María, Reina de la Paz, ruega por nosotros, que recurrimos a
vos.
Jesús estaba orando cuando de repente sus discípulos le
interrumpieron para solicitarle que les enseñara a orar.
Jesús les da, para que aprendan, la oración del Padre
nuestro, que es el resumen de la fe cristiana (Mt 6, 7-15).
Jesús oraba con fe profunda, poderosa, en silencio y en
soledad, al conversar con el Padre y le confiaba todo a Él.
El Padre nuestro nos enseña el poder de la oración, a aceptar
en todo la voluntad de Dios y a perdonar las ofensas proferidas y recibidas, y a
través del perdón, reconciliarnos con el hermano.
¿Cuántas veces debemos perdonar? ¿Siete veces? Y el Maestro
nos responde: Setenta veces siete: siempre (Mt 18, 21-22).
El perdón y la reconciliación constituyen la vía más segura
para recuperar la paz perdida.
La fe es la garantía de lo que se espera, la prueba de lo que
no se ve. Así está definida en el capítulo 11 de la carta a los Hebreos. Hay
que tener fe en los efectos del perdón.
La paz la logramos quienes creemos en Dios, en nombre de
Jesucristo, y también la logran otros creyentes y no creyentes (personas de
buena voluntad). Todos de las manos debemos defenderla. Es del interés de los
hombres y mujeres, en estos momentos donde hay quienes van contra la vida, que
no son capaces de celebrarla, en aras de bastardos intereses.
Una de las causas que mantienen la indignación de los pueblos
es la injusta distribución de la riqueza que ocasiona profundas desigualdades
sociales. La existencia de una economía que beneficia a pocos con exorbitantes
ganancias y la falta de empleo tienen en jaque la paz mundial. Parece que los
G20 están de acuerdo que hay que ir hacia una economía sana de justicia social.
Jesucristo se preocupaba por la integralidad del hombre,
tanto en lo espiritual como en lo material. Alimentaba al hombre con el pan,
expresado en las enseñanzas de la Palabra de Dios, con la sanación espiritual y
corporal y con el pan material, que nadie pasara hambre.
En 1948, final de la segunda Guerra Mundial, dijeron en la
ONU ¡ya basta¡ y se reunieron más de
cien países, que, aceptando la dignidad humana igual para todos los hombres,
aprobaron la Declaración Universal de los Derechos Humanos, acogida por no
pocas constituciones en el mundo, entre ellas la vigente en Venezuela. Hicieron
creer que no habrían más guerras, que se viviría por siempre en paz. Más tarde,
la ONU, aprobó, el 21 de setiembre, Día Internacional de la Paz, para el cese
de violencia en el planeta durante ese día; decisión del 30 de noviembre de
1981.
La Iglesia Católica nos da la paz todos los días en la Santa
Eucaristía; pero siempre ha sido preocupación
suya, que la paz reine en el mundo. Juan XXIII abogó por ella en su famosa
encíclica Pacem in Terris, de vigencia indudable, y Pablo Vi, instituyó el 1 de
enero de cada año como Día Mundial de la Paz. Francisco, ante el grave
conflicto en Siria, donde ya se han asesinado a miles de personas, incluyendo
niños, y son millones los refugiados en países vecinos, ha fijado posición con
oración y ayuno mundial por la paz en Siria y en el mundo, y también en el
campo diplomático convocando a embajadores en El Vaticano para explicar su
posición porque se resuelva ese conflicto por la vía pacífica y no por la
intervención militar.
Pidamos a Dios en oración permanente porque haya paz en el
mundo, que haya paz, pan y justicia para todos.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo