Pablo Vi publicó la Carta Apostólica
Octogésima Adveniens el 14 de mayo de 1971, con ocasión de los 80 años de haber
entrado en vigencia la encíclica Rerum Novarum. Se la dirigió al Cardenal
Mauricio Roy, que presidía un Pontificio Laical, génesis de la Comisión de
Justicia y Paz.
Leyéndola, en concordancia con la
realidad mundial y nacional, vemos que hay que dar respuestas a un mundo de
cambio. ¿Cuáles serían esas respuestas? Sin duda, que aunque las realidades
pueden ser iguales o parecidas difícilmente se pueda dar una solución
universal. Las soluciones dependerán de cada circunstancia nacional – dentro de
ésta hay diferencias entre las regiones -, obviamente, las de otros países
responderán a sus condiciones sociales, económicas, culturales y religiosas. De
plano, rechazo un mundo unidimensional u homogeneizado que dé al traste
principalmente con las culturas de los pueblos.
El esfuerzo de las soluciones si debe
ser de unidad de todos por lograrlas para un mundo de justicia y de paz.
Han crecido los cordones de miseria
al lado de “megalópolis” (urbanizaciones), donde el despilfarro y el consumismo
es una afrenta permanente para el proletariado que forman esos cordones. Paz
con estas condiciones es casi imposible de lograr. Son las consecuencias de las
desigualdades sociales, de la desequilibrada distribución de la riqueza y de
carencia de vida fraterna que podría lograrse con centros culturales,
espirituales, recreativos, lugares para encuentros comunitarios, que eviten el
aislamiento y la indiferencia social.
Esos centros, especialmente los
deportivos, podrían ser proclives al diálogo y encuentro permanentes entre
jóvenes y generaciones adultas. La discriminación ha de ser erradicada en
contra de jóvenes, mujeres, ancianos, minusválidos, etc. Esos centros, el arte,
los talleres, conferencias, y otros similares, llevan al encuentro, a mirar al
otro y no tenerle miedo. Llevan a la construcción de la justicia, de la paz, de
la fe y de la esperanza de un mundo más humano.
La imaginación de las clases
pudientes debe estar dirigida a crear numerosas fuentes de trabajo. A enseñar
el valor de la economía y a rechazar el delito económico, ese que realiza el
intermediario al aumentar arbitrariamente los precios de los productos. Se hace
necesario consagrar el delito económico en las constituciones y leyes penales.
Los medios de comunicación social
públicos y privados deben estar dirigidos a crear una cultura para la vida y no
para fomentar el odio, el resentimiento o para la ganancia exclusiva, si son
privados. La verdad de las informaciones
es sagrada. El ejemplo debe partir primero de los gobiernos en el uso de los
medios que, además de respetar la verdad de la información, lo haga también con
la dignidad personal de quien disienta.
Cultura por un sistema libre de
contaminación. Velar por ciudades limpias, arborizadas, oasis de arte, de
creación y de humanidad.
Enseñar que los conflictos se
solucionan dialogando. E invertir más en educación que en armamentos.
Todo
cristiano tiene el compromiso de intervenir en política al servicio de los
demás; pero Pablo VI advierte que una misma fe cristiana puede conducir a
compromisos diferentes. Tener conciencia de la solidez del cristianismo ante
las ideologías.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo