“Jesús no tiene miedo a las novedades, por eso continuamente
nos sorprende llevándonos por caminos nuevos o imprevisibles” (Papa Francisco)
El 6 de agosto de 1964, el día de la Transfiguración del
Señor, Nuestro Señor Jesucristo, fue publicada la encíclica Ecclesiam Suam, la
primera de las encíclicas del Papa Pablo VI.
El domingo 19 de octubre, recién, el santo Papa Francisco,
elevó a la dignidad de Beato, al Pontífice que culminara el Concilio Vaticano
II, convocado por el santo Papa Juan XXIII. Me estoy refiriendo a un “cristiano
valiente” (Francisco dixit); Pablo VI.
La hoy encíclica cincuentenaria, ha sido considerada la
encíclica del diálogo, una “conversación epistolar” como fuese calificada por
su autor.
Cuando se habla de “cristiano valiente”, más de uno podría
afirmar que “el cristiano no es flojo y cobarde, sino fuerte y fiel”.
Un mandato contiene Ecclesiam Suam para la Iglesia: que
verifique y refresque la fidelidad total a Cristo. Ella tiene necesidad de experimentar a Cristo
en sí misma. Que Cristo habite en nuestros corazones.
Tanto pastores como fieles – empeño que debe ser de todos –
para fortalecer la fe en Cristo, debemos leer, estudiar, examinar y definir la
doctrina de la Iglesia a través de su Magisterio, de documentos,
encíclicas, y entre éstas, dos que son
fundamentales: Satis cognitum de León XIII y la Mystici Corporis de Pío XII.
Los cambios que se promuevan en la Iglesia, han de estar
acordes con los Evangelios y es por eso que las palabras reforma y revolución
han de ser muy bien estudiadas en ella.
Pablo VI condena, al igual que sus predecesores, a los “sistemas
ideológicos que niegan a Dios y oprimen a la Iglesia…” entre ellos el
comunismo…
Jesús nos dice: Mi
doctrina no es mía, sino de Aquel que me ha enviado.
La Iglesia tiene una misión que es de siempre y por siempre:
Evangelizar e ir por el mundo a enseñar a todas las gentes.
El Papa Pablo VI, hombre de brazos abiertos para el diálogo,
quería que la Iglesia fuera de diálogo respetuoso, de anuncio del amor, fraternal
y familiar. Diálogo no es dejación de principios y valores.
Para decidir, dialogaba mucho, por cuanto quería escuchar las
diferentes voces para resolver. Le acompañaba en todo momento una voluntad de
profundizar. El era de “profunda riqueza espiritual”.
Al final del reciente Sínodo, dedicado a la Familia,
Francisco, que impulsa cambios en la Iglesia, lo calificó de “valiente
cristiano”, por predicar el diálogo con el mundo moderno y crear en 1965 los
sínodos o asambleas de obispos para democratizar y modernizar a la Iglesia.
Supo conducirla en momentos de inicio de secularización y hostilidad con
sabiduría y visión de futuro.
Sus brazos abiertos en la fachada de la basílica, en El
Vaticano, es un símbolo permanente de apertura para todos los hombres y mujeres
que vivimos en este mundo tan secularizado, hostil y de conflictos cada día más
graves, y para que todos tengamos esperanza en Dios y su misericordia.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo