lunes, 9 de septiembre de 2013

La Paz en estos días

María, Reina de la Paz, ruega por nosotros, que recurrimos a vos.
Jesús estaba orando cuando de repente sus discípulos le interrumpieron para solicitarle que les enseñara a orar.
Jesús les da, para que aprendan, la oración del Padre nuestro, que es el resumen de la fe cristiana (Mt 6, 7-15).
Jesús oraba con fe profunda, poderosa, en silencio y en soledad, al conversar con el Padre y le confiaba todo a Él.
El Padre nuestro nos enseña el poder de la oración, a aceptar en todo la voluntad de Dios y a perdonar las ofensas proferidas y recibidas, y a través del perdón, reconciliarnos con el hermano.
¿Cuántas veces debemos perdonar? ¿Siete veces? Y el Maestro nos responde: Setenta veces siete: siempre (Mt 18, 21-22).
El perdón y la reconciliación constituyen la vía más segura para recuperar la paz perdida.
La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que no se ve. Así está definida en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Hay que tener fe en los efectos del perdón.
La paz la logramos quienes creemos en Dios, en nombre de Jesucristo, y también la logran otros creyentes y no creyentes (personas de buena voluntad). Todos de las manos debemos defenderla. Es del interés de los hombres y mujeres, en estos momentos donde hay quienes van contra la vida, que no son capaces de celebrarla, en aras de bastardos intereses.
Una de las causas que mantienen la indignación de los pueblos es la injusta distribución de la riqueza que ocasiona profundas desigualdades sociales. La existencia de una economía que beneficia a pocos con exorbitantes ganancias y la falta de empleo tienen en jaque la paz mundial. Parece que los G20 están de acuerdo que hay que ir hacia una economía sana de justicia social.
Jesucristo se preocupaba por la integralidad del hombre, tanto en lo espiritual como en lo material. Alimentaba al hombre con el pan, expresado en las enseñanzas de la Palabra de Dios, con la sanación espiritual y corporal y con el pan material, que nadie pasara hambre.
En 1948, final de la segunda Guerra Mundial, dijeron en la ONU  ¡ya basta¡ y se reunieron más de cien países, que, aceptando la dignidad humana igual para todos los hombres, aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, acogida por no pocas constituciones en el mundo, entre ellas la vigente en Venezuela. Hicieron creer que no habrían más guerras, que se viviría por siempre en paz. Más tarde, la ONU, aprobó, el 21 de setiembre, Día Internacional de la Paz, para el cese de violencia en el planeta durante ese día; decisión del 30 de noviembre de 1981.
La Iglesia Católica nos da la paz todos los días en la Santa Eucaristía; pero siempre ha sido  preocupación suya, que la paz reine en el mundo. Juan XXIII abogó por ella en su famosa encíclica Pacem in Terris, de vigencia indudable, y Pablo Vi, instituyó el 1 de enero de cada año como Día Mundial de la Paz. Francisco, ante el grave conflicto en Siria, donde ya se han asesinado a miles de personas, incluyendo niños, y son millones los refugiados en países vecinos, ha fijado posición con oración y ayuno mundial por la paz en Siria y en el mundo, y también en el campo diplomático convocando a embajadores en El Vaticano para explicar su posición porque se resuelva ese conflicto por la vía pacífica y no por la intervención militar.

Pidamos a Dios en oración permanente porque haya paz en el mundo, que haya paz, pan y justicia para todos.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo