Antes de hablar del santo Papa, Francisco, destaco el poder
de los medios de comunicación, de la profesión de comunicadores y de la
tecnología de los mismos, que hace crear una imagen de la realidad, positiva o
negativa. En el caso de Francisco, positiva, porque el hombre está respondiendo
a los signos de estos tiempos que demandan una Iglesia abierta a éstos, y los
medios están recogiendo fidedignamente lo que declara y hace el Sumo Pontífice.
Ya hay quienes hablan de “un Papa revolucionario”, que no se
conforma con “cambios de forma dentro de la Iglesia católica, sino de fondo,
pero ordenados y democráticos. Insta a un cambio de actitud de los pastores de
retomar la calle” (Crespo, Juan Pablo. Un Papa revolucionario. Panorama 26/9/13).
Ya su liderazgo comienza a sentirse buscando en todos, que
somos Iglesia, cambios de actitudes, que definidos, podría decirse que poder es
servicio basado en el amor, asumiendo con talante austero, con grandeza y desinterés
la misión que nos impone. La influencia que se tenga, del tipo que sea, política,
económica o de cualquier naturaleza, ha de estar enmarcada en esa definición.
“Servir es amor hasta que duela” como nos los recuerda
siempre la Madre Teresa de Calcuta. El Evangelio no sólo va dirigido al
creyente, es también para el no creyente.
De espaldas a los signos de los tiempos están quienes ejercen
el poder de manera no acorde con estas ideas. Hay que recalcarles que “poder es
servicio. El poder sólo tiene sentido si está al servicio del bien común”.
Me ha parecido de suma actualidad lo que, recientemente
dijera Francisco en la Isla de Cermeña, cuando afirmara que el sistema
económico mundial nos conduce a una tragedia. Ya la miseria no es sólo de los
llamados países del Tercer Mundo, la están sintiendo los llamados países
desarrollados. Es dramático aquello del parado – desempleado – que le dijo al
Papa que sin un trabajo no puede haber futuro y se tiene miedo. Ya existen
quienes sostienen que se ha perdido hasta “el derecho de ser explotado” por la
falta de empleos. Es dramático cuando Francisco afirma que en contra de los
ancianos hay “una eutanasia escondida” porque ni se les da empleo, ni se les
cuida ni se les toma en cuenta. Una sociedad que ignore a los ancianos no tiene
futuro.
Tenemos que creer en Dios y creerle, en nombre de Jesucristo,
y tener tiempo para el silencio reflexivo para que sea posible la escucha de la
Palabra… ser hombre que guste del silencio… Silencio contemplativo, que le
permita liberarse de la inflación de palabras que reducen y empobrecen su
ministerio a un palabrerío hueco, como tantos que nos ofrece la sociedad
actual, y es porque “toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar,
para argüir, para corregir y para educar en la justicia, así el hombre de Dios
se encuentra en perfecto y preparado para toda obra buena” (2 Tm 3, 14-17).
Francisco se encuentra preparado para toda obra buena, para
impulsar cambios de actitudes, por ejemplo la de no ser “ricos epulones”, la de
denunciar la injusticia y la globalización de la indiferencia, para amar, para
no excluir a nadie por razones de ningún tipo, para comprender a todos, en
especial, al que sufre. Con razón ya comienza a comparársele con Juan XXIII
que, junto con Juan Pablo II, serán canonizados por él.
Recomiendo leer del P. Gustavo Nova Nova “El poder del amor
como servicio”, título de un libro que es frase del Papa Francisco.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo