Felicidad es tener amigos. Que triste es la vida cuando no se tienen. Un amigo te llena la vida. Te hace sentir bien. Jamás te acompañará la soledad cuando están los amigos. Si tienes un amigo, cuídalo, quiérelo y nunca dejes de hacer todo lo que esté a tu alcance para ayudarle en toda circunstancia. Al amigo se le respeta y no se le molesta. En esto de no molestar a un amigo, me recuerdo lo que me decía mi padre. El contó con la suerte de tener con un amigo que le decía: ¨Nunca digas que fulano es amigo tuyo. Si es poderoso, menos. Espera que sea él quien lo diga. Resulta que, siendo un amigo nombrado presidente del estado, jamás le molesté. Le dí gracias a Dios porque me dió la oportunidad de no molestarle nunca mientras estuvo al frente de esas delicadas funciones. Si por obligación tienes que visitarle. Házlo; porque, con toda seguridad te atenderá bien; pero, si lo sigues haciendo, terminará no atendiendote...y habrás perdido a un amigo¨. Así aconsejaba al joven Astolfo ese amigo, y esa enseñanza, yo la asimilé y la he puesto en práctica durante mi vida. Es tan grande un amigo que llega a superar a cualquier familiar. Y es que la amistad no se impone como si ocurre con la familia consanguínea. Un hermano, por ej., no lo elige uno. A lo mejor, si se hubiera podido, no se le hubiera elegido. Hay amigos que son más que amigos. Que la amistad es difícil. Claro que lo es. Y es que por ser difícil, es por lo que vale. Cualquiera que te diga de buenas a primeras que es amigo, ténle cuidado porque el verdadero amigo ni lo dice. Lo demuestra con hechos cuando más se necesita. Hay una canción que inmortalizó el gran Roberto Carlos que dice: ¨Yo quiero tener un millón y así más fuerte poder cantar...¨ Vivan los amigos. Viva la amistad.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo