Atendiendo una invitación, asistí al bautizo del libro “Aprender
a Vivir con pasión y compasión”, cuyo autor es Antonio Pérez Esclarín, un nuevo
hijo de este brillante educador y escritor.
El acto se celebró el sábado 23 de noviembre en el Colegio La
Merced de esta Ciudad de Maracaibo, la tierra del sol amada.
Edificante fue la exposición del conferencista Pérez Esclarín
y como es costumbre mía, tomé notas que voy a compartir con ustedes.
Romper cadenas. Hay que romper cadenas para ser mejores.
Todos nacimos para ser águilas y no gallinas. Somos Hijos de Dios y, por tanto,
seres maravillosos. Nada puede detenernos al volar.
Regalos. Cada día recibimos regalos. Debemos ser agradecidos
y hacer lo mismo con todos. Son muchas las cosas que podemos regalar a los
demás: una sonrisa, un abrazo, un saludo, buen trato, amabilidad… El autor al
referirse a una nieta que tiene dijo: Es una fuente de primavera en el otoño de
mi vida.
A diario debemos enumerar todo lo que recibimos y sentir la
alegría correspondiente.
Recuperar la capacidad de asombro. De ver a Dios en todo.
Aprender a mirar con los ojos del corazón. La belleza está en
el corazón. Es de día cuando estás conmigo; es de noche cuando te vas. De “Marianela”,
novela de Benito Pérez Galdós.
Los cristianos católicos somos militantes de la esperanza.
Que nada ni nadie nos quite la paz.
Venezuela es una Tierra de
Gracia. Ante sus bellezas, que la hacen país de ensueño, el conquistador
le dio ese nombre: Tierra de Gracia. La descripción que hiciera Pérez Esclarín
del país fue todo un bello poema.
El educador es el partero del alma. Ha de ver a un niño como
lo que es, un tesoro. Verlo con el corazón. Enseñarle para qué es bueno.
Esculpir corazones. No estar pensando sólo en la paga.
La vida no se nos ha dado construida. Decidimos qué hacer con
ella: o para la cima o para el abismo.
Hay que hacer silencio para encontrarme. Para saber quién
soy, cuáles son las cosas importantes. Saber que la vida es un proyecto y una
misión. Hay que construirla. Hay que hacer la planificación de uno mismo.
Sembrar vida. Sembrar sonrisa. Ser libres para amar y libres para servir.
El amor.
No hay hoy una palabra más manoseada que amor.
Cuando se ama se aprende a decir no y no por ello dejamos de amar.
Hay incapacidad de amar. Amor no es sentimiento, es querer el
bien para el otro o para la otra. Es una decisión que implica coraje, valor, voluntad.
No hay que dejar que el amor muera de hambre. Es un manantial. Es detalle y es
fuego. Es un permanente estar enamorado. Es buscar que el otro o la otra
crezca. Que sea capaz de amar como el o ella ama.
No envanecerse con los títulos para mirar desde arriba a los
demás. Formarse constantemente para ser sencillo y mirar hacia abajo. Servir al
humilde. El amor se ejerce con servicio. “Dar hasta que duela”, vivir la vida
como un regalo para los demás, y encontrar en el servicio la felicidad. Porque
la puerta a la felicidad nunca la abre el rencor, la envidia, los celos, la
violencia, la maldad. La abren la amabilidad, el esfuerzo, la honestidad, la
solidaridad, el servicio, como nos lo recuerda Tagore:
Yo dormía
Y soñaba que la vida era alegría.
Desperté y comprendí que la vida era
servicio.
Serví y encontré la alegría.
Contó que una pareja estuvo muchos años de casados y él le
enviaba a ella un ramo de rosas rojas cada año. Murió y ese año, también
recibió ese ramo. Ella llamó al florista reclamando. El le dijo que su esposo
había dejado abierta una cuenta para que siguiera recibiendo ese ramo. Dejó una
nota, muy bonita, donde decía que lo hacía por los años felices que vivieron
juntos. Le deseaba que encontrara la felicidad, no obstante, lo difícil que
fuera. Palabras más palabras menos, todas hermosas.
La fe es creer en Dios, pero es más difícil creerle a Dios.
Vivir sirviendo a los demás.
Jesús nos invita con el Padre Nuestro, que está compuesto de oraciones
colectivas. Vivir la vida sirviendo al proyecto de Dios. Yo voy donde tengo que ir; yo voy donde tengo
que hacer; y la felicidad me sigue.
Dedícate a hacer felices a los demás.
La conferencia de este cristiano católico fue un
Niágara de cosas bellas y eternas que nos hacen recordar que son más
importantes que lo material, que es efímero. La vida no es para la superficialidad
ni la trivialidad sino para lo trascendente. Que la vida tenga siempre sentido
para amar a Dios y al prójimo como a uno mismo, y a la libertad que nos permite
soñar y despertar siempre con la esperanza puesta en un mundo mejor de
humanidad, solidaridad, justicia y de paz.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo