Yo no me anoto entre los que dicen que ser rico es malo, ni
tampoco asumo la posición respetada, pero no compartida, de algunos que
rechazan la riqueza.
Ante el tema, afirmo que la riqueza cuando se concentra en
pocas manos y éstas no se ocupan en hacer empresas, crear millones de empleos
dignos, ni hacen más obras de caridad, de beneficencia, produce malestar social
y sus inevitables dolorosas consecuencias.
San Basilio aseguraba que la riqueza es como el agua. Si la
riqueza se distribuye equitativamente, con sentido social, atendiendo al bien
común es como el agua que si continuamente baja por una cascada estará pura,
limpia, cristalina; pero si no es así y se encharca, se pudre.
Si sigo acudiendo a los santos y menciono a San Juan
Crisóstomo y lo hago de manera literal, éste, que era boca de oro por su verbo
en homilías que aún resuenan, nos definirá la riqueza y la pobreza, y contento
con lo que basta.
“Aprendamos de éste Lázaro a no tener por dichosos a los
ricos ni por desgraciados a los pobres. O, más bien, si hay que decir la
verdad, no es rico el que está rodeado de muchas cosas, sino el que no necesita
de muchas, ni es pobre el que no posee nada, sino el que desea muchas cosas. He
aquí lo que debemos de tener por definición de la riqueza y pobreza. Luego, si
ves a uno que codicia muchas cosas, aun cuando fuere dueño de las riquezas de
todos, tenlo por el más pobre de todos. Si ves, por el contrario, que no
necesita de muchas cosas, aun cuando nada posea, tenlo por el hombre más
opulento del mundo”. Continúa San Juan Crisóstomo y dice: “Aquellos, que se
contentan con lo suyo y no asechan los bienes ajenos, aun cuando sean los más
pobres del mundo, hay que tenerlos por los más opulentos. Efectivamente, el que
no necesita de lo ajeno, sino que se contenta con lo que le basta, es el hombre
más rico del mundo”.
El joven que quería entrar al Reino de Dios, en El Valor de
las riquezas, Mc 10, 17-22, Jesús le dice “vende cuanto tienes y dalo a los
pobres”.
Para San Clemente de Alejandría, el Señor no manda que
tiremos nuestra hacienda y nos apartemos del dinero. El quiere que desterremos
de raíz la codicia, que ahoga la verdadera vida. Si botáramos la riqueza, si no
tener nada fuera ser feliz, los indigentes, los que andan por el mundo sin
conocimiento de Dios, serían inmensamente felices, lo que no es cierto.
El Señor quiere que arranquemos de raíz lo que es ajeno al
espíritu. He aquí la doctrina digna del Salvador.
Poseer lo suficiente y no angustiarse por tenerlo que buscar,
y, por otra socorrer a los que convenga. ¿Qué comunión puede haber si no
tenemos nada?
La riqueza hay que ponerla al servicio de la justicia y hacer
el bien con ella. Sólo así ser rico no es malo.
Por nada en el mundo deseo el malvado hecho
rico… esperemos sus resultados.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo