viernes, 17 de octubre de 2014

La valentía de la esperanza y del diálogo

“Para la paz se necesita un diálogo tenaz, paciente, fuerte, inteligente, para el cual nada está perdido” Francisco.
Ermitaño es la persona que gusta del silencio de la soledad, apartado del mundo, unos estrictamente, otros, de manera parcial, que es de oración asidua, de penitencia, de vida de alabanza a Dios y salvación del mundo. Persona de pocos vínculos sociales o con la sociedad.
San Egidio fue un ermitaño de origen griego, que hizo muchos milagros de curación y de conversión de pecadores. En Roma hay una Iglesia en su honor, que es sede de una “Asociación pública de laicos en la Iglesia”, la Comunidad de San Egidio, de vasta obra cristiana, entre ellas, la de trabajar por la paz del mundo.
El fundador de esa Comunidad de San Egidio, es el historiador y profesor Andrea Ricardi. Quien la fundara en 1968, a la luz del Concilio Vaticano II. Tienen sus miembros, que son más de 50.000 laicos extendidos por el planeta, la convicción de que la guerra es la madre de todas las pobrezas. Y en su contribución por la paz y la humanización del mundo, se han ofrecido y han sido aceptados como mediadores en procesos de paz en países tales como Mozambique, Argelia, Uganda, entre otros. Han triunfado en ese rol, también.
El 30 de septiembre de 2013 en el marco del Encuentro Internacional por la Paz, organizado por la Comunidad, el Papa Francisco dirigió un discurso, previamente, fue presentado por el profesor Ricardi.
En ese discurso, el actual Pontífice, recordó el Encuentro de Asís, de 1986, convocado por el hoy santo Juan Pablo II, donde fuera acuñada la frase “la valentía de la esperanza”. Encuentro que contó con la participación de personalidades de todas las religiones y de exponentes laicos y humanistas. Allí se dijo: “Nunca más unos contra otros, sino junto a otros”.
Esa convocatoria se efectuó en un contexto histórico donde todavía el Muro de Berlín no había caído y existían los dos bloques que dividían al mundo. Se necesitaba la valentía de la esperanza y del diálogo para conservar “encendida la lámpara de la esperanza, rezando y trabajando por la paz”.
Hoy el mundo de nuevo, a lo mejor más que nunca, necesita la paz con urgencia. Hay que tener un grito de dolor como el de Juan XXIII, en Pacem in terris, que clamaba porque las potencias no fueran a destruir atómicamente a la humanidad.
La construcción de la paz es responsabilidad de todos. Un líder religioso es siempre hombre o mujer de paz (Francisco dixit). No sólo líderes religiosos. Todos debemos ser artesanos de la paz. No importa el tamaño de tu contribución, de mi contribución, para alcanzarla.
Hay que extinguir el odio. Levantar las sendas de la cultura del diálogo y del encuentro, es prédica constante de nuestro santo Papa que, incluso lo recomendó a Venezuela, que vive en constante crispación.

Que oración y diálogo crezcan juntos y no disminuyan juntos.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo