martes, 3 de diciembre de 2013

Mensaje de Navidad

El Mensaje de Jesús es luz en medio de las tinieblas, que ilumina con el esplendor de verdades celestiales un mundo obscurecido por trágicos errores, que infunde alegría exuberante, y confiado a una humanidad angustiada por profunda y amarga tristeza.
Mensaje que anuncia y proclama una consoladora realidad presente; la realidad de un mensaje vivo, y vivificante: la realidad de la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1, 9) y que no conoce ocaso. Es palabra de vida eterna, capaz de resolver los problemas más atormentadores, que no pueden ser resueltos con criterios o medios efímeros y puramente humanos.
La Iglesia no pretende tomar partido por una u otra forma particular y concreta con que los pueblos y Estados tienden a resolver los gigantescos problemas de orden interior y de colaboración internacional, siempre que respeten la ley divina… pero por otra parte la Iglesia no puede ser sorda ante el grito angustioso y filial de todas las clases de la humanidad… hacerles llegar todo el alivio y el socorro que esté a su alcance.
Las relaciones internacionales y el orden interno están íntimamente unidos, porque el equilibrio y la armonía entre las naciones dependen del equilibrio interno y de la madurez interior de cada uno de los Estados en el campo material, social e intelectual. Ni es posible realizar un sólido e imperturbable frente de paz en el exterior sin un frente de paz en el interior, que inspire confianza.
La convivencia social requiere de dos elementos primordiales: 1. La convivencia en el orden y 2. La convivencia en la tranquilidad.
En el ámbito del orden, el desconocer a la persona y a su propia vida, tarde o temprano, la doctrina que lo haga, seguirá un falso camino.
Las actividades, entre ellas, la económica, han de estar impregnadas y sancionadas por el pensamiento religioso. En armonía, en la que la diferencia funcional de los hombres consigue su derecho y tienen adecuada expresión; caso contrario, se deprime el trabajo y se rebaja el obrero.
Los legisladores han de abstenerse de seguir peligrosas teorías y prácticas, dañosas para la comunidad y para su cohesión. Por ejemplo, el positivismo jurídico, que atribuye una engañosa majestad a la promulgación de leyes puramente humanas y abren una funesta separación entre la ley y la moralidad; aquellas teorías que consideran al Estado o a la clase que lo representa como una entidad absoluta y suprema, exenta de control y de crítica, incluso cuando sus postulados desembocan y tropiezan en la abierta negación de valores esenciales de la conciencia humana y cristiana.
El derecho allana el camino al amor, el amor suaviza el derecho y lo sublima. Hace posible una fraterna convivencia. En cambio, el dominio de ideas materialistas, una sociedad apóstata de Dios, le presagia catástrofes.
Otro elemento fundamental de la paz, es la tranquilidad. Más para un cristiano consciente de su responsabilidad, aun para con el más pequeño de sus hermanos, no existen ni la tranquilidad indolente ni la huida, sino la lucha, el trabajo frente a toda inacción y deserción en la gran contienda espiritual, en la que está puesta en peligro la construcción, aun el alma misma de la sociedad futura.
Para todos: es vano agitarse, fatigarse y afanarse, sin apoyarse en Dios y en su luz eterna.
La esclavitud económica es inconciliable con los derechos de los obreros. Que esta esclavitud se derive del predominio del capital privado o del poder del Estado que lo domina todo y regula toda la vida pública y privada, el efecto no cambia. Esta falta de libertad puede tener consecuencias muy graves, como lo manifiesta la experiencia.
No lamentos, acción es la consigna de la hora, no lamentos de lo que es o fue, sino reconstrucción de lo que surgirá.
Que brille la estrella de Belén sobre toda la humanidad, con augurio de un porvenir mejor; que brille la estrella de Belén para que la dignidad y derechos de la persona humana sean respetados; que brille la estrella de Belén para que haya unidad social, en especial, en la familia; que brille la estrella de Belén para que sea respetada la dignidad del trabajo; que brille la estrella de Belén para que haya reintegración del ordenamiento jurídico, fundado en el supremo dominio de Dios y de una conciencia defendida de toda arbitrariedad humana; que brille la estrella de Belén para que exista una concepción del Estado según el espíritu cristiano.
Es un Mensaje de Navidad para todos los pueblos de la tierra. Es tomado del Radio Mensaje de Navidad de 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, del Papa Pío XII, de vigencia para el mundo de hoy.

lunes, 25 de noviembre de 2013

El bautizo de una nueva vida

Atendiendo una invitación, asistí al bautizo del libro “Aprender a Vivir con pasión y compasión”, cuyo autor es Antonio Pérez Esclarín, un nuevo hijo de este brillante educador y escritor.
El acto se celebró el sábado 23 de noviembre en el Colegio La Merced de esta Ciudad de Maracaibo, la tierra del sol amada.
Edificante fue la exposición del conferencista Pérez Esclarín y como es costumbre mía, tomé notas que voy a compartir con ustedes.
Romper cadenas. Hay que romper cadenas para ser mejores. Todos nacimos para ser águilas y no gallinas. Somos Hijos de Dios y, por tanto, seres maravillosos. Nada puede detenernos al volar.
Regalos. Cada día recibimos regalos. Debemos ser agradecidos y hacer lo mismo con todos. Son muchas las cosas que podemos regalar a los demás: una sonrisa, un abrazo, un saludo, buen trato, amabilidad… El autor al referirse a una nieta que tiene dijo: Es una fuente de primavera en el otoño de mi vida.
A diario debemos enumerar todo lo que recibimos y sentir la alegría correspondiente.
Recuperar la capacidad de asombro. De ver a Dios en todo.
Aprender a mirar con los ojos del corazón. La belleza está en el corazón. Es de día cuando estás conmigo; es de noche cuando te vas. De “Marianela”, novela de Benito Pérez Galdós.
Los cristianos católicos somos militantes de la esperanza. Que nada ni nadie nos quite la paz.
Venezuela es una Tierra de  Gracia. Ante sus bellezas, que la hacen país de ensueño, el conquistador le dio ese nombre: Tierra de Gracia. La descripción que hiciera Pérez Esclarín del país fue todo un bello poema.
El educador es el partero del alma. Ha de ver a un niño como lo que es, un tesoro. Verlo con el corazón. Enseñarle para qué es bueno. Esculpir corazones. No estar pensando sólo en la paga.
La vida no se nos ha dado construida. Decidimos qué hacer con ella: o para la cima o para el abismo.
Hay que hacer silencio para encontrarme. Para saber quién soy, cuáles son las cosas importantes. Saber que la vida es un proyecto y una misión. Hay que construirla. Hay que hacer la planificación de uno mismo. Sembrar vida. Sembrar sonrisa. Ser libres para amar y libres para servir.
El amor.
No hay hoy una palabra más manoseada que amor.
Cuando se ama se aprende a decir no y no por ello  dejamos de amar.
Hay incapacidad de amar. Amor no es sentimiento, es querer el bien para el otro o para la otra. Es una decisión que implica coraje, valor, voluntad. No hay que dejar que el amor muera de hambre. Es un manantial. Es detalle y es fuego. Es un permanente estar enamorado. Es buscar que el otro o la otra crezca. Que sea capaz de amar como el o ella ama.
No envanecerse con los títulos para mirar desde arriba a los demás. Formarse constantemente para ser sencillo y mirar hacia abajo. Servir al humilde. El amor se ejerce con servicio. “Dar hasta que duela”, vivir la vida como un regalo para los demás, y encontrar en el servicio la felicidad. Porque la puerta a la felicidad nunca la abre el rencor, la envidia, los celos, la violencia, la maldad. La abren la amabilidad, el esfuerzo, la honestidad, la solidaridad, el servicio, como nos lo recuerda Tagore:
Yo dormía
Y soñaba que la vida era alegría.
Desperté y comprendí que la vida era servicio.
Serví y encontré la alegría.
Contó que una pareja estuvo muchos años de casados y él le enviaba a ella un ramo de rosas rojas cada año. Murió y ese año, también recibió ese ramo. Ella llamó al florista reclamando. El le dijo que su esposo había dejado abierta una cuenta para que siguiera recibiendo ese ramo. Dejó una nota, muy bonita, donde decía que lo hacía por los años felices que vivieron juntos. Le deseaba que encontrara la felicidad, no obstante, lo difícil que fuera. Palabras más palabras menos, todas hermosas.
La fe es creer en Dios, pero es más difícil creerle a Dios.
Vivir sirviendo a los demás.  Jesús nos invita con el Padre Nuestro, que está compuesto de oraciones colectivas. Vivir la vida sirviendo al proyecto de Dios.  Yo voy donde tengo que ir; yo voy donde tengo que hacer; y la felicidad me sigue.
Dedícate a hacer felices a los demás.
La conferencia de este cristiano católico fue un Niágara de cosas bellas y eternas que nos hacen recordar que son más importantes que lo material, que es efímero. La vida no es para la superficialidad ni la trivialidad sino para lo trascendente. Que la vida tenga siempre sentido para amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, y a la libertad que nos permite soñar y despertar siempre con la esperanza puesta en un mundo mejor de humanidad, solidaridad, justicia y de paz.

martes, 19 de noviembre de 2013

La solemnidad en radio mensaje de Pío XII

Sólo Jesucristo puede convencer de que la verdadera salvación y felicidad duradera para los individuos como para los pueblos está en la verdad enseñada por Jesucristo (Radio Mensaje 2).
Con valentía, digna de encomio, el 1 de junio de 1941, el Papa Pío XII se dirigía al mundo para celebrar los 50 años de la encíclica Rerum Novarum. Y lo afirmo de esa manera, porque, en medio de la Segunda Guerra Mundial, había que tener valor para pronunciar ese mensaje, que se ocupaba, al igual que la Rerum Novarum y la Quadragésimo Anno, de León XIII y Pío XI, respectivamente, del llamado problema social y las causas que lo generaban.
La Solemnidad a la que se refiere es la de Pentecostés y el ámbito donde se pronuncia, es la plena guerra mundial con tres ejes o partes en conflicto: Roma-Tokio; Francia, Inglaterra, Rusia y luego Estados Unidos. Alemania, con Hitler a la cabeza, era el enemigo a vencer.
Decía, al inicio de su intervención, que “con verdadera complacencia nos servimos el día de hoy de medio tan maravilloso – la Radio – para llamar la atención del mundo católico sobre un acontecimiento digno de esculpirse con caracteres de oro en los fastos de la Iglesia, de la publicación de la encíclica social fundamental Rerum Novarum de León XIII, del 15 de mayo de 1891”.
Reafirmaba el deber y el derecho de la Iglesia en intervenir en el llamado problema social dado que el mismo tiene un conjunto de aspectos morales que no son ajenos al fin de la Iglesia por ser ella la portadora de la revelación divina.
Pío XII desarrolla una doctrina nueva al abordar el uso de los bienes materiales que, habiendo sido creados por Dios, deben estar distribuidos de tal forma que lleguen a todos los hombres, de acuerdo con la justicia y la caridad. La propiedad privada – que el Sumo Pontífice  reafirma – es un derecho sometido a ese derecho primordial y el Estado tiene el derecho y la obligación de intervenir para garantizar esa distribución para todos los hombres.
Afirmaba, con meridiana claridad, que la verdadera riqueza de los pueblos no está en la producción y posesión de la cantidad de bienes que poseen, sino que los mismos, muchos o pocos, estén distribuidos de tal forma que cumpla con el principio de que los bienes han sido creados por Dios para todos.
El trabajo viene a ser el medio para entrar en posesión y uso de los bienes materiales. El Estado ha de velar por el bien común, siempre que sus verdaderos protagonistas no realicen los fines que tiene el trabajo, para dignidad del trabajador, de su manutención y de su familia.
Los católicos desarrollan su obligación y derecho a intervenir en la construcción temporal y material de la sociedad humana.

Cuando en 1958, el Papa Pío XII falleciera, Golda Meir (Ministro de Asuntos Exteriores de Israel) dijo de él lo siguiente: “Compartimos el dolor de la humanidad… Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del Papa se elevó a favor de sus víctimas… Lloramos la muerte de un gran servidor de la paz”.

martes, 12 de noviembre de 2013

La Cristianización de toda actividad humana en Quadragesimo Anno

“No hay medio más eficaz para restablecer y vigorizar la paz que procurar la restauración del reinado de Jesucristo” Quas Primas.
El Papa Pío XI escribió muchas encíclicas. Creo que pasaron de treinta, siendo muy famosas, Quas Primas, con la que decretó el día de Cristo Rey, y la Quadragesimo Anno, que trata sobre la restauración del orden social y su perfeccionamiento en conformidad con el Evangelio de Jesucristo.
QA – como la denominaré en lo sucesivo – data del 15 de mayo de 1931, con ocasión de los cuarenta años de existencia de la Rerum Novarum, encíclica que publicara el Papa León XIII, antecesor de Pío XI. De allí su nombre en latín que llevado al español significa cuarenta años.
RN – así denominaré más adelante, la encíclica mencionada en segundo término  – vino a defender la situación de injusticia a la que era sometida una nueva clase social: el proletariado. Que sufría las consecuencias de un liberalismo puro aplicado en la economía y que desató la avaricia y la codicia de los empresarios, que devengaban fabulosas ganancias a costa del sufrimiento de niños, mujeres, ancianos y adultos en general que “trabajaban” más de dieciocho horas diarias. Reinaba el individualismo y sus consecuencias nefastas para con los trabajadores, que no eran considerados en su dignidad humana, sino esclavos. RN abordó el problema de los obreros sin pasar por el liberalismo ni por el socialismo.
Con QA se retoman las enseñanzas de León XIII acerca de la capacidad de la Iglesia de intervenir, de manera conciliadora, evitando la lucha de clases interminable, en la solución de los problemas económicos y sociales con oportunas líneas e indicaciones del Magisterio.
A RN la QA la califica de egregia y de carta magna en lo social. Se afirma que con RN nació la Doctrina Social de la Iglesia y el Moderno Derecho Laboral.
Ambas encíclicas podrían diferenciarse, en que, una, RN, abordó el problema obrero en lo social deviniente del capitalismo industrial. Y la QA aborda todo el orden social.
La QA es una encíclica que viene a ser una renovada condena al comunismo; critica éste, al igual que al capitalismo y el socialismo. Al católico no le es dable el ser socialista, lo afirma la encíclica.
El capitalismo salvaje es criticado porque niega el carácter social y público del derecho de propiedad y al igual que el comunismo pueden negar ese carácter de ese derecho. Ni el individualismo ni el colectivismo son buenos.
Ante los diversos males de la ambición y la codicia, de tristes consecuencias, el Papa Pío XI cree en los valores, las virtudes y la doctrina cristiana, poniendo en primer lugar, a Dios. QA viene a ser como una respuesta a la gran depresión de 1929, proponiendo un nuevo orden social y económico, basado en la subsidiariedad.
QA sostiene que a la libre concurrencia  sucede la dictadura económica, que es dominio tiránico ejercido por poderes económicos-financieros que teniendo en manos el dinero, señorean con el crédito, que no dejan respirar a los Estados, dominándolos e imponiéndoles soluciones en beneficio de sus intereses.
Dictadura de consecuencias funestas. Una, la destrucción de la libre concurrencia, porque se ha adueñado del mercado libre y, por consiguiente, al deseo de lucro, ha sucedido la desenfrenada ambición de poderío; la economía se ha hecho horrendamente dura, cruel, atroz.
Otras consecuencias, pueden ser apreciadas de una lectura detenida de la encíclica, que guardan estrecha relación con el llamado “imperialismo del dinero”, por el cual donde se halle éste, allí la patria.

QA habla del salario justo, de contrato de trabajo, de contrato de sociedad; de cómo fijar ese salario para la manutención del trabajador y de su familia; de cómo ese salario debe ser defendido ante los aumentos de precios; de las asociaciones de profesionales, empresarios y trabajadores, que salvado el principio de la función “subsidiaria” haga más firme la autoridad, la eficacia social, la prosperidad de la nación; y habla también del derecho de propiedad privada, que sea honesto, basado en el ejercicio, sin que sea verdadero que su no uso lo haga perecer.

lunes, 4 de noviembre de 2013

La Rerum Novarum respondió a su tiempo

“La concordia genera la hermosura y el orden de las cosas; por lo contrario, de una lucha perpetua necesariamente ha de surgir la confusión y la barbarie” (RN)
Los artesanos habían sido dejados a su suerte y había nacido una nueva era: La Revolución Industrial.
Los artesanos eran sustituidos por una nueva clase, el proletariado, que era vilmente explotada. “Trabajaban” niños, mujeres, ancianos y adultos, más de dieciocho horas al día. No había lugar para el descanso. Se afirma que, el liberalismo, actuaba a sus anchas. La voracidad, codicia, avaricia y usura de los empresarios era desbordada. No tenían compasión con sus semejantes y los trataban como esclavos; lejos quedaba el respeto a la dignidad humana. Era dantesca la cuestión social.
Obviamente, la Iglesia no podía callar ante esa cruda e in-humana realidad, que dio origen a brotes revolucionarios de hombres que, siendo arropados por el socialismo, caían en peores situaciones  laborales. Es, en ese momento, ante los signos de los tiempos, que es publicada la encíclica Rerum Novarum, por el papa León XIII: un viernes 15 de mayo de 1891. Se imponían  cosas nuevas, cambios políticos, que se fundaran en la justicia.
El Papa dejaba patente su apoyo a los trabajadores, pero afirmaba también su apoyo a la propiedad privada, planteando que, las  soluciones a esa grave situación social,  se lograba con la armonía, concordia, entre el estado, los patronos y los trabajadores. La Iglesia tendría un papel conciliador, como garante de la religión y la moral, entre esos sectores.
La Iglesia Católica estaba segura que la lucha basada en el odio contra los ricos, de acabar con la propiedad privada de los bienes, que estos sean comunes, llegaría a perjudicar a las propias clases obreras y a la violencia contra los legítimos poseedores de aquellos. Además, iría contra el derecho natural de poseer algo como propio e iría también contra la naturaleza de las cosas, en aras de una quimérica igualdad social.
No podía ser aceptada la intervención del estado, capaz de ir  a la intimidad de los hogares. Era un grave error, pernicioso, el ir contra la familia.
La Iglesia tenía que defender la libertad religiosa. Buscar que el hombre rescatara la fe en Dios e inculcarle que el cristianismo tiene una fuerza exuberante y maravillosa para lograr que patronos y trabajadores puedan darse un abrazo de amor fraterno, acorde con el ideal de derechos y deberes que enseña el Evangelio. ¿Si esta doctrina informara a la sociedad humana no se acabaría rápidamente toda contienda?
Con la encíclica nace el Moderno Derecho Laboral, el respeto a la existencia de un salario justo y suficiente, a la dignidad de los trabajadores. Se establecía la necesidad de derechos y deberes tanto para patronos como para trabajadores.
La Iglesia no se cansaría jamás de inculcar a todas las clases de la sociedad las máximas vitales del Evangelio; encender en todos, en grandes y humildes, la caridad, que es señora y reina de todas las virtudes; el más seguro antídoto contra el orgullo y el egoísmo del mundo. Porque la caridad es paciente, es benigna; no busca sus provechos; todo lo sufre; todo lo sobrelleva (1Cor 13, 4-7).

martes, 29 de octubre de 2013

A muchas personas no les gusta que venga el Apocalipsis

Leí el domingo pasado en ABC, periódico español, una entrevista que le hicieran a una dama de la societé de Madrid. Ella, Pitita Ridruejo, es católica y es inmensamente rica. Vive en un palacete de lujosos salones en el centro de Madrid.
Al otro día, lunes, me disponía a dictar una charla acerca del Apocalipsis y su mensaje, en la Iglesia San Onofre, y me puse a meditar qué había querido decir la elegantísima mujer, al sostener que, a muchas personas, no les gusta que venga un apocalipsis.
Indudablemente, se estaba refiriendo al último libro del Nuevo Testamento que, en mi criterio, es la epopeya de Jesús en contra de las causas que ayer y en el mundo actual, ocasionan el mal, expresado en corrupción, pobreza y hambre, y en guerras que conducen al abismo. Pitita, al hablar de Francisco, dijo: Que es un ser maravilloso. Hombre de cambios, preocupado por esos problemas que afectan a la humanidad actual.
Ayer, cuando se escribió el libro Apocalipsis, final del siglo I d.C., gemía la tierra ante hechos cósmicos e históricos que, en conjunto, actuaban en aras de un mundo y una tierra conforme con la Creación de Dios, expresada en el libro Génesis del Antiguo Testamento. Las fuerzas del mal, la bestia (Roma y su imperio) hacían de las suyas en contra de los cristianos que eran martirizados por unos emperadores que se creían dioses y obligaban a sus gobernados a que los trataran como tales. Obviamente, los cristianos no podían hacerlo, por amar a un solo Dios y a su Hijo amado, suscitando así persecuciones sangrientas. El autor del Apocalipsis (Juan) escribió desde Patmos, donde se encontraba desterrado, este libro de esperanza para levantar la fe de unos hermanos perseguidos cruelmente.
Eran fuerzas que oprimían con todo tipo de injusticia a la mayoría de los que conformaban el vasto territorio imperial. No podemos obviar los impuestos que eran explotadores. Los recaudadores de éstos eran rechazados.
Entendí, cabalmente, lo que expresó Pitita. Los poderes del presente no quieren que venga Jesús, para mantener la corrupción, la violencia, la pobreza, el hambre, las guerras, la falta de trabajo, la explotación infantil, la injusta distribución de la riqueza, la ancianidad abandonada, la inmigración de los pueblos, entre otras “lindeces”. Venir Jesús e imponer su reino, que es el de Dios, es un apocalipsis, para un renacer del hombre en paz, en amor, en justicia y en fraternidad. Es la victoria de Jesús sobre el dragón (Satán, que es la figura que representa el mal), la victoria para un nuevo mundo y una nueva tierra.
Ven Señor Jesús, ven pronto (Ap 22,s): Marana Tha, ¡Ya¡

Leamos el libro, que es hermoso, hagamos un esfuerzo para entender ese género literario apocalíptico, lleno de colores, números, signos y figuras, e interpretemos para comprender el mensaje de Dios, que le transmitió a Jesucristo, y que éste, a través de un ángel, comunicara a Juan para que lo escribiera pronto y llevara la esperanza a todas las generaciones, las de ayer y las de hoy, por un mundo de paz, pan y justicia. Por un mundo de servicio basado en el amor para con los demás.

lunes, 21 de octubre de 2013

Mi hermano, el Papa

Finalizo hoy, la síntesis que del libro de entrevista, hiciera, y que he compartido en mi página de Facebook.
Es una entrevista hecha a Georg Ratzinger, hermano de Benedicto XVI, hoy santo Papa emérito.
Francisco dijo, el 14 de marzo, en su primera misa, que sentía una gran gratitud y afecto por Benedicto XVI,  ya que “revigorizó la Iglesia con su fe, sus conocimientos y su humildad”.
Quien no se atrevía a atacar al querido y carismático Juan Pablo II, hacía de Ratzinger su “sombra”. “El Papa querría – se decía – pero Ratzinger no lo deja”. Semejante afirmación era el mayor de los disparates, como sabían siempre los que veían los hechos desde dentro. “Juan Pablo II era un polaco demasiado testarudo como para dejarse prescribir algo por alguien, dijo su colaborador – pero menos aun se hubiese atrevido Ratzinger a dictarle algo al Papa. Lo respetaba demasiado y se daba demasiado poca importancia a sí mismo como para eso”.
Ratzinger nunca fue un hombre de la política de las intrigas. Siempre evitó organizar un grupo de poder, nunca tuvo un clan propio, rechazó por principio las alianzas secretas de agrupaciones que se entienden a sí mismas como élites. Nunca le interesaron el poder, la carrera, la influencia. Su mundo eran los libros; su objetivo, el discernimiento de la verdad; el contenido de su vida, la fe. “Es un hombre de oración, uno de los pocos que merecen el predicado de “temeroso de Dios”, que celebran la misa realmente con unción: un verdadero sacerdote”.
Admirable Juan Pablo II, como con paciencia y serenidad soportaba su enfermedad… irradiaba  ánimo, también alegría y la confianza cierta de que estaría pronto junto al Padre del cielo.
Los jóvenes deben saber que lo cotidiano no da respuestas a sus preguntas ni sentido a su vida, que se necesita otra cosa, la fe.
“!No seguro que no!” El cónclave no elegirá nunca a un hombre de 78 años de edad.  Y fue electo, el segundo día del cónclave, el 19 de abril de 2005. Una vez más, como siempre en su vida, era otro el que lo llevaba adonde, en realidad, nunca había querido ir.
Dijo en su primera misa (20 de abril de 2005): “Me pareció ver sus ojos sonrientes (los de Juan Pablo II) y escuchar sus palabras, dirigidas particularmente a mí: ¡No tengas miedo!”
Llevar una Iglesia según la doctrina y el modelo de Cristo, que “mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro”.
Seguía al Señor, que dijo “sígueme”… “si te sigo, aunque me lleves adonde no quisiera… no te rechazo… Los caminos del Señor no son cómodos, pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes, para el bien”.
Vale la pena seguir la llamada del Señor. Un sacerdote recibe más de lo que da. “Dalo todo, recibe más”. Una caricatura de sacerdote es aquel que dice: “yo no me dejo quemar”.
Quien se torna en una bendición para los demás será recompensado mil veces más por el Señor. En este sentido es realmente ideal ser sacerdote y poder servir al Señor.
Joseph Ratzinger jamás fue ambicioso. Siempre fue consciente de su deber y llevó cada carga que se le ponía sobre sus espaldas lo mejor que pudo. Simplemente quería servir, quería ser, como dice su lema: “Colaborador de la verdad” y realizar bien ese servicio suyo.

Finalizo así, mi humilde y sincero homenaje a mi admirado santo Benedicto XVI. Termino así el trabajo que, voluntariamente, me impuse, al sintetizar el libro que, el Padre Angel Leonardo Villalobos Domínguez, con su humanidad y amabilidad permanentes, me prestara; libro de Michael Hesemann, que invito a leer, vale la pena hacerlo.

Acumular fe en Cristo

No debemos aislarnos, por el contrario, asistir a la Iglesia, pertenecer a grupos y dar de nosotros nuestros dones, expresados en bondad, amabilidad y respeto. Salir para ver y para que nos vean.
Debemos, además, compartir el pan con los demás. Ser ciudadanos del mundo y defender la dignidad de todos, empezando por la nuestra.
Una vida aislada produce enfermedad física y mental. Una en comunidad, en sociabilidad, en familia, bienestar verdadero y auténtico.
Tengamos fe en Dios, no obstante, nuestra falta de vigor o debilidades. No dudemos ni vacilemos. Sólo la fe logra nuestra justificación.
Pobres, aquellos, que sólo acumulan riquezas y luego se retiran a comer, a beber, a disfrutar y a todo tipo de placeres, de manera egoísta y avara. Son unos ¡insensatos! No saben que de pronto pueden perderlo todo.

Que distintos son los que acumulan bienes y aman a Dios, en nombre de su Hijo amado, hacen obras de caridad y son altruistas. Son personas positivas que hacen el bien.

lunes, 30 de septiembre de 2013

Francisco y sus actitudes ante los signos de los tiempos actuales

Antes de hablar del santo Papa, Francisco, destaco el poder de los medios de comunicación, de la profesión de comunicadores y de la tecnología de los mismos, que hace crear una imagen de la realidad, positiva o negativa. En el caso de Francisco, positiva, porque el hombre está respondiendo a los signos de estos tiempos que demandan una Iglesia abierta a éstos, y los medios están recogiendo fidedignamente lo que declara y hace el Sumo Pontífice.
Ya hay quienes hablan de “un Papa revolucionario”, que no se conforma con “cambios de forma dentro de la Iglesia católica, sino de fondo, pero ordenados y democráticos. Insta a un cambio de actitud de los pastores de retomar la calle” (Crespo, Juan Pablo. Un Papa revolucionario. Panorama 26/9/13).
Ya su liderazgo comienza a sentirse buscando en todos, que somos Iglesia, cambios de actitudes, que definidos, podría decirse que poder es servicio basado en el amor, asumiendo con talante austero, con grandeza y desinterés la misión que nos impone. La influencia que se tenga, del tipo que sea, política, económica o de cualquier naturaleza, ha de estar enmarcada en esa definición.
“Servir es amor hasta que duela” como nos los recuerda siempre la Madre Teresa de Calcuta. El Evangelio no sólo va dirigido al creyente, es también para el no creyente.
De espaldas a los signos de los tiempos están quienes ejercen el poder de manera no acorde con estas ideas. Hay que recalcarles que “poder es servicio. El poder sólo tiene sentido si está al servicio del bien común”.
Me ha parecido de suma actualidad lo que, recientemente dijera Francisco en la Isla de Cermeña, cuando afirmara que el sistema económico mundial nos conduce a una tragedia. Ya la miseria no es sólo de los llamados países del Tercer Mundo, la están sintiendo los llamados países desarrollados. Es dramático aquello del parado – desempleado – que le dijo al Papa que sin un trabajo no puede haber futuro y se tiene miedo. Ya existen quienes sostienen que se ha perdido hasta “el derecho de ser explotado” por la falta de empleos. Es dramático cuando Francisco afirma que en contra de los ancianos hay “una eutanasia escondida” porque ni se les da empleo, ni se les cuida ni se les toma en cuenta. Una sociedad que ignore a los ancianos no tiene futuro.
Tenemos que creer en Dios y creerle, en nombre de Jesucristo, y tener tiempo para el silencio reflexivo para que sea posible la escucha de la Palabra… ser hombre que guste del silencio… Silencio contemplativo, que le permita liberarse de la inflación de palabras que reducen y empobrecen su ministerio a un palabrerío hueco, como tantos que nos ofrece la sociedad actual, y es porque “toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia, así el hombre de Dios se encuentra en perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Tm 3, 14-17).
Francisco se encuentra preparado para toda obra buena, para impulsar cambios de actitudes, por ejemplo la de no ser “ricos epulones”, la de denunciar la injusticia y la globalización de la indiferencia, para amar, para no excluir a nadie por razones de ningún tipo, para comprender a todos, en especial, al que sufre. Con razón ya comienza a comparársele con Juan XXIII que, junto con Juan Pablo II, serán canonizados por él.

Recomiendo leer del P. Gustavo Nova Nova “El poder del amor como servicio”, título de un libro que es frase del Papa Francisco.

martes, 24 de septiembre de 2013

La corrupción en nuestro tiempo

Hacen falta muchos profetas en estos días de tanta corrupción, como el llamado profeta de la justicia social: Amós.
El denunciaba la corrupción que existía en el Reino del Norte de Palestina (Israel), que vivía en bonanza económica, de la siguiente manera: “Escuchen esto los que pisotean al pobre y quieren suprimir a los humildes de la tierra, diciendo: ¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado para dar salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso, falsificando balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano? Ha jurado Yahvé por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras!.
¿Y quiénes pisoteaban al pobre? ¿Quiénes los que querían suprimir de la tierra a los humildes? Los poderosos de esa época y ¿Quiénes eran esos poderosos? Los gobernantes y ricos.
¿Y en estos días quiénes son esos poderosos? Los mismos, que se han sumergido en la corrupción y tienen a los pueblos en el desespero, que han hecho empobrecer a muchos, que han llevado a la emigración a numerosos grupos humanos, que venden armas para guerrear o promover guerras, que matan niños, ancianos, mujeres, destruyen pueblos, que promueven la inflación de los precios, los que hoy tienen formas sofisticadas de esclavitud, de trabajos que alienan al hombre, que promueven y ejecutan todo tipo de ilícitos, entre ellos la prostitución, la venta de drogas, los que se roban los dineros públicos, en pocas palabras, los que han destruido al planeta y viven esclavizados al dios Mammon, al dinero fácil, a la riqueza injusta.
A mi me resulta desconcertante ver elogiar a corruptos y rechazar al hombre honrado, honesto, religioso, entregado a Dios, absurdos de la injusticia, como dirían los libros sapienciales del Antiguo Testamento. Yo elogio a hombres y mujeres que han hecho riquezas, que no tienen sus corazones aferrados a éstas, que la ponen al servicio de los demás y que viven apegados a la Palabra de Dios. Puedo poner ejemplos, si se me precisara el hacerlo. Son hombres y mujeres de sencillez y austeridad que merecen ser reconocidos, que han entendido que no se puede servir a Dios y al dinero a la vez.

lunes, 16 de septiembre de 2013

La intervención del Estado y la inflación

El tema es polémico porque unos quieren que no haya intervención del Estado en la economía y otros abogan porque el Estado tenga un rol protagónico en las actividades productivas.
Entre una y otra posición, hay radicalismos.
Los radicales liberales que defienden la libertad, el mercado libre y que éste esté sólo regulado por las leyes naturales. Se sitúan en esta postura autores como Quesnay, el autor del “laissez- faire, laissez- passer”, y Adan Smith, cuyo libro “La riqueza de las naciones”, es un clásico.
Los radicales del intervencionismo con Carlos Marx a la cabeza.
Entre una y otra postura están los de un mercado libre moderado, con poca intervención del Estado, expresada en pocos impuestos, pero dedicándose el Estado a la defensa nacional, la seguridad jurídica (Justicia) y construcción de obras públicas; y los que aceptan la intervención del Estado en la economía, con reglas claras y con la inversión privada. La Doctrina Social de la Iglesia, fundándose en el principio de subsidiaridad, que formulara Pío XI en 1931, amplía las funciones económicas del Estado, cuya acción “fomenta, estimula, ordena, suple y completa” toda la actividad económica (Mater et magistra, No. 53, encíclica de Juan XXIII).
Está comprobado que el excesivo intervencionismo estatal, si no es capaz de respetar las inversiones privadas, lleva a la inflación que consiste en poca oferta y más demanda, y en consecuencia, precios altos en bienes y servicios, amén los graves conflictos sociales que tal fenómeno económico trae como consecuencias. La estabilidad de precios de bienes y servicios conviene a empresarios y consumidores.
La economía es asunto delicado de mucho tino, prudencia, sabiduría política y científica por parte de los gobernantes para buscar que el inversionista tenga estímulos y el consumidor – los pueblos – tengan la mayor suma de felicidad posible en educación de calidad, salud de calidad, buena alimentación, muchas fuentes de empleos, dignos y bien remunerados, excelentes vías de comunicación, seguridad jurídica de bienes y de personas, entre otras cosas no menos importantes.

lunes, 9 de septiembre de 2013

La Paz en estos días

María, Reina de la Paz, ruega por nosotros, que recurrimos a vos.
Jesús estaba orando cuando de repente sus discípulos le interrumpieron para solicitarle que les enseñara a orar.
Jesús les da, para que aprendan, la oración del Padre nuestro, que es el resumen de la fe cristiana (Mt 6, 7-15).
Jesús oraba con fe profunda, poderosa, en silencio y en soledad, al conversar con el Padre y le confiaba todo a Él.
El Padre nuestro nos enseña el poder de la oración, a aceptar en todo la voluntad de Dios y a perdonar las ofensas proferidas y recibidas, y a través del perdón, reconciliarnos con el hermano.
¿Cuántas veces debemos perdonar? ¿Siete veces? Y el Maestro nos responde: Setenta veces siete: siempre (Mt 18, 21-22).
El perdón y la reconciliación constituyen la vía más segura para recuperar la paz perdida.
La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. Así está definida en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Hay que tener fe en los efectos del perdón.
La paz la logramos quienes creemos en Dios, en nombre de Jesucristo, y también la logran otros creyentes y no creyentes (personas de buena voluntad). Todos de las manos debemos defenderla. Es del interés de los hombres y mujeres, en estos momentos donde hay quienes van contra la vida, que no son capaces de celebrarla, en aras de bastardos intereses.
Una de las causas que mantienen la indignación de los pueblos es la injusta distribución de la riqueza que ocasiona profundas desigualdades sociales. La existencia de una economía que beneficia a pocos con exorbitantes ganancias y la falta de empleo tienen en jaque la paz mundial. Parece que los G20 están de acuerdo que hay que ir hacia una economía sana de justicia social.
Jesucristo se preocupaba por la integralidad del hombre, tanto en lo espiritual como en lo material. Alimentaba al hombre con el pan, expresado en las enseñanzas de la Palabra de Dios, con la sanación espiritual y corporal y con el pan material, que nadie pasara hambre.
En 1948, final de la segunda Guerra Mundial, dijeron en la ONU  ¡ya basta¡ y se reunieron más de cien países, que, aceptando la dignidad humana igual para todos los hombres, aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, acogida por no pocas constituciones en el mundo, entre ellas la vigente en Venezuela. Hicieron creer que no habrían más guerras, que se viviría por siempre en paz. Más tarde, la ONU, aprobó, el 21 de setiembre, Día Internacional de la Paz, para el cese de violencia en el planeta durante ese día; decisión del 30 de noviembre de 1981.
La Iglesia Católica nos da la paz todos los días en la Santa Eucaristía; pero siempre ha sido  preocupación suya, que la paz reine en el mundo. Juan XXIII abogó por ella en su famosa encíclica Pacem in Terris, de vigencia indudable, y Pablo Vi, instituyó el 1 de enero de cada año como Día Mundial de la Paz. Francisco, ante el grave conflicto en Siria, donde ya se han asesinado a miles de personas, incluyendo niños, y son millones los refugiados en países vecinos, ha fijado posición con oración y ayuno mundial por la paz en Siria y en el mundo, y también en el campo diplomático convocando a embajadores en El Vaticano para explicar su posición porque se resuelva ese conflicto por la vía pacífica y no por la intervención militar.

Pidamos a Dios en oración permanente porque haya paz en el mundo, que haya paz, pan y justicia para todos.

lunes, 2 de septiembre de 2013

La justicia en Las Sagradas Escrituras

Dios mío te pido que en el mundo haya paz, pan y justicia.
La justicia es necesaria para que haya orden en el mundo, tanto en lo individual como en lo colectivo.
Todas las relaciones necesitan de esa sabiduría que acompaña a la justicia. Así, debemos aceptar que la haya en las relaciones del gobernante con los gobernados, entre los países (relaciones internacionales), entre el empresario y sus trabajadores, con los inmigrantes,  que dejan sus países, en la mayoría de los casos, por la injusticia,  guerras, calamidades naturales, hambrunas, etc.
La estabilidad de esas relaciones la mantiene el hombre justo.
Justo,  justicia, recto, derecho, aparecen 35 veces en Job, 94 en Proverbios y 11 en Qohélet.
La salud y el bienestar los asocio a una conducta recta en lo moral.
Proverbios nos enseña que la práctica de la justicia y el derecho es algo más valioso que los sacrificios.
Salomón cuando asume el poder en sustitución de su padre, David, le pide a Dios una sola cosa: sabiduría para gobernar, para saber discernir entre el bien y el mal, entre lo bueno y lo recto de las difíciles situaciones que se le presentan al gobernante. Dios se la confirió. Léase el libro Reyes en sus primeros capítulos para que se aprecie el valor de la justicia (1 Re 3, 9-14). Salomón “poseía una sabiduría  sobrehumana para administrar justicia” (1 Re 3, 28).
Nadie, ni el más sabio, sabe precisar o discernir el por qué de las injusticias que se dan en contra de hombres buenos, rectos, sabios, que no tienen pan para vivir… ni el discreto, hacienda… (Ecl 9, 11.12).  No obstante, la conducta del justo produce bienestar y la del malvado desgracia para él mismo y para quienes le rodean.
“Guarda tus pasos cuando vas a la casa de Dios. Acercarse obediente vale más que el sacrificio de los necios, porque ellos no saben que hacen el mal. No te precipites a hablar, ni tu corazón se apresure a pronunciar una palabra ante Dios. Pues Dios está en el cielo, pero tú en la tierra. Sean por tanto, pocas tus palabras…” (Ecl 4. 17-5,4).
El sabio observa la administración de justicia y se da cuenta que “… en los tribunales legítimamente establecidos para impartir justicia suceden cosas que confunden: Todavía más he visto bajo el sol, en la sede del derecho, allí está la iniquidad; y en el sitial de la justicia, allí la impiedad” (Is 5, 7; cfr. 5, 23; 10, 1-2; Jr 22, 13- 19; Am 5, 7-12; Miq 3, 9-11)
Son los pobres los que siempre han salido perdiendo porque las autoridades solo velan por sus intereses y les oprimen.
Todo será sometido a la justicia divina, que  todo lo juzga, hasta lo oculto.  El malvado seguirá cometiendo fechorías pero para el sabio el absurdo es que habiendo leyes de convivencia sean pasadas por alto.
¿Qué propone el sabio Qohélet para adaptación positiva de las condiciones personales a la vida en contexto de colectividad?  Propone el justo medio (de la sabiduría griega antigua). “No quieras ser honesto en demasía, ni te vuelvas demasiado sabio” y por eso plantea algo poco convencional: “Bueno es agarrar esto sin dejar aquello de la mano, porque el temeroso de Dios de todo sale bien parado” (7, 8). Los excesos no traen cosa buena. Ni siquiera en sabiduría y ciencia. …algo excesivo cae bajo el juicio de lo absurdo: también eso es vanidad (cfr. 1, 12-18: cfr. 12. 13).
Hay que esforzarse, disfrutar y agradecer.
El sabio nos ayuda a reconocer los absurdos de la vida, a aprender  esa realidad. Pero nos impulsa a vivir como sabios, porque eso será mucho mejor que ser necio; nos impulsa a reflexionar para saber ubicarnos en medio de los absurdos de la vida; y nos propone saber someternos al orden establecido, pero el que Dios estableció, el que nos propone depender menos de los frutos del propio esfuerzo y más de los regalos que Dios mismo nos ofrece en medio de los afanes que nos encomienda.
Hay que ponerse en acción, transformar. Ni reflexión sin acción; ni acción sin reflexión.
Debo, en honor a la ética intelectual, dejar expresa constancia que estas notas están en su mayor parte inspiradas en el trabajo  “Me puse a considerar lo que se hace bajo el sol”, acerca de la justicia, del Padre Francisco Nieto Rentería, Doctor en Biblia. Profesor en el Area Bíblica de la Universidad Pontificia de México; trabajo que un hombre de  santidad me enviara vía correo electrónico. Se lo agradezco.

lunes, 29 de julio de 2013

La fe que nos ha traído Cristo

“Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas” (Jn 12, 46).
La fe brilla en nuestros corazones cuando en estos aparece una “chispa, que se convierte en una llama cada vez más ardiente” (Dante, en la Divina Comedia).
Es la fe en Jesucristo, Dios encarnado en la tierra, que es luz que irradia en toda la existencia del hombre.  Jesús es el verdadero sol “cuyos rasgos da la vida”, como lo afirma Clemente de Alejandría.
Creer es ver la gloria de Dios, con “una luz que ilumina todo el trayecto del camino, porque llega a nosotros desde Cristo resucitado, estrella de la mañana que no conoce ocaso” (Lumen Fidei 1).
La fe es más poderosa que la razón. No se opone a la “audacia del saber”. Ambas vienen de Dios.
La fe nos da seguridad y confianza, paz en el alma, felicidad y alegría.
Se equivoca Nietzche cuando afirma que la fe “es como un espejismo que  nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro”. Se equivoca el autor del “super hombre”, ya que la fe no es ilusoria. Es luz.
Se ha comprobado que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro; al final éste queda en la oscuridad y deja al ser humano con miedo a lo desconocido (LF , 2).
La fe nos ilumina y nos evita la confusión; la confusión que origina el no saber distinguir el bien del mal.
No en pocas oportunidades, lo que hace la razón es “dar vueltas y vueltas, sin una dirección fija”. En cambio, el carácter luminoso propio de la fe, lleva a la persona humana a sentirse protegida, amparada por Dios. Nada más grandioso que sentirse amado por Dios, con la auténtica y verdadera libertad que el Todopoderoso le ha dado desde la Creación.
La fe es una luz tan potente que, sin duda alguna, no “puede provenir de nosotros mismos”, viene, definitivamente, de Dios.
“La fe nace del encuentro con Dios vivo”. El, con su infinito amor, se revela al hombre y lo hace sentir, al aceptarlo, seguro, libre, sin miedo, capaz de navegar en un mar proceloso y no hundirse en él, en este mundo actual de tantas amenazas y dificultades, de gravísimos problemas, de, incluso, un sin sentido de la vida, sin fe, de tener a Dios apartado, de negación suya.
El verdadero Padre del hombre es Cristo y nuestra madre la fe en él.
Tengamos presente, que ese Don de Dios, que es la fe, tiene que ser alimentado y robustecido, para que siga iluminando el camino de todos, de la Iglesia que somos todos los católicos. Asumamos una vida de compromiso. Ella nos da el verdadero descanso, como lo afirma el santo papa Francisco.

sábado, 6 de julio de 2013

Primer contacto con Lumen Fidei

“No perdamos la esperanza”
Con fecha 29 de junio de 2013, día de los Apóstoles Pedro y Pablo, ha sido publicada la primera encíclica de Francisco, en el primer año de su pontificado.
Lumen Fidei, que es su nombre, que es luz de la fe, fue presentada, a casa llena, en El Vaticano, el 5 de julio reciente.
Pienso, que es continuidad de la carta Porta Fidei, que a motu propio, publicara Benedicto XVI, donde se declaró Año de la Fe, el espacio de tiempo comprendido entre octubre de 2012 y noviembre de 2013.
Ya en su presentación, se nos dijo, que tiene “mucho de Benedicto XVI y todo de papa Francisco” (Monseñor Marc Quellet).
En la encíclica se define qué es la Fe: “es lámpara que guía nuestros pasos en la noche  y la que nos basta para el camino”, que no nos separa o aparta de la realidad, “pero nos permite entender todo el significado más profundo, de descubrir cuando Dios nos ama y de este modo los oriente hacia sí mismo” (Mons Müller).
Lumen Fidei tiene la “fortuna” de haber sido escrita de la mano de dos pontífices, con el mensaje de Francisco y el magisterio de Benedicto XVI, en ambiente de unidad de fe.
La encíclica nos invita a los cristianos a salir del “yo” y el decidirnos por el “nosotros” de la Santísima Trinidad, conscientes como fieles de ser “miembros de una gran comunión”.
Francisco quiere proponer y lo indica así, el camino que ha de seguir la Iglesia para recuperar su misión en el mundo de hoy (Mons. Fisichella).
Tener fe en Dios es amor. A Él y al prójimo como a sí mismo.
Ya en Porta Fidei – la Puerta de la Fe – se recomendaba para la Nueva Evangelización o transmisión de la fe cristiana, como instrumentos válidos el Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica. Francisco ha recordado que el concilio fue “un concilio sobre la fe”.
La estructura de Lumen Fidei es la siguiente: Una introducción y cuatro capítulos.
En la introducción se hace referencia a la luz de la fe (1) ¿Luz ilusoria? (2-3). Una luz por descubrir.
El cap. I: Hemos creído en el amor. El cap II: si no creéis, no comprenderéis. El cap. III: Pablo dice: transmito lo que he recibido. Cap. IV: Dios prepara una ciudad para ellos, los que creen.
Bienaventurada la que ha creído (Lc 1, 45); bienaventurado el que ha creído.
No perdamos nunca la esperanza que nos viene de la fe en Jesucristo. Tengamos fe.

martes, 2 de julio de 2013

La actualidad de Gaudium et spes

Gaudium et Spes – gozos y esperanzas – es una de las constituciones que, el Concilio Vaticano II, aprobó.
En efecto, el día 7 de diciembre de 1965, el Papa Pablo VI, solemnemente, la promulgó. Le estampó el ejecútese.
Trata esta constitución pastoral, de la relación de la Iglesia con el mundo actual, siendo manifestación del aggiornamento pretendido por Juan XXIII.
Se hace necesario decir qué significa aggiornamento. Palabra en italiano que significa puesta al día. Poner la Iglesia al día fue la intención del Papa Juan XXIII.
Nadie debería poner en duda la vigencia de esta constitución.
Por vigencia se entiende lo que está en uso y tiene validez en un momento determinado. Es sinónimo de actualidad, valor y vigor.
El mundo de hoy, podría afirmarse que planetariamente (No creo que sea solo en el mundo occidental) está sumido en falta de ética, que se refleja en todas las actividades humanas. En la política y en la economía es donde más se palpa.
En la vida económico-social debe respetarse la dignidad de la persona humana, porque el hombre es autor, centro y fin de esa vida. ¿Se respeta?
Muchedumbres carecen de lo estrictamente necesario para vivir ¿Puede negarse?, “el lujo pulula junto a la miseria”.
La paz mundial difícilmente puede alcanzarse con una realidad de gravísimos desequilibrios económicos y sociales. Es la causa preponderante de los conflictos que sacuden al planeta. Aquí en nuestras narices veamos lo que sucede. Se habla, incluso, de la primavera latinoamericana a raíz de lo que sucede en Brasil.
Yo no creo en una economía donde no se satisfagan las necesidades materiales del hombre, porque la finalidad debe ser, servir a la persona humana de manera integral.
Nada más injusto que la inseguridad que produce la estrechez económica.  Nada más contrario a la equidad que el individuo no pueda ganar el pan para su sustento y el de su familia.
Al católico le es un deber político fijar posición, denunciar que es un pecado grave impedirle al hombre  tener un trabajo digno, de salario justo, que le permita lograr su dignidad y la de su familia.

La Iglesia tiene que estar acompañando al hombre en sus necesidades espirituales y materiales. Su puesta al día pasa por ese acompañamiento. Pienso que Francisco camina en esa ruta.

miércoles, 26 de junio de 2013

Jesucristo, el gran comunicador

“… si no tengo caridad soy como bronce que suena o como címbalo que retiñe” (1 Co 13, 1)
Nadie puede negar que estamos en un mundo de cambios asombrosos, que producen una vasta transformación. De una sociedad mundial que tiene a la humanidad en dudas, inseguridad, incertidumbre, nerviosismo, porque la información llega a borbollones al instante, cuando los hechos están ocurriendo. Verbigracia, lo de Brasil, antes lo de Turquía, es impactante.
Quiero dejar plasmado, que es obvio, que haya hoy hombres y mujeres sin bienestar espiritual y si lo tiene en lo material, este no es de todos.
La falta de bienestar espiritual se expresa en una profunda crisis de fe, de alejamiento de Dios e incluso de su negación. Han surgido – surgen cada día más – sectas, “religiones” a la carta, o dicho de otra manera, es la increencia lo que domina.
Son millones las personas que andan en búsqueda de sentido a la vida. A veces dudo que sea verdad, cuando ocurre lo que sucede donde no hay respeto por la vida, donde crece el delito con todo tipo de crueldad, de irrespeto a la dignidad de la persona humana, porque qué otra cosa puede ser el secuestro, el tráfico de personas para fines de esclavitud sexual, el aborto.
¿Consecuencias del vacío espiritual? ¿Consecuencias de la falta de amor a Dios?
Se habla de modelos y ¡de repente! los pueblos se levantan violentamente alegando empobrecimiento, y denunciando la corrupción cada día mayor, la falta de buenos servicios, de empleos dignos, de seguridad social. El crecimiento económico no llega a todos.
Francisco ha dicho que el creciente desempleo mundial se manifiesta en pecado contra la posibilidad del hombre de ganar el pan para su sustento y el de su familia. Ha denunciado, sin decir expresamente al denunciado o denunciados, que el despilfarro de la comida es un robo que se le hace a los pobres y ha ido más allá, sosteniendo, que se produce comida para todos pero la codicia, de intereses financieros internacionales, no permite acabar con el hambre.
Ante esta realidad, los cristianos debemos ir por el mundo a evangelizar (Mc 16, 15), a llevar la Buena Nueva, a denunciar, sin miedo, el pecado. A anunciar a Cristo como el único salvador de la humanidad. El que cree en Él vivirá por siempre.
La nueva evangelización de la fe cristiana implica comunicar.
Está en el tapete el cómo hacerlo, como en su momento histórico hiciera Jesús que, fue tal su infinita imaginación, que alimentó sus parábolas con los elementos pastoriles de una comunidad campesina, logrando con ellas enseñar a sus discípulos. Por esta razón afirmo a los cuatro vientos que Jesucristo es el gran comunicador de todos los tiempos.
Nosotros, los hombres y mujeres católicos de la actualidad, debemos imitar a Cristo y con mucha creatividad, imaginación a raudales, adecuar la cultura actual al Evangelio. Inculturizar con éste, llevarlo a las raíces de un mundo lleno de secularismo, sincretismo y relativismo, penetrar los corazones de las personas que sufren de vacío espiritual.
Responder a la cultura digital con sus avances tecnológicos maravillosos, usando las redes sociales para que se conviertan en redes capaces de pescar a pecadores. Transmitir digitalmente la Palabra de Dios.
La Iglesia siempre ha sido experta en creatividad de imágenes y signos, en música, y lo seguirá siendo.
Todo lo antes expuesto, hay que hacerlo con autenticidad, sin perder de vista la capacidad de la Palabra de Dios de tocar los corazones más que al esfuerzo nuestro. Elías reconoció la voz de Dios “en el susurro de una brisa suave” (1 Re 19, 11 – 12).

Son guías de estas notas, el Mensaje de Benedicto XVI para la 47 Jornada Mundial de la Comunicación Social que, con el título de Redes Sociales: Portales de verdad y de fe; nuevos espacios para la evangelización, produjera el santo Papa emérito recientemente.