Yo honré a mi Padre.
Lo hize porque lo consideré, además de buen padre, una gran persona.
Porque mi padre fue buen hijo, buen hermano, buen amigo, y buen patrono con sus trabajadores.
Con mi padre nadie se iba con las manos vacías.
Hacía el bien sin mirar a quien.
Podriá decir, sin dar pábulo al equívoco, que mi padre tenía generosidad, sensibilidad humana y, sobre todo, ninguna capacidad para el odio o el rencor.
Recuerdo que, en cierta ocasión le pregunté, por qué atendía tan bien a una persona que le hizo daño y me respondió:
¨Hijo, el mal se paga con bien.¨
No seguí un consejo que me dió, de manera reiterada.
Lo cuento a través de una negativa suya a un pedimento que le hice.
¨Mira, papá, quiero que me prestes un dinero para un negocio.¨
No me satisfizo el pedimento.
Un compadre, amigo y hermano de toda la vida, me dijo:
¨Compadre, no se diguste, ya su padre cuadró su vida económica para el resto de su vida, y usted, ni nadie, lo va a embarcar en otro negocio.¨
En efecto, él había organizado un pequeño, pero solvente negocio;
organizado a su estilo. Tenía sus ahorros para la vejez. Para que nada le faltara en ésta, como así fue. Nunca supe hasta dónde ascendían sus ahorros. Jamás tuve interés por saberlo, y cuando más de uno de sus otros hijos mostraron interés por ellos, yo fijé posición para que fueran de su mujer, buena y abnegada que le acompañó hasta el final de sus dias.
Papá me decía. ¨Haz de tus ahorros, algo sagrado. Es tu propia jubilación.¨
Pues bien. No le seguí el consejo.
Mis ahorros los puse al servicio de mis hijos, de amigos, de quienes necesitaran de ellos...
Papá, que ayudaba a todo el que podía- que fueron incontables- me recordaba que el que da todo lo que tiene a pedir se queda.
Yo prefiero no se que cosa ... pero ... no quisiera pedir nada a nadie ...
No he querido hablar del día del padre porque este es un día comercial más.
Lo hize porque lo consideré, además de buen padre, una gran persona.
Porque mi padre fue buen hijo, buen hermano, buen amigo, y buen patrono con sus trabajadores.
Con mi padre nadie se iba con las manos vacías.
Hacía el bien sin mirar a quien.
Podriá decir, sin dar pábulo al equívoco, que mi padre tenía generosidad, sensibilidad humana y, sobre todo, ninguna capacidad para el odio o el rencor.
Recuerdo que, en cierta ocasión le pregunté, por qué atendía tan bien a una persona que le hizo daño y me respondió:
¨Hijo, el mal se paga con bien.¨
No seguí un consejo que me dió, de manera reiterada.
Lo cuento a través de una negativa suya a un pedimento que le hice.
¨Mira, papá, quiero que me prestes un dinero para un negocio.¨
No me satisfizo el pedimento.
Un compadre, amigo y hermano de toda la vida, me dijo:
¨Compadre, no se diguste, ya su padre cuadró su vida económica para el resto de su vida, y usted, ni nadie, lo va a embarcar en otro negocio.¨
En efecto, él había organizado un pequeño, pero solvente negocio;
organizado a su estilo. Tenía sus ahorros para la vejez. Para que nada le faltara en ésta, como así fue. Nunca supe hasta dónde ascendían sus ahorros. Jamás tuve interés por saberlo, y cuando más de uno de sus otros hijos mostraron interés por ellos, yo fijé posición para que fueran de su mujer, buena y abnegada que le acompañó hasta el final de sus dias.
Papá me decía. ¨Haz de tus ahorros, algo sagrado. Es tu propia jubilación.¨
Pues bien. No le seguí el consejo.
Mis ahorros los puse al servicio de mis hijos, de amigos, de quienes necesitaran de ellos...
Papá, que ayudaba a todo el que podía- que fueron incontables- me recordaba que el que da todo lo que tiene a pedir se queda.
Yo prefiero no se que cosa ... pero ... no quisiera pedir nada a nadie ...
No he querido hablar del día del padre porque este es un día comercial más.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo