Es importante destacar que las transiciones políticas son distintas en cada país donde ocurran. Responden a las especificidades de cada país. Las sucedidas en otros países pueden servir de orientación.
Significa lo antes expuesto que, por ejemplo en Chile, cuando se produjo el paso de la dictadura de Pinochet a la democracia, es distinta a la de Polonia, por indicar otro caso, donde se sustituyó al régimen comunista por uno de libertad y justicia.
Me propongo sistematizar algunos aportes que creo son comunes a todo proceso de esta naturaleza.
Primero. Nadie puede pensar que se trata de un camino fácil. Todo lo contrario. Es complejo, delicado, azaroso, de avances y retrocesos y, en ciertos momentos, pueden presentarse situaciones graves que pueden hasta paralizar el proceso iniciado.
Segundo. Toda transición demanda del perdón a la recíproca. No un perdón de ingenuo como afirma Lech Walesa quien tuvo, en su país, y en eso del perdón, una conducta impresionante y aleccionadora.
Tercero. El protagonismo ha de ser iniciado por antiguos funcionarios del régimen a ser sustituído; protagonismo que debe ser compartido con la disidencia u oposición.
Cuarto. Las partes deben definir con precisión el contenido del diálogo. Diálogo, que no monólogo, para llegar, por consenso, a acuerdos, en cuanto a la reforma que se pretenda llevar a efecto.
Se debe tener un claro concepto del diálogo como arte capaz de producir posiciones distintas a las de las partes en lo individual.
Quinto. Además de la reconciliación, otro fin, es, sustituir un régimen o sistema por otro. En España era sustituir la dictadura franquista por una monarquía parlamentaria democrática. En este proceso, Suárez, franquista distinguido, jugó un gran papel; lo mismo que Santiago Carrillo del Partido Comunista y Felipe González del PSOE, sin demeritar , en ningún momento, la actuación del Rey Juan Carlos.
Sexto. La justicia la han de aplicar, de manera equitativa, moderna, respetando los derechos humanos, los tribunales existentes o los tribunales internacionales, siempre y cuando lo apruebe de esa manera el pueblo, es decir, el soberano, en referendo que se convoque al efecto.
Séptimo. El temor o miedo a volver al régimen, que todos rechazan, prevalece. Y es freno de revanchas, de búsquedas de culpables, ni depuraciones ni catarsis.
Octavo. En el proceso deben ser integradas todas las fuerzas políticas posible.
Noveno. Quiero dejar claro que esos antiguos funcionarios, que quizas desde cuando venían en silencio disintiendo del régimen, seguros de que ya no tenía razón de ser, tienen que asumir grandes sacrificios para dar entrada a un nuevo régimen o sistema e igual han de hacer los de la disidencia u oposición.
Seguir estos pasos, que he llamado aportes, la transición política logrará su cometido y será, sin duda alguna, lo menos traumática posible.
Significa lo antes expuesto que, por ejemplo en Chile, cuando se produjo el paso de la dictadura de Pinochet a la democracia, es distinta a la de Polonia, por indicar otro caso, donde se sustituyó al régimen comunista por uno de libertad y justicia.
Me propongo sistematizar algunos aportes que creo son comunes a todo proceso de esta naturaleza.
Primero. Nadie puede pensar que se trata de un camino fácil. Todo lo contrario. Es complejo, delicado, azaroso, de avances y retrocesos y, en ciertos momentos, pueden presentarse situaciones graves que pueden hasta paralizar el proceso iniciado.
Segundo. Toda transición demanda del perdón a la recíproca. No un perdón de ingenuo como afirma Lech Walesa quien tuvo, en su país, y en eso del perdón, una conducta impresionante y aleccionadora.
Tercero. El protagonismo ha de ser iniciado por antiguos funcionarios del régimen a ser sustituído; protagonismo que debe ser compartido con la disidencia u oposición.
Cuarto. Las partes deben definir con precisión el contenido del diálogo. Diálogo, que no monólogo, para llegar, por consenso, a acuerdos, en cuanto a la reforma que se pretenda llevar a efecto.
Se debe tener un claro concepto del diálogo como arte capaz de producir posiciones distintas a las de las partes en lo individual.
Quinto. Además de la reconciliación, otro fin, es, sustituir un régimen o sistema por otro. En España era sustituir la dictadura franquista por una monarquía parlamentaria democrática. En este proceso, Suárez, franquista distinguido, jugó un gran papel; lo mismo que Santiago Carrillo del Partido Comunista y Felipe González del PSOE, sin demeritar , en ningún momento, la actuación del Rey Juan Carlos.
Sexto. La justicia la han de aplicar, de manera equitativa, moderna, respetando los derechos humanos, los tribunales existentes o los tribunales internacionales, siempre y cuando lo apruebe de esa manera el pueblo, es decir, el soberano, en referendo que se convoque al efecto.
Séptimo. El temor o miedo a volver al régimen, que todos rechazan, prevalece. Y es freno de revanchas, de búsquedas de culpables, ni depuraciones ni catarsis.
Octavo. En el proceso deben ser integradas todas las fuerzas políticas posible.
Noveno. Quiero dejar claro que esos antiguos funcionarios, que quizas desde cuando venían en silencio disintiendo del régimen, seguros de que ya no tenía razón de ser, tienen que asumir grandes sacrificios para dar entrada a un nuevo régimen o sistema e igual han de hacer los de la disidencia u oposición.
Seguir estos pasos, que he llamado aportes, la transición política logrará su cometido y será, sin duda alguna, lo menos traumática posible.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo