Sólo Jesucristo puede convencer de que la verdadera salvación
y felicidad duradera para los individuos como para los pueblos está en la verdad
enseñada por Jesucristo (Radio Mensaje 2).
Con valentía, digna de encomio, el 1 de junio de 1941, el
Papa Pío XII se dirigía al mundo para celebrar los 50 años de la encíclica
Rerum Novarum. Y lo afirmo de esa manera, porque, en medio de la Segunda Guerra
Mundial, había que tener valor para pronunciar ese mensaje, que se ocupaba, al
igual que la Rerum Novarum y la Quadragésimo Anno, de León XIII y Pío XI,
respectivamente, del llamado problema social y las causas que lo generaban.
La Solemnidad a la que se refiere es la de Pentecostés y el
ámbito donde se pronuncia, es la plena guerra mundial con tres ejes o partes en
conflicto: Roma-Tokio; Francia, Inglaterra, Rusia y luego Estados Unidos.
Alemania, con Hitler a la cabeza, era el enemigo a vencer.
Decía, al inicio de su intervención, que “con verdadera
complacencia nos servimos el día de hoy de medio tan maravilloso – la Radio –
para llamar la atención del mundo católico sobre un acontecimiento digno de
esculpirse con caracteres de oro en los fastos de la Iglesia, de la publicación
de la encíclica social fundamental Rerum Novarum de León XIII, del 15 de mayo
de 1891”.
Reafirmaba el deber y el derecho de la Iglesia en intervenir
en el llamado problema social dado que el mismo tiene un conjunto de aspectos
morales que no son ajenos al fin de la Iglesia por ser ella la portadora de la
revelación divina.
Pío XII desarrolla una doctrina nueva al abordar el uso de
los bienes materiales que, habiendo sido creados por Dios, deben estar
distribuidos de tal forma que lleguen a todos los hombres, de acuerdo con la
justicia y la caridad. La propiedad privada – que el Sumo Pontífice reafirma – es un derecho sometido a ese
derecho primordial y el Estado tiene el derecho y la obligación de intervenir
para garantizar esa distribución para todos los hombres.
Afirmaba, con meridiana claridad, que la verdadera riqueza de
los pueblos no está en la producción y posesión de la cantidad de bienes que
poseen, sino que los mismos, muchos o pocos, estén distribuidos de tal forma
que cumpla con el principio de que los bienes han sido creados por Dios para
todos.
El trabajo viene a ser el medio para entrar en posesión y uso
de los bienes materiales. El Estado ha de velar por el bien común, siempre que
sus verdaderos protagonistas no realicen los fines que tiene el trabajo, para
dignidad del trabajador, de su manutención y de su familia.
Los católicos desarrollan su obligación y derecho a
intervenir en la construcción temporal y material de la sociedad humana.
Cuando en 1958, el Papa Pío XII falleciera, Golda Meir (Ministro
de Asuntos Exteriores de Israel) dijo de él lo siguiente: “Compartimos el dolor
de la humanidad… Cuando el terrible martirio se abatió sobre nuestro pueblo, la
voz del Papa se elevó a favor de sus víctimas… Lloramos la muerte de un gran
servidor de la paz”.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo