Benedicto XVI nos habla de disipar la niebla de las ideologías e idolatrías, y del amor profundo por el prójimo.
El Señor nos da la mano, nos levanta y nos sana. Nos toma de las manos con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos cura de la fiebre de las pasiones y pecados con la absolución en el sacramento de la reconciliación.
La vida humana no está en manos del hombre. La vida está en manos de Dios.
Respecto a la vida indica un modo de ver las cosas y las personas que lleva a reconocer su coexistencia, a no apropiarse de ellas, sino a cuidarlas.
Si se priva a las criaturas de su referencia a Dios, como fundamento trascendente, corren el peligro de estar a merced del arbitrio del ser humano que, como vemos, puede hacer de ellas un uso irresponsable.
Se impone un amor profundo por la persona: Clave del servicio a la vida.
La cultura de la vida se basa, de hecho, en la atención a los demás, sin exclusión o discriminación. Hay que respetar más a la vida, a la persona, cuando está enferma o en caso de discapacidad.
Si se parte del amor profundo por cada persona, es posible servir eficazmente a la vida tanto a la naciente como a la marcada por la marginación o el sufrimiento, especialmente en fase terminal.
Es palabra del Papa Benedicto XVI.
El Señor nos da la mano, nos levanta y nos sana. Nos toma de las manos con su palabra, y así disipa la niebla de las ideologías, de las idolatrías. Nos cura de la fiebre de las pasiones y pecados con la absolución en el sacramento de la reconciliación.
La vida humana no está en manos del hombre. La vida está en manos de Dios.
Respecto a la vida indica un modo de ver las cosas y las personas que lleva a reconocer su coexistencia, a no apropiarse de ellas, sino a cuidarlas.
Si se priva a las criaturas de su referencia a Dios, como fundamento trascendente, corren el peligro de estar a merced del arbitrio del ser humano que, como vemos, puede hacer de ellas un uso irresponsable.
Se impone un amor profundo por la persona: Clave del servicio a la vida.
La cultura de la vida se basa, de hecho, en la atención a los demás, sin exclusión o discriminación. Hay que respetar más a la vida, a la persona, cuando está enferma o en caso de discapacidad.
Si se parte del amor profundo por cada persona, es posible servir eficazmente a la vida tanto a la naciente como a la marcada por la marginación o el sufrimiento, especialmente en fase terminal.
Es palabra del Papa Benedicto XVI.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo