras obligaciones: una cita, una reunión de amigos, una reunión de trabajo, un trabajo pendiente por entregar”.
Nuestra palabra debe ser sinónimo de garantía para contar con nuestra presencia en el momento preciso y necesario (http://igtorres50.blogspot.com/2009/05/lapuntualidad.htm/).
La puntualidad es una norma de decencia, de respeto al prójimo y de amor a éste.
Ser impuntual es menosprecio para con el hermano. Todos merecen respeto y el tiempo del hermano se respeta.
Yo no conozco a un san impuntual. No creo que lo haya en el santoral.
La puntualidad es sinónimo de buenas relaciones sociales, económicas, culturales… de toda índole. Es sinónimo de desarrollo individual o personal o de desarrollo de pueblo.
Yo sostengo que un impuntual no es exitoso; ni se distingue; al contrario, no merece confianza.
Visite usted un país donde reine la puntualidad y comprobará que es desarrollado, ya sea, pequeño o grande. Pongo unos ejemplos, Israel, Alemania, Aruba, Costa Rica, Noruega, USA, por solo citar algunos. Y hay que ver como le hacen más agradable la vida al ciudadano.
Y es que podría asociarse la puntualidad con el orden y la transparencia. El cumplir la palabra, el horario, la obligación, también, lo es.
Antes en Venezuela algunas instituciones se caracterizaban por su puntualidad. Y fijaban una hora para celebrar un acto, y se cumplía al pie de la letra, ni un minuto antes ni un minuto después.
Quien quiera darse cuenta de lo que afirmo, observe… Y saque sus conclusiones. Vea, juzgue y actúe.
Hacen falta muchos ejemplos de puntualidad, que emanando principalmente de altas esferas, enseñen al pueblo a ser puntual.
Es tiempo de Cuaresma, de reflexión, de meditación, de mirarnos hacia dentro y de saber si fallamos en eso de la puntualidad. Hagamos penitencia por ser puntuales y viviremos mejor. Vale la pena hacerlo. Se los garantizo.

domingo, 13 de marzo de 2011

Los años dorados


“Es como árbol plantado junto al río, que da fruto a su tiempo y tiene su follaje siempre verde” (Sal 1).
Me encuentro con un amigo. Le pregunto ¿Qué es de tu vida? ¿Dónde estás? ¿Cómo te sientes? ¡Que alegría me da verte! ¿Qué estás haciendo?
Estoy bien, muy bien; por cierto, acabo de cumplir 65 años de edad. Toma mi número celular y anota mi correo electrónico. Le abrazo y procedo a escucharle con detenimiento.
¿Sabes lo que hago? Todos los días me levanto muy temprano e inicio el día dándole gracias a Dios, en nombre de Jesucristo y del Espíritu Santo, por darme un nuevo día, por lo que tengo y por lo que no tengo, por las enfermedades, por la situación económica… por todo. Sigue hablando; abrazo a mi esposa. Hago, al levantarme, la higiene personal, procedo a orar por mi familia, por mis amigos y por quienes no lo son, por Venezuela, por los hermanos en la fe, por la Iglesia, por los sacerdotes… Oro sin cesar, acogiendo lo que recomendaba Juan Pablo II. Rezo, hago la Liturgia de las Horas, leo, con la Biblia en manos, la Palabra diaria (el Pan Diario) y escribo en mi cuaderno de notas las meditaciones sobre la Liturgia de la Palabra. Le escucho sin interrupción.
Después de mi infaltable cafecito mañanero, tomo el desayuno. Luego, a través de mi celular, envío saludos de bendición de Dios, en mensajes de texto a muchas personas. Y en Internet, en Twitter, en Facebook…, evangelizo, conforme con tu recomendación.
Le aclaro que no es mía esa recomendación, sino de mi admirado y respetado Santo Papa, Benedicto XVI.
Mira, Rafito, yo tengo, como tú, un blog. Leo y escribo. Tú sabes que el otro día le escuché a Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, que el cristiano no sólo debe rezar, debe leer la Biblia y los periódicos diarios, para estar informado de la actualidad. Estás en lo cierto, mi apreciado hermano, el cristiano debe ser un buen ciudadano, con participación política, así no sea partidista. No basta rezar, hacen falta muchas cosas para conseguir la paz. Así es, me responde. Mira, Rafa, yo participo en varios grupos de la Iglesia. Participo en una pastoral. Estoy pendiente de los asuntos de la comunidad. Visito enfermos, ancianos, niños…, y tengo conversaciones bíblicas con jóvenes y ancianos. No dejo nunca de asistir a misa. Amo a la Iglesia. Nada es más precioso que ella. Nada es más lindo que estar consagrado a Dios y a amar a los demás. Atento a todo lo que decía… Mira, Inciarte, hago el rosario, escribo la Nota del Domingo para un destinatario especial y estudio en institutos de la Iglesia porque creo en lo que hago. Me preparo para ser un mejor cristiano católico que pueda servir y servir con calidad. Servir y no ser servido, como hizo Jesús.
Muy contento, se despide, dándome las gracias por haber tenido con él tan grata conversación. ¡Que gusto he tenido en verte! Le estás dando sentido a tu vida. Estás acumulando Años Dorados. Creo que superas, El Arte de Envejecer, de Anselm Grun.
Pensé en esas personas que, por no aprender a envejecer, acabaron con sus obras, y poco o nada, les importó familia, país, institución o empresa, por mantener a juro el rol protagónico del pasado o su ego inflamado. No se ubicaron… no se dieron cuenta que su follaje ya no era verde. No fueron capaces de irse, poco a poco, desprendiéndose…

lunes, 7 de marzo de 2011

El imperio del Derecho, garantía de justicia y paz


“Si queremos recuperar, por lo menos, una parte de nuestra humanidad, tiene que prevalecer el imperio del Derecho”. Morris West.
“Un sábado, Jesús atravesaba unos sembradíos, y sus discípulos cortaban espigas, las desgranaban en las manos y se comían el grano. Algunos fariseos les dijeron: ¿Por qué hacen lo que no está permitido hacer el día sábado?”.
Entre sus respuestas, una fue que el Hijo del Hombre es Señor y tiene autoridad sobre el sábado, y la otra, que el sábado es para hacer el bien y para salvar una vida, no para destruirla o para hacer el mal (Lc 6 y ss.).
Los fariseos procedían apegados a la ley, que estaba vigente, la ley del descanso o del Sabbat o descanso.
Jesús no vino a abolir la Torah. El vino a decirnos que la ley debe estar al servicio del hombre, de la vida suya dada por el Padre, de su libertad (Dios lo creó libre), de la justicia, del amor y la solidaridad. Que lo que esté en contra de esos principios y valores, no debe ser respetado por un cristiano, porque va en contra de la dignidad humana.
Las leyes deben estar en sintonía con la creación divina y con el derecho natural, con la fe y la razón. Deben ser sabias y pocas, porque así de esta manera, son más fáciles de acatar y de cumplir, y porque, además, se garantizan valores sociales, como la honestidad y la transparencia.
Un “contexto jurídico sólido” (Juan Pablo II), tanto en lo interno de los países (artículo 2 de la CRBV) como en el plano internacional, debe tener como características el respeto a la libertad, a la verdad y a la justicia, ésta más allá de su concepción clásica de dar a cada suyo lo que le corresponde, acogiendo la justicia social nacional e internacional.
La fuerza del Derecho debe ser la razón y no la fuerza de las armas.
El Derecho con las características prealudidas, es garantía de justicia y paz en el mundo, hoy más urgido que nunca de su imperio para salvación de toda la humanidad.