viernes, 8 de julio de 2005

Me lo contó un amigo

El error.
Viene Juan a toda carrera, siempre con su suspenso, que como ya he dicho en otra ocasión, le hace idóneo para novelista.
- Te cuento Rafael y me vas a prestar atención. Resulta que estando en un mall de Miami, no te digo cuál para no hacerle propaganda, pero te adelanto que no es ninguno de los que a ti te gustan.
- Llego y me siento en una de esas sillas tragadólares, que dan masajes, mejor dicho que le da a uno mordiscos y golpes en la espalda, y le meto un dolar. Inmediatamente, se acerca un señor, de aspecto triste, adolorido y humilde, y me pregunta:
- Cuánto cuesta.
- Un dolar, le respondo, e inmediatamente procede a meterle un billete por esa cantidad.
- Da buenos masajes; ojalá tuviera una máquina de éstas en la casa.
- Qué me queres decir, Juan.
- Chico esperate.
- Está bien, cuéntame.
- Yo le pregunto, de dónde eres... de Cuba, me responde.
- Me llamo Fernando y llegué a Miami en 1993.
- Sólo?
- Si.
- Y la familia.
- Ahí está mi error. A los años de estar aqui me traje a mis hijas y a la mujer, madre de éllas, de quien estaba separado aunque no divorciado. Yo me había unido a una cubana americana con quien me iba muy bien.
- Continuó con su relato.
-Mire yo tenía de todo. Tenía dos carros, dos casas...de todo, repito. Y éllas me hicieron la vida imposible. Quedé sin trabajo. Lo emocional afectó a mi mujer, la cubana americana, quien me abandonó. No resistió todo lo que fueron capaces de hacer en su contra. Pretendían que mantuviera dos casas con un salario de obrero, aún cuando éste era bueno.
- Qué le dijistes, Juan.
Juan es consejero en algunas ocasiones y no lo hace mal, sólo que le pone suspenso a sus exposiciones.
- Que a mi un amigo me dió un consejo. Yo también me ponía a lamentar lo que había perdido. El amigo me expresó, que, al pasado lo pisara, que viviera el hoy, haciendo todo de acuerdo a un plan, y que no pensara en el futuro.
- Que bueno te la sacastes, Juan, y qué te respondió.
- Que era un buen consejo y que él trataría de seguirlo también.
Según mi amigo, que siempre viene con una alegría contagiante y una sonrisa a flor de labio permanente, Fernando lucía deprimido.
- Mire usted cree en Dios.
- Si
- Entonces, pídale que acreciente su fe. Dios no olvida a su criatura, aprieta pero no ahoga.
Así es. Cuando llegué de Cuba, no traía nada. No hablaba English y conseguí un trabajito. Como soy conversador, siempre le preguntaba a los trabajadores de una empresa cercana, si allí podría lograr una colocación. Yo en dos años apenas llegué a 8 dólares la hora y apliqué en la otra compañía. Puse que sabía hacer de todo. El manager me llamó y me dijo, ¨usted es el hombre que necesito¨. Pasé a ganar 13 dólares la hora, más beneficios sociales.
Mira Rafa, me quedé pensando, y le hice una pregunta: Qué de positivo tiene el gobierno de Fidel Castro.
La reacción fue de asombro, casi que de digusto. Se quedó pensando y respondió:
- La educación que es buena, pero de qué vale si no existen incentivos. Por decirle algo, un médico, viaja en bicicleta hacia el hospital y gana 400 pesos, es decir, unos 100 dólares al mes. No hay incentivos para nadie. No hay confianza entre padres e hijos, o entre hermanos, es una sociedad de delatores, donde hay hambre y donde el cubano para medio sobrevivir tiene que acudir al mercado negro a ver qué consigue...
- EEUU es difícil, pero hay libertad. Hay que cuidar la responsabilidad con uno mismo.
- Toque puertas, no desmaye, siga hacia adelante y recuerde que Dios no olvida aunque pueda tardar.
- Y qué hizo Fernando.
- Me estrechó la mano y se despidió de mi.
-Mirá Rafael, estoy pensando en algo...
-Volvió el suspenso.
- Sabes qué. Voy a montar una iglesia.
- Cómo? Estás loco?
- Loco? Yo te aviso.
Y se fue en carrera.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo