Para nadie resulta extraño la afirmación de que vivimos un mundo dominado por el conflicto que comienza desde el interior del hombre, llevandolo, en primer término, al hogar, en sus relaciones familiares, y a la sociedad en general.
Podríamos sostener que vivimos en permanente competencia. Se busca vencer, ganar, derrotar, y en eso basar el éxito. Es la cultura conflictual.
Cambiar esa cultura no es fácil, pero si queremos un clima de paz, hacia allí debemos orientar nuestras actuaciones en la vida diaria.
Tenemos que cambiar por dentro. Y no quiero entrar en consideraciones religiosas, que yo las tengo; sino indicar que debemos guiar nuestras vidas por valores humanos tales como la verdad, el amor, la rectitud, el respeto a los demás, la no violencia y el respeto a los derechos humanos.
La internalización de estos valores llevan a ese cambio; imprescindible para la convivencia y la tolerancia en el mundo.
Ese cambio, sus efectos, donde deben producirse inicialmente es en el seno familiar. Desde éste la sociedad va a lograr el paso de una cultura conflictual a una de mediación.
La mediación es la mejor manera de solucionar conflictos porque, con la intervención de un tercero, las partes en pugna, pueden llegar a ganar ganar, y la decisión va a salir de ellas mismas porque el mediador es sólo un inductor de soluciones.
Hay que estudiar sus técnicas. Porque como se trata de negociar, el mediador debe conocerlas y dominarlas.
Ojalá se extienda cada vez más por el mundo.
En países, donde el poder judicial vive retrasado, en crisis, la mediación puede constituirse en un modo o medio eficaz y expedito de solución de conflictos que en el ámbito tradicional judicial pueden eternizarse.
Es cosa de cambio de cultura.
Podríamos sostener que vivimos en permanente competencia. Se busca vencer, ganar, derrotar, y en eso basar el éxito. Es la cultura conflictual.
Cambiar esa cultura no es fácil, pero si queremos un clima de paz, hacia allí debemos orientar nuestras actuaciones en la vida diaria.
Tenemos que cambiar por dentro. Y no quiero entrar en consideraciones religiosas, que yo las tengo; sino indicar que debemos guiar nuestras vidas por valores humanos tales como la verdad, el amor, la rectitud, el respeto a los demás, la no violencia y el respeto a los derechos humanos.
La internalización de estos valores llevan a ese cambio; imprescindible para la convivencia y la tolerancia en el mundo.
Ese cambio, sus efectos, donde deben producirse inicialmente es en el seno familiar. Desde éste la sociedad va a lograr el paso de una cultura conflictual a una de mediación.
La mediación es la mejor manera de solucionar conflictos porque, con la intervención de un tercero, las partes en pugna, pueden llegar a ganar ganar, y la decisión va a salir de ellas mismas porque el mediador es sólo un inductor de soluciones.
Hay que estudiar sus técnicas. Porque como se trata de negociar, el mediador debe conocerlas y dominarlas.
Ojalá se extienda cada vez más por el mundo.
En países, donde el poder judicial vive retrasado, en crisis, la mediación puede constituirse en un modo o medio eficaz y expedito de solución de conflictos que en el ámbito tradicional judicial pueden eternizarse.
Es cosa de cambio de cultura.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo