Trato de escribir de memoria lo que recuerdo de la homilía.
La Santa Eucaristía la disfruté, junto a mi esposa, en la Iglesia Corazón de Jesús de Maracaibo, en Bella Vista. La celebró Monseñor Gustavo Ocando Yamarte, quien oficia, cada domingo, en esa Iglesia, a las 12 del mediodía.
Después de la lectura del Evangelio, según Mateo 15, 21-28, el Padre Ocando dijo que era conmovedor lo que experimentó la cananea que seguía a Jesús y a los discípulos, gritando, suplicando que el Maestro curara a su hija endemoniada.
Ante los gritos, los discípulos, sintiéndose molestos, le pidieron a Jesús que le atendiera.
El les respondió: Que sólo podía atender a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.
La mujer, madre al fin y como todas las madres, insistió. ¨Socórreme, Señor ¨.
Ella intuía, dentro de lo más profundo de su ser, que Jesús tenía la solución. Y una madre por un hijo, por su salud, es capaz de todo.
Jesús callaba.
Apelaba al silencio.
Es en el silencio donde se dan los procesos. Y se estaba produciéndo uno: el proceso de la fe.
El Padre Ocando nos recordó la importancia del silencio. Que debe ser visto como recogimiento.
Nos dijo que en, la actualidad, todo conspira contra el silencio. El ruido hace de muchos niños y jóvenes, sordos. Una buena formación cristiana requiere del silencio, de hacer espacio para tenerlo.
Retomando el hilo, Jesús, le dice a la cananea, que es fenicia, y que no profesaba la religión cristiana, que El no le va a dar el pan de los hijos a los perros.
La mujer ha debido sentirse humillada. Insistió. Y le respondió a Jesús: Los perritos comen las migajas que dejan los amos.
A Jesús le tocó reconocer, admirar a la mujer: Que grande es tu fe, mujer.
El la probó hasta llevarla a la desesperación. No desistió.
La fe no conoce de obstáculos. Ella logró la curación de su hija por parte de Jesús.
¿ Qué quería Jesús ?
Probar su fe. Y que una vez probada, saliera a evangelizar a su pueblo. No olvidemos que Tiro y Sidón donde se había retirado Jesús después de sentir el peligro al predicar la pureza de corazón, que es distinta a las apariencias de inocencia exterior, eran pueblos paganos.
Para Jesús no existió discriminación para el que tiene fe y cree en El, así sea extranjero. Jesús ama a todos.
La Iglesia es universal. Recibe a todos: pobres, ricos, débiles, extranjeros, no le importa diferencias de razas, sexo...
Al orar debemos hacerlo con mucha fe sin pararle a los obstáculos.
La Santa Eucaristía la disfruté, junto a mi esposa, en la Iglesia Corazón de Jesús de Maracaibo, en Bella Vista. La celebró Monseñor Gustavo Ocando Yamarte, quien oficia, cada domingo, en esa Iglesia, a las 12 del mediodía.
Después de la lectura del Evangelio, según Mateo 15, 21-28, el Padre Ocando dijo que era conmovedor lo que experimentó la cananea que seguía a Jesús y a los discípulos, gritando, suplicando que el Maestro curara a su hija endemoniada.
Ante los gritos, los discípulos, sintiéndose molestos, le pidieron a Jesús que le atendiera.
El les respondió: Que sólo podía atender a las ovejas descarriadas de la casa de Israel.
La mujer, madre al fin y como todas las madres, insistió. ¨Socórreme, Señor ¨.
Ella intuía, dentro de lo más profundo de su ser, que Jesús tenía la solución. Y una madre por un hijo, por su salud, es capaz de todo.
Jesús callaba.
Apelaba al silencio.
Es en el silencio donde se dan los procesos. Y se estaba produciéndo uno: el proceso de la fe.
El Padre Ocando nos recordó la importancia del silencio. Que debe ser visto como recogimiento.
Nos dijo que en, la actualidad, todo conspira contra el silencio. El ruido hace de muchos niños y jóvenes, sordos. Una buena formación cristiana requiere del silencio, de hacer espacio para tenerlo.
Retomando el hilo, Jesús, le dice a la cananea, que es fenicia, y que no profesaba la religión cristiana, que El no le va a dar el pan de los hijos a los perros.
La mujer ha debido sentirse humillada. Insistió. Y le respondió a Jesús: Los perritos comen las migajas que dejan los amos.
A Jesús le tocó reconocer, admirar a la mujer: Que grande es tu fe, mujer.
El la probó hasta llevarla a la desesperación. No desistió.
La fe no conoce de obstáculos. Ella logró la curación de su hija por parte de Jesús.
¿ Qué quería Jesús ?
Probar su fe. Y que una vez probada, saliera a evangelizar a su pueblo. No olvidemos que Tiro y Sidón donde se había retirado Jesús después de sentir el peligro al predicar la pureza de corazón, que es distinta a las apariencias de inocencia exterior, eran pueblos paganos.
Para Jesús no existió discriminación para el que tiene fe y cree en El, así sea extranjero. Jesús ama a todos.
La Iglesia es universal. Recibe a todos: pobres, ricos, débiles, extranjeros, no le importa diferencias de razas, sexo...
Al orar debemos hacerlo con mucha fe sin pararle a los obstáculos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo