“… los ricos deben temer las tremendas amenazas de
Jesucristo, ya que… habrán de dar cuenta severísima al divino Juez del uso de
las riquezas” (CA no. 30).
Centesimus Annus es la novena carta encíclica que escribió
San Juan Pablo II y que firmara, en su trascendental, histórico y vigente
pontificado, el 1 de mayo de 1991. Abordó los asuntos sociales en recuerdo de
Rerum Novarum de León XIII y sus cien años de haber sido aprobada. Son
encíclicas que enriquecen poderosamente el iter de la Doctrina Social de la
Iglesia que se inicia con RN la reina de las encíclicas sociales.
RN denunció “la división de la sociedad en dos clases
separadas por un abismo profundo” que, para nadie es un secreto, se ha agravado
en nuestros tiempos, en las “cosas nuevas” de la actualidad planetaria, de la
que Venezuela no escapa. Ya en nuestro país hay guetos o apartheid. Puedo
probar lo que afirmo.
Los ilícitos económicos, de todo pelaje, que, incluso, han
llevado al Santo Papa Francisco a denunciar al mundo que “hay esclavitudes
modernas” (Léase el Mensaje del 1 de enero de 2015 con ocasión de la Jornada
Mundial de la Paz), originan esos guetos y esas diferencias sociales odiosas,
inaceptables, peligrosas para la paz en la sociedad actual.
Son consecuencias de sistemas sociales socialistas
marxistas-comunistas y de capitalismo salvaje (Frase de la autoría de San Juan
Pablo II) y de democracias que perdieron su rumbo en aras de la justicia social
y el bien común. La dignidad humana es víctima del ateísmo y del materialismo o
consumismo exacerbado o patológico. Tanto RN como CA critican al socialismo
marxista comunista como al liberalismo sin control, y a las dictaduras que les
han servido de sustento para horror de millones de seres humanos.
Son principios de inviolable valor humano la defensa de la
propiedad privada pero no absoluta; la existencia de un Estado que defienda los
Derechos Humanos en especial el de los indefensos y necesitados; el derecho a
ser libre de manera permanente; a tener libertad de religión y a profesarla en
público, no sólo dentro de la Iglesia sino en la sociedad entera; el derecho a
un salario suficiente, justo, para sostener la familia que es estructura fundamental
a favor de la “ecología humana”, en cuyo seno el hombre recibe las primeras
nociones sobre la verdad y el bien, aprende a amar y a ser amado, y a ser
persona; el derecho a una ecología y
ambiente sanos; el bien común; la paz y la justicia; la verdad; la ley como
soberana que es y no capricho o voluntad arbitraria de hombres; la
subsidiariedad; etc.
La actividad económica debe ser consecuencia de la libertad,
de un uso responsable de ésta, para intuir y satisfacer necesidades. El libre
mercado es eficaz; pero no en todo, porque hay necesidades que no tienen salida
en el mercado. El hombre no puede ser mercancía. Debe contar con salarios
suficientes; seguros sociales; pensiones y jubilaciones dignas; y una adecuada
tutela de las condiciones de trabajo.
Recordar a San Juan Pablo II y CA es hacer remembranza del
año 1989 cuando cayera el comunismo, desapareciera la URSS y fuera derrumbado
el tristemente célebre muro de Berlín. No sé si es preferible el menos
imperfecto de los capitalismos que “vivir” en un sistema que todo lo controla y
no hayan alimentos, medicinas, repuestos, y que lo único que se haya
democratizado sean las colas para indignidad e infamia del pueblo que sufre.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo