-Mi abuelo vive en la montaña.
Es una montaña que está en el páramo andino a 3820 metros de altura sobre el nivel del mar. Se llama La Cristalina.
-Es un sitio donde el tiempo no pasa. Es más largo que el de la ciudad. Cuando amanece se escuchan el concierto de los pájaros, de las vacas, gallinas y de una cascada que va al rio. Es una temperatura sabrosa la que existe allí. Solo viven unas 600 personas.
Quien habla es un joven de apenas 30 años de edad. Yo sólo le escucho con atención.
- Mi abuelo nos invita a desayunar. Se come bastante. Todo es natural. Todo es producido en la finquita de mi abuelo. Tiene unas vaquitas, unas gallinitas, sus siembritas... Hace pan y queso.
-Confieso que la imaginación me conduce a ese ambiente delicioso.
-Mi abuelo tiene 84 años de edad. Lúcido y fuerte. El es un sabio natural.
En ese pueblo todos se conocen y son compadres. Tengo dos tias. A una le pregunto por qué no tiene televisor. Me responde. Porque allí se matan. Hay mucha violencia.
Tia pero eso no es verdad.
Sobrino déjeme ser feliz no viendo televisión.
- En ese pueblito se piensa mucho para actuar. Todo se hace lentamente. Y las cosas salen bien.
- Yo escucho. Quizas siguiendo aquello del arte de la conversación, que aconseja dejar hablar sin interrumpir.
Le pregunto.
-Le pregunto sí el abuelo va a la ciudad.
-Muy poco. Se estressa. Y se desespera por regresar.
-Cómo reciben en ese pueblo al hombre de la ciudad. Le pregunto.
-Con profunda desconfianza. Les digusta el que llega a dormir o a murmurar o criticar sobre los hábitos del pueblo.
Recuerdo, que recientemente, llegó un joven de Caracas. Las muchachas escondidas lo miraban por hendijas. El quería enamorarlas de inmediato. Y no sólo eso, criticaba por qué la gente se acostaba tan temprano. Se quedaba bebiendo hasta tarde. Luego dormía hasta más allá del mediodía.
Al abuelo le producía malestar esa conducta y más que no hacía nada. Lo aceptaba por ser pariente y porque sólo iba a estar pocos días.
- Y cómo es el trabajo en el pueblo ?
Tino, como se llama el joven que ha venido conversando conmigo, que es descendiente de italianos, me responde de inmediato.
-Hay varias cayapas en el año.
Cayapas llaman cuando se reunen los hombres del pueblo para sembrar o recoger la siembra.
Tino al llegar al pueblo, trabaja duro.
El nació allí.
Me contó otra historia.
La de su padre y un hermano.
Ellos vinieron de Italia en los finales de la década del 40 del siglo pasado.
Huían de la guerra. Mussolini acabó con casi toda la familia que era opositora a ese comunista.
Llegaron a La Guaira. Sin nada. Sólo una polenda grande que les dió su padre.
Pasaron todo tipo de visicitudes, calamidades, penurias, hasta que, se levantaron con el trabajo y ahorros e invirtiendo estos.
- Mi padre no sé cómo fue a parar al pueblito en la montaña. Llegó, en el momento de una de las cayapas, y se fajó a trabajar. No paraba. Medio comía. Lo que ganaba lo guardaba. Mi abuelo le tomó aprecio al joven italiano que, poco hablaba, quizas porque casi nada dominaba el español.
-Siguió narrando la historia. Cuando se enamora de su madre. Cuando el abuelo lo acepta. Cuando contrajo matrimonio y cuando se fue, con sus ahorros, y se metió en una finquita.
Me contó. Que su tio, el que llegó con su padre, hizo un buen negocio en La Guaira. Se hizo rico.
Me contó los recuerdos que conserva su padre de su hermano. El llanto, el dolor ante su muerte. Su único familiar italiano.-
- Mi padre me hizo estudiar en Maracaibo. En LUZ me gradué de ingeniero petrolero. Un cuñado, que tenía muchos años en la industria, más de veinte, me ayudó a entrar en Pdvsa. Por cierto, mi cuñado es un geodesta super preparado. El es italiano. Habla varios idiomas y ahora le mete al árabe.
- Me intrigó eso del árabe.
Tino siguió hablando. Me dijo que, cuando llega el paro petrolero, ¨mi cuñado, que es como un segundo padre para mi, me dice.
Ya no resisto a Chávez. Ya no resisto los atropellos, las barbaridades que están ocurriendo en Pdvsa...me voy al paro. Ud. proceda con su conciencia. Yo le dije, con apenas cuatro años en la empresa, me voy¨.
Dice Tino que allí comenzó el drama.
Pasó un año.
Sin trabajo.
El cuñado peleando contra Chávez.
No hay trabajo.
Empieza la desesperación.
Tino se va donde el abuelo.
Se mete a trabajar duro en la finquita del páramo.
La soledad y el silencio, la sabiduría del abuelo, le ayudan.
- Sabe- pregunta Tino- lo que logré en ese año en la montaña?
Lo miro.
Responde.
-Hacer catarsis. Me encuentro conmigo mismo. Me digo. Teniendo talento voy a la ciudad. Consulto con el abuelo. Me dice. ¨Siga su juicio¨. Y procedí a venirme.
Fue después donde el cuñado. Lo encontró empobrecido. Al borde de la locura. Sin trabajo. Habla con su hermana. Llegan a la conclusión que debían irse a la montaña o a Italia. Deciden irse a este país.
Estando en Italia, su cuñado consigue un empleo petrolero en Arabia Saudita.
Y es aqui que mi intriga sobre lo del árabe se disipa.
Ha aprendido otro idioma. El cuñado habla inglés, español, italiano y ahora machuca el árabe.
Tino piensa irse a vivir a Italia.
Duda.
Habla con su hermana. Mejor. Chatea.
La hermana sufre. Espera hasta las tres de la mañana, hora europea, para chatear con Tino, quien es el único de su casa que maneja la computadora.
La hermana se queja de soledad. Está asombrada de lo corrompida que está la ciudad donde vive. Tiene que andar detrás de los hijos para evitar que caigan en la droga. El cuñado la visita cada dos meses en viaje que ha ce de Arabia Saudita a Italia.
El cuñado confiesa que gana mucho dinero. Se queja de la rigidez de la sociedad donde trabaja.
Tanto el cuñado como su hermana, añoran, a Venezuela, especialmente, a Maracaibo. Se desesperan porque les llegue el pan dulce, el pan de guayaba, la harina Pan, el pirulin, las empanadas y mandocas de Maracaibo, el cafecito; añoran los saludos de la gente; el bullicio; el calor de la gente...
Saben que me dijo Tino al final de la conversación.
Que él no se va de Venezuela. Que ahorita trabaja en un tallercito, porque no consigue trabajo de ingeniero...porque está en la lista de los que se pararon...
Y su cuñado le dice.
Yo prefiero vivir en Maracibo, así sea peleando con Chávez.
Es una montaña que está en el páramo andino a 3820 metros de altura sobre el nivel del mar. Se llama La Cristalina.
-Es un sitio donde el tiempo no pasa. Es más largo que el de la ciudad. Cuando amanece se escuchan el concierto de los pájaros, de las vacas, gallinas y de una cascada que va al rio. Es una temperatura sabrosa la que existe allí. Solo viven unas 600 personas.
Quien habla es un joven de apenas 30 años de edad. Yo sólo le escucho con atención.
- Mi abuelo nos invita a desayunar. Se come bastante. Todo es natural. Todo es producido en la finquita de mi abuelo. Tiene unas vaquitas, unas gallinitas, sus siembritas... Hace pan y queso.
-Confieso que la imaginación me conduce a ese ambiente delicioso.
-Mi abuelo tiene 84 años de edad. Lúcido y fuerte. El es un sabio natural.
En ese pueblo todos se conocen y son compadres. Tengo dos tias. A una le pregunto por qué no tiene televisor. Me responde. Porque allí se matan. Hay mucha violencia.
Tia pero eso no es verdad.
Sobrino déjeme ser feliz no viendo televisión.
- En ese pueblito se piensa mucho para actuar. Todo se hace lentamente. Y las cosas salen bien.
- Yo escucho. Quizas siguiendo aquello del arte de la conversación, que aconseja dejar hablar sin interrumpir.
Le pregunto.
-Le pregunto sí el abuelo va a la ciudad.
-Muy poco. Se estressa. Y se desespera por regresar.
-Cómo reciben en ese pueblo al hombre de la ciudad. Le pregunto.
-Con profunda desconfianza. Les digusta el que llega a dormir o a murmurar o criticar sobre los hábitos del pueblo.
Recuerdo, que recientemente, llegó un joven de Caracas. Las muchachas escondidas lo miraban por hendijas. El quería enamorarlas de inmediato. Y no sólo eso, criticaba por qué la gente se acostaba tan temprano. Se quedaba bebiendo hasta tarde. Luego dormía hasta más allá del mediodía.
Al abuelo le producía malestar esa conducta y más que no hacía nada. Lo aceptaba por ser pariente y porque sólo iba a estar pocos días.
- Y cómo es el trabajo en el pueblo ?
Tino, como se llama el joven que ha venido conversando conmigo, que es descendiente de italianos, me responde de inmediato.
-Hay varias cayapas en el año.
Cayapas llaman cuando se reunen los hombres del pueblo para sembrar o recoger la siembra.
Tino al llegar al pueblo, trabaja duro.
El nació allí.
Me contó otra historia.
La de su padre y un hermano.
Ellos vinieron de Italia en los finales de la década del 40 del siglo pasado.
Huían de la guerra. Mussolini acabó con casi toda la familia que era opositora a ese comunista.
Llegaron a La Guaira. Sin nada. Sólo una polenda grande que les dió su padre.
Pasaron todo tipo de visicitudes, calamidades, penurias, hasta que, se levantaron con el trabajo y ahorros e invirtiendo estos.
- Mi padre no sé cómo fue a parar al pueblito en la montaña. Llegó, en el momento de una de las cayapas, y se fajó a trabajar. No paraba. Medio comía. Lo que ganaba lo guardaba. Mi abuelo le tomó aprecio al joven italiano que, poco hablaba, quizas porque casi nada dominaba el español.
-Siguió narrando la historia. Cuando se enamora de su madre. Cuando el abuelo lo acepta. Cuando contrajo matrimonio y cuando se fue, con sus ahorros, y se metió en una finquita.
Me contó. Que su tio, el que llegó con su padre, hizo un buen negocio en La Guaira. Se hizo rico.
Me contó los recuerdos que conserva su padre de su hermano. El llanto, el dolor ante su muerte. Su único familiar italiano.-
- Mi padre me hizo estudiar en Maracaibo. En LUZ me gradué de ingeniero petrolero. Un cuñado, que tenía muchos años en la industria, más de veinte, me ayudó a entrar en Pdvsa. Por cierto, mi cuñado es un geodesta super preparado. El es italiano. Habla varios idiomas y ahora le mete al árabe.
- Me intrigó eso del árabe.
Tino siguió hablando. Me dijo que, cuando llega el paro petrolero, ¨mi cuñado, que es como un segundo padre para mi, me dice.
Ya no resisto a Chávez. Ya no resisto los atropellos, las barbaridades que están ocurriendo en Pdvsa...me voy al paro. Ud. proceda con su conciencia. Yo le dije, con apenas cuatro años en la empresa, me voy¨.
Dice Tino que allí comenzó el drama.
Pasó un año.
Sin trabajo.
El cuñado peleando contra Chávez.
No hay trabajo.
Empieza la desesperación.
Tino se va donde el abuelo.
Se mete a trabajar duro en la finquita del páramo.
La soledad y el silencio, la sabiduría del abuelo, le ayudan.
- Sabe- pregunta Tino- lo que logré en ese año en la montaña?
Lo miro.
Responde.
-Hacer catarsis. Me encuentro conmigo mismo. Me digo. Teniendo talento voy a la ciudad. Consulto con el abuelo. Me dice. ¨Siga su juicio¨. Y procedí a venirme.
Fue después donde el cuñado. Lo encontró empobrecido. Al borde de la locura. Sin trabajo. Habla con su hermana. Llegan a la conclusión que debían irse a la montaña o a Italia. Deciden irse a este país.
Estando en Italia, su cuñado consigue un empleo petrolero en Arabia Saudita.
Y es aqui que mi intriga sobre lo del árabe se disipa.
Ha aprendido otro idioma. El cuñado habla inglés, español, italiano y ahora machuca el árabe.
Tino piensa irse a vivir a Italia.
Duda.
Habla con su hermana. Mejor. Chatea.
La hermana sufre. Espera hasta las tres de la mañana, hora europea, para chatear con Tino, quien es el único de su casa que maneja la computadora.
La hermana se queja de soledad. Está asombrada de lo corrompida que está la ciudad donde vive. Tiene que andar detrás de los hijos para evitar que caigan en la droga. El cuñado la visita cada dos meses en viaje que ha ce de Arabia Saudita a Italia.
El cuñado confiesa que gana mucho dinero. Se queja de la rigidez de la sociedad donde trabaja.
Tanto el cuñado como su hermana, añoran, a Venezuela, especialmente, a Maracaibo. Se desesperan porque les llegue el pan dulce, el pan de guayaba, la harina Pan, el pirulin, las empanadas y mandocas de Maracaibo, el cafecito; añoran los saludos de la gente; el bullicio; el calor de la gente...
Saben que me dijo Tino al final de la conversación.
Que él no se va de Venezuela. Que ahorita trabaja en un tallercito, porque no consigue trabajo de ingeniero...porque está en la lista de los que se pararon...
Y su cuñado le dice.
Yo prefiero vivir en Maracibo, así sea peleando con Chávez.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo