domingo, 14 de febrero de 2016

Bernie Sanders, ídolo de la juventud

“Mientras las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de esa minoría feliz” (Papa Francisco, EG n. 56)
He venido sosteniendo, a manera de leitmotiv, que la juventud no es sólo asunto cronológico - ¿Verdad, Henry Ramos Allup (73)? - sino de aptitud, espiritual, de formación, de capacidad política, intelectual y científica. Hay jóvenes viejos y viejos jóvenes. Tenemos que el santo Papa Francisco es un viejo joven de 78 años de edad, al igual que el hasta no hace mucho tiempo desconocido, senador demócrata, Bernie Sanders (74).
Los planteamientos del precandidato del partido demócrata de USA han pegado en la juventud de este país; más allá de los simpatizantes o militantes de esa organización política. No es para menos, cuando Sanders ha sabido interpretar lo que ese segmento de la población y toda ésta, en su mayoría, siente. No resulta de justicia social que, un joven que haya obtenido un crédito estudiantil para sus estudios universitarios, egrese debiendo, pagando y sin poder conseguir trabajo; y que una medicina tenga costos excedidos que pocos pueden comprar (Ejemplo, lo sé por experiencia. Una pastilla para la tensión 650 $; otra, para enfermedad pulmonar, 3.500 $... y ni hablar de los costos hospitalarios. Muchos norteamericanos se vienen a países latinoamericanos a operarse de no pocas enfermedades). Los alimentos son tan caros que ha crecido la agricultura urbana como ayuda para el sostén familiar.
Ante Sanders está el precandidato republicano, Trump (69), que es el representante del capitalismo liberal que ha generado una élite minúscula súper poderosa (1 % de la población del país) que es dueña de la riqueza o acaparadora de la riqueza total de esa nación. Es esta élite liberal, cuyo culto es al dios dinero, o dios Mammón, que han hecho del dinero su fetiche, por su codicia o avaricia.
Sanders es demócrata progresista que no tiene prejuicio de ser llamado socialista. Que plantea universidades gratuitas y seguridad social para todos, y un “made in USA” para reactivar la economía y crear un millón de empleos para los jóvenes. Quiere evitarle a los EE.UU graves conflictos sociales porque la indignación ante discriminaciones hirientes e inmorales crece. Es el “Occupy Walt Strret”. Sanders plantea una democracia social en un país donde el Estado providencia o de bienestar social no existe.
Podríase afirmar que Sanders pudiera estar de acuerdo con la fórmula del gran líder de Israel, Shimon Peres, que plantea, para solucionar los graves males de la humanidad, “producir como capitalista y distribuir como socialista”. Los gobiernos del presente y del inmediato futuro tendrán que conquistar la gobernabilidad combatiendo sin tregua la corrupción, el narcotráfico y todo tipo de delitos que enferman a la sociedad entera. Es lucha global para que haya justicia social económica mundial que sea capaz de transformar la globalización de la indiferencia en una globalización con rostro humano, una lucha antropológica, si se quiere, para que reine el amor al prójimo, con política con principios, comercio con ética, ciencia y tecnología con humanidad.
En Venezuela es harto probable que surja un Presidente, es posible que sea un viejo joven, que comulgue con las ideas explanadas que, en el plano religioso, son predicadas por Francisco (Léase Evangelii Gaudium y Laudato si).
Serán gobiernos de mucho sentido común, de diálogo permanente con todos, respetuosos de la libertad, de la justicia, la verdad y la paz, al servicio del bien común, no de ideologías que han hecho sufrir a los pueblos del mundo. Es más importante la realidad que la idea, ha sostenido el Sumo Pontífice, peregrino de la misericordia y de la paz.

viernes, 5 de febrero de 2016

Enseñar, enseña; Por la reconstrucción de Venezuela

“La prosperidad de un pueblo no consiste en la cantidad de oro que posee, sino en el número de talentos y de brazos que emplea con utilidad” (Dedico estas notas al Dr. Román José Duque Corredor, un joven septuagenario).
Leí en la mañana de hoy 4 de febrero (el de 1992 fue el día aciago de un golpe de estado fallido) un blog que, de inmediato llevé a mi muro en facebook - Rafael Antonio Inciarte Bracho -, donde se expresa una toma de posición que, a la chita callando, pero actuando, invita a la Venezuela actual – donde hay más desdicha que fortuna - a que “la apuesta no debe hacerse enteramente a la política. Hay que dejarle espacio – un gran espacio – a la educación. Sobre todo en aquellas carreras que permiten tener profesionales activos como educadores”.
El blog se titula Palabras necias. Su autor Diego Araujo Alvarado.
Varias experiencias me inspiró. El trabajo publicado en el blog, con hermosas fotos, titulado; Enseñar: el nuevo aprender.
Diego Araujo Alvarado había rechazado el ser educador; pero optó, no obstante, ser profesor de la UCAB, porque a  ésta Casa de Estudios le debía tanto, que le dio y para poner en práctica lo aprendido fuera del país. Esperanza cierta que, eso, está ocurriendo con los venezolanos aquí y en el exterior, a la chita callando.
Fundó una Cátedra “Fotografía de Moda” y más de 200 alumnos con sus creaciones geniales “son… los mejores del mundo. Nunca pensé que aprendería tanto al enseñarles”. “Y por eso… más que agradecido”.
Los profesionales destacados deben enseñar dando parte de su tiempo, de manera ad honorem, conscientes de las carencias cualitativas y cuantitativas que sufre el sistema educativo, en especial, el universitario, en términos de personal docente.
Recordé que eso ocurrió en los años 30 del siglo XX venezolano cuando algunos profesionales daban horas dedicados a la enseñanza, imbuidos, seguramente, de la nobleza de la causa de construir o reconstruir al país en todos los ordenes de la vida.
Recordé que Augusto Mijares escribió un ensayo que tituló Una generación de improvisados, en su vigente obra Lo Afirmativo Venezolano, que, los que sentimos en lo profundo las heridas de la nación, debemos leer y releer, para actuar de conformidad con sus líneas. Hay que tener presente que “la apuesta no debe hacerse enteramente a la política”.
Esa generación se formó bajo las condiciones más duras de opresión y desamparo, emprendiendo después, “una improvisación de obras colectivas que merece historia” (Mijares dixit).
Pastor Oropeza, Gabaldón, José Ignacio Baldó, Luis Caballero Mejía, el Maestro Sojo, entre otros, transformaron toda la vida venezolana a partir de 1936… Todo obra de esos hombres de esa generación solos con sus sueños durante su juventud y bajo la presión de un ambiente donde todo estaba prohibido, apenas se atrevían a cuchichear los proyectos que cada cual guardaba para el día de la liberación.
Y llegado ese día – o al menos, cuando se hubo levantado la terrible tapia de ataúd que asfixiaba al país – tampoco podían aquellos soñadores exigirle a los gobiernos improvisados desde tal ambiente que comprendieran y ayudaran sus proyectos… era insistente pedir para aquellos propósitos o la gacetilla o el artículo que se había conseguido colocar en algún diario.
Esos hombres de esa generación – poco importan las fechas, si 1918 o 1928, o un poco antes o un poco después – habían surgido de una época de silencio y depresión. Lo esencial es esto: que se trata de una sola generación que, por sus sufrimientos, su desinterés, su perseverancia y su valor moral, merece recuerdo; y no tampoco por vanagloria sino porque representa una exultante respuesta de Venezuela, a cualquiera interpretación derrotista.
Fue una generación de autodidactas, que dejó a las otras generaciones lo que ella no tuvo; una generación de improvisados, que quiso evitarle a las que vendrían después todo lo que ella había sufrido. Una generación de pedigüeños que siempre pidieron para sus ideas y nunca para sus apetitos.
Permiso y perdón para afirmarles que he enmarcado mi vida en el dar sin esperar nada a cambio; si alguna vez he pedido es para otros; que en la proximidad de septuagenario, tengo un corazón lleno de amor para servirle a los demás y al país desinteresadamente; hace cuatro años, sin solicitarlo, me nombraron profesor y he impartido clases, ad honorem, dando lo mejor de mí; atendiendo a los alumnos con solicitud y atención; y en dos ocasiones he sido nombrado padrino de promoción.

No importa la edad porque siempre el que busca halla la posibilidad de acción. Esa generación venció todo obstáculo, desaliento y vejez, y  esos hombres se encargaron de escribir en letras de oro su porvenir glorioso. Enseñar, enseña: Por la Reconstrucción de Venezuela.

jueves, 4 de febrero de 2016

El trabajo, cuestión social, siempre novedoso y de justicia

“Procread y multiplicaos, y henchid la tierra, sometedla” (Gn 1, 28).
Laborem Excersens fue la tercera encíclica de Juan Pablo II, dictada a la humanidad el 14 de septiembre de 1981, en homenaje a un año más de la Rerum Novarum.
Leerla, releerla y estudiarla, en el ámbito del designio de Dios de darle al hombre una imagen sagrada y una misma naturaleza a sus actividades. Es tener presente el Evangelio del trabajo, a Cristo trabajador y la Doctrina Social de la Iglesia.
El trabajo es sagrado y da dignidad a la familia, y, obviamente, al trabajador. Lo ha reiterado nuestro santo Papa Francisco. “Causar una pérdida de puestos de trabajo significa un gran daño social”, ha manifestado el pontífice actual. Daño que afecta a niños, a jóvenes y a los ancianos, principalmente, en una, cada día más creciente, “cultura del descarte”.
El trabajo tiene dos sentidos pero el más importante es el subjetivo, como persona. El hombre, realiza su humanidad, su vocación. No puede ser considerado mercancía, ni instrumento de producción, como ha sido el tratamiento que, en desmedro de su dignidad, ha recibido del capitalismo salvaje y del socialismo salvaje, de ese conflicto del liberalismo y del marxismo. La Iglesia se siente comprometida con la defensa del hombre, de su dignidad, de él y de la familia, y de la solidaridad.
La Iglesia ha proclamado la prioridad del trabajo frente al capital, y ha defendido la propiedad privada obtenida del trabajo, incluso sobre los medios de producción, pero ha rechazado y rechaza la propiedad privada absoluta.
El desempleo o paro forzoso no puede ser visto con indiferencia por los cristianos católicos. Desempleo que crece cada día más y hace pensar en la depresión de los años 30 del siglo XX. La Revolución Industrial antes, que llevó, a  graves injusticias sociales, al Papa León XIII a promulgar la encíclica Rerum Novarum. El trabajo siempre será cuestión social novedosa de justicia y paz. No puede haber justicia y paz con desempleo, que, hoy, ante la llamada IV revolución industrial, que ya se inició, se hace terrorífico, porque la automatización, las nuevas y avanzadas tecnologías, llevan a pensadores futurólogos y perspectivistas a pensar en el “fin del trabajo” y en un futuro de oportunidades difícil de creer.
Se afirma que el fin del trabajo se encuentra en el campo de los mitos, pero pienso que es una dolorosa realidad, que dará por consecuencia una élite que dominará (¿?) la economía global ante el control de la tecnología, idólatra del dinero, generación del dios dinero que pierde el sentido ante la acumulación de la ganancia económica; por un lado; y por el otro, millones de seres desempleados, no sólo obreros, sino intelectuales proletarizados. En Venezuela ya sólo existe dos clases: ricos y pobres. Mi esposa sostiene que son tres: ricos, pobres y paupérrimos. Es el escenario mundial laboral.
Se afirma que se seguirá fortaleciéndose el llamado tercer sector, el del voluntarismo, de las asociaciones sin fines de lucro, que esa élite citada, mantendrá, para que rija la renta mínima universal para la existencia de un nuevo contrato social.

Venezuela paga salarios mínimos en un 80 por ciento de la población laboral, con una inflación estimada la más alta del planeta, con una cesta alimentaria que cuesta unos 140.000 bolívares (el salario y las pensiones-jubilaciones no llegan a diez mil bolívares “fuerte”), en un capitalismo de Estado llamado socialismo del siglo XXI.