Hacen falta muchos profetas en estos días de tanta
corrupción, como el llamado profeta de la justicia social: Amós.
El denunciaba la corrupción que existía en el Reino del Norte
de Palestina (Israel), que vivía en bonanza económica, de la siguiente manera: “Escuchen
esto los que pisotean al pobre y quieren suprimir a los humildes de la tierra,
diciendo: ¿Cuándo pasará el novilunio para poder vender el grano, y el sábado
para dar salida al trigo, para achicar la medida y aumentar el peso,
falsificando balanzas de fraude, para comprar por dinero a los débiles y al
pobre por un par de sandalias, para vender hasta el salvado del grano? Ha
jurado Yahvé por el orgullo de Jacob: ¡Jamás he de olvidar todas sus obras!.
¿Y quiénes pisoteaban al pobre? ¿Quiénes los que querían
suprimir de la tierra a los humildes? Los poderosos de esa época y ¿Quiénes
eran esos poderosos? Los gobernantes y ricos.
¿Y en estos días quiénes son esos poderosos? Los mismos, que
se han sumergido en la corrupción y tienen a los pueblos en el desespero, que
han hecho empobrecer a muchos, que han llevado a la emigración a numerosos
grupos humanos, que venden armas para guerrear o promover guerras, que matan
niños, ancianos, mujeres, destruyen pueblos, que promueven la inflación de los
precios, los que hoy tienen formas sofisticadas de esclavitud, de trabajos que
alienan al hombre, que promueven y ejecutan todo tipo de ilícitos, entre ellos
la prostitución, la venta de drogas, los que se roban los dineros públicos, en
pocas palabras, los que han destruido al planeta y viven esclavizados al dios
Mammon, al dinero fácil, a la riqueza injusta.
A mi me resulta desconcertante ver elogiar a
corruptos y rechazar al hombre honrado, honesto, religioso, entregado a Dios,
absurdos de la injusticia, como dirían los libros sapienciales del Antiguo
Testamento. Yo elogio a hombres y mujeres que han hecho riquezas, que no tienen
sus corazones aferrados a éstas, que la ponen al servicio de los demás y que
viven apegados a la Palabra de Dios. Puedo poner ejemplos, si se me precisara
el hacerlo. Son hombres y mujeres de sencillez y austeridad que merecen ser
reconocidos, que han entendido que no se puede servir a Dios y al dinero a la
vez.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo