Si algo valioso hemos de cuidar, es nuestra vida interior.
Allí nuestra voluntad – que debemos cultivar – debe mandar por siempre. Hombre de recia voluntad, es el que tiene su voluntad en sintonía con la voluntad de Dios.
Debemos evitar caer en vacío interior, en aislamiento, en
estar anclado en sí mismo. Nuestra vinculación ha de ser con Jesucristo, porque
con él nace y renace la alegría.
Nada más perjudicial que caer en tristeza. Podría estarse a
un paso de la depresión. Parece increíble, pero, según estadísticas serias y
científicas, los índices de estados depresivos son alarmantes en países donde
hay abundancia de consumo de bienes materiales.
Según Francisco, “es una tristeza individualista, que brota
del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales,
de la conciencia aislada” (Evangelii Gaudium, 1).
Siempre debemos proyectarnos en la sociedad y servirle con
gratuidad. No decir, como recientemente sostenía un profesional de la medicina,
que él no iba a atender más a pobres sino sólo a ricos. Que con 8 pacientes en
la mañana a 1500 Bs., la consulta, y otros 8, en la tarde, más que suficiente,
amén las operaciones. Otro, se negaba a operar a un paciente porque le faltaban
2000 Bs. para cubrir los elevados
honorarios profesionales. Ya no hay espacio, en esa conciencia, para los
pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la alegría de su amor,
ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.
Que quede claro que no sólo ocurre en el ámbito de los
médicos – no digo que todos actúen de la misma manera, Dios quiera que sea así
– sino en el campo de una sociedad enferma de indiferencia, de avaricia, de
codicia, de falta de sensibilidad, de no tener compromiso con el prójimo, de no
compartir. De bachaquear para vender medicinas escasas, con precios por el
cielo, alimentos con ganancias de hasta 700 por ciento. De restaurantes que hasta
es un peligro por sólo mirarles (fácil es una factura de 10.000 bolívares por
un almuerzo sencillo)… y dejo de contar. Es dramática, dura, la situación que
se “vive”. Hace que la alegría no se viva del mismo modo. Pero ella, es capaz
de permanecer “como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser
infinitamente amado, más allá de todo” (EG, 6).
El Papa Francisco “invita a cada cristiano, en cualquier
lugar y situación en que se encuentre, a renovar ahora mismo su encuentro
personal con Jesucristo o, al menos, a tomar la decisión de dejarse encontrar
por Él, de intentarlo cada día sin descanso” (EG, 3).
Dios espera cambios de actitudes, aguarda por el
arrepentimiento. Jesús nos habla del perdón, de perdonar siempre, al que se
arrepiente.
Estoy seguro que quien tiene una conciencia pura, quien ha
aceptado a Cristo en su vida, es persona de alegría. Siente la alegría evangélica, al leer la Biblia.
En las Sagradas Escrituras encontrará: “Alégrate es en el
saludo del ángel a María (Lc 1, 28); la visita de María a Isabel hace que Juan
salte de alegría en el seno de su madre” (cf. Lc 1, 41). En su canto María
proclama: “Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador” (Lc 1, 47).
Cuando Jesús comienza su ministerio, Juan exclama: “Esta es mi alegría, que ha
llegado a su plenitud” (Jn 3, 29); “Jesús mismo se llenó de alegría en el
Espíritu Santo” (Lc 10, 21); El promete a los discípulos: “Estaréis tristes,
pero vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn 16, 20) ( EG, 5).
Francisco nos pide, a través de una interrogante, que
entremos en ese río de alegría.
Termino estas notas citando largo y extendido a
nuestro santo Papa: “la sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las
ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar alegría”. Es criterio
de Pablo VI que el Pontífice actual hace suyo. Y agrega: “Puedo decir que los
gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de
personas muy pobres que tienen poco a que aferrarse. También recuerdo la
genuina alegría de aquellos que, aun en
medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón
creyente, desprendido y sencillo” (EG, 7).
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo