Finalizo hoy, la síntesis que del libro de entrevista,
hiciera, y que he compartido en mi página de Facebook.
Es una entrevista hecha a Georg Ratzinger, hermano de
Benedicto XVI, hoy santo Papa emérito.
Francisco dijo, el 14 de marzo, en su primera misa, que
sentía una gran gratitud y afecto por Benedicto XVI, ya que “revigorizó la Iglesia con su fe, sus
conocimientos y su humildad”.
Quien no se atrevía a atacar al querido y carismático Juan
Pablo II, hacía de Ratzinger su “sombra”. “El Papa querría – se decía – pero
Ratzinger no lo deja”. Semejante afirmación era el mayor de los disparates,
como sabían siempre los que veían los hechos desde dentro. “Juan Pablo II era
un polaco demasiado testarudo como para dejarse prescribir algo por alguien,
dijo su colaborador – pero menos aun se hubiese atrevido Ratzinger a dictarle
algo al Papa. Lo respetaba demasiado y se daba demasiado poca importancia a sí
mismo como para eso”.
Ratzinger nunca fue un hombre de la política de las intrigas.
Siempre evitó organizar un grupo de poder, nunca tuvo un clan propio, rechazó
por principio las alianzas secretas de agrupaciones que se entienden a sí
mismas como élites. Nunca le interesaron el poder, la carrera, la influencia.
Su mundo eran los libros; su objetivo, el discernimiento de la verdad; el
contenido de su vida, la fe. “Es un hombre de oración, uno de los pocos que
merecen el predicado de “temeroso de Dios”, que celebran la misa realmente con
unción: un verdadero sacerdote”.
Admirable Juan Pablo II, como con paciencia y serenidad
soportaba su enfermedad… irradiaba
ánimo, también alegría y la confianza cierta de que estaría pronto junto
al Padre del cielo.
Los jóvenes deben saber que lo cotidiano no da respuestas a
sus preguntas ni sentido a su vida, que se necesita otra cosa, la fe.
“!No seguro que no!” El cónclave no elegirá nunca a un hombre
de 78 años de edad. Y fue electo, el
segundo día del cónclave, el 19 de abril de 2005. Una vez más, como siempre en
su vida, era otro el que lo llevaba adonde, en realidad, nunca había querido
ir.
Dijo en su primera misa (20 de abril de 2005): “Me pareció
ver sus ojos sonrientes (los de Juan Pablo II) y escuchar sus palabras, dirigidas
particularmente a mí: ¡No tengas miedo!”
Llevar una Iglesia según la doctrina y el modelo de Cristo,
que “mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro”.
Seguía al Señor, que dijo “sígueme”… “si te sigo, aunque me
lleves adonde no quisiera… no te rechazo… Los caminos del Señor no son cómodos,
pero tampoco hemos sido creados para la comodidad, sino para cosas grandes,
para el bien”.
Vale la pena seguir la llamada del Señor. Un sacerdote recibe
más de lo que da. “Dalo todo, recibe más”. Una caricatura de sacerdote es aquel
que dice: “yo no me dejo quemar”.
Quien se torna en una bendición para los demás será
recompensado mil veces más por el Señor. En este sentido es realmente ideal ser
sacerdote y poder servir al Señor.
Joseph Ratzinger jamás fue ambicioso. Siempre fue consciente
de su deber y llevó cada carga que se le ponía sobre sus espaldas lo mejor que
pudo. Simplemente quería servir, quería ser, como dice su lema: “Colaborador de
la verdad” y realizar bien ese servicio suyo.
Finalizo así, mi humilde y sincero homenaje a mi admirado
santo Benedicto XVI. Termino así el trabajo que, voluntariamente, me impuse, al
sintetizar el libro que, el Padre Angel Leonardo Villalobos Domínguez, con su
humanidad y amabilidad permanentes, me prestara; libro de Michael Hesemann, que
invito a leer, vale la pena hacerlo.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo