viernes, 28 de agosto de 2015

Reflexiones sobre la Encíclica Laudato si, del Papa Francisco

Roma, el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015, tercero del Pontificado del Papa, Francisco daba a todas las naciones del mundo, a todas las lenguas, creyentes y no creyentes, cristianos y no cristianos, un regalo: la Encíclica Laudato si.
Se dirigía a todos los habitantes del planeta tierra y el mensaje de entrada era: Deber de cuidar la Casa Común, que nos atañe a todos, sin distingos de ningún tipo.
Se inspiró, para dictar la encíclica, en un modelo; pero que sean sus propias palabras que lo diga: “No quiero desarrollar esta encíclica sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por muchos que no son cristianos… En él se advierte simplicidad y una maravillosa armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS n. 10).
Era San Francisco de Asís, y Laudato si, era parte, del italiano que, allá, por los 1100 D.C., se hablaba: Laudato si, mi signori (Alabado seas mi Señor). Alabado sea Dios autor de tanta belleza: La Creación.
Dictar un taller puede ser cosa de un breve momento, o de que éste, sirva de acicate, de motivación para otros encuentros que lleven a la investigación y a la práctica o aplicación de la teoría. En el espíritu, propósito y razón del Papa Francisco está el darle cumplimiento de la encíclica, darle seguimiento, dada la urgencia que la tierra, la Casa Común, plantea, con sus gemidos de evidentes sufrimientos. Ya no es tiempo de declaraciones o de cumbres que, aun cuando sean necesarias, se quedan más en el plano de lo teórico que de actuaciones concretas sobre la realidad. El Papa quiere que tengamos conciencia de que la realidad es más importante que la idea. Que entre ambas haya un diálogo permanente en búsqueda de soluciones.
En ese orden, se inscribe, el establecer una Oración Mundial por la “Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación”, que se celebrará cada 1 de septiembre de cada año, partiendo del próximo. Además, porque en diciembre 2015, en Paris, la ONU, celebrará una cumbre para la regulación de lo atinente al cambio climático, que preocupa a la entera humanidad.
¿Por qué el 1 de septiembre?
Porque el 1 de septiembre la Iglesia Ortodoxa conmemora su día de protección del medioambiente, y Francisco ha querido darle un simbolismo adicional en las relaciones entre las ramas de la cristiandad oriental y de occidente.
Desde un primer momento, Francisco quiere que los cristianos nos convirtamos en Custodios de la Creación.
Fundamento de esta encíclica en principio es la propuesta de paz que, San Juan XXIII hiciera en su encíclica Pacem in terris, siempre vigente. Allí hay un llamado al diálogo entre todos, y Francisco lo pone de relieve: diálogo entre religiones, diálogo con ateos, diálogo entre cristianos, con todos. El ambiente es asunto que atañe a la vida de cuantos vivimos en la tierra.
Siguiendo con los fundamentos de Laudato si, otro es el consagrado en la encíclica Octogésima adveniens del beato Pablo VI: la posibilidad de “una catástrofe ecológica”.
San Juan Pablo II, avanzó, llamando a una  conversión ecológica global en Catequesis del 17 de enero de 2001, y en su Carta Encíclica Redemptor hominis, 15; hablando, también de “ecología humana”, en Centesimus annus, del 1 de mayo, 84.
Benedicto XVI sostiene que “eliminar las causas estructurales de las disfunciones de la economía mundial… para garantizar el respeto del medio ambiente” (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la SS del 8-1-2007, 73).
No perdamos de vista que el hombre es espíritu y voluntad; pero es también naturaleza.
Todos esos fundamentos, amen los aportes de numerosos científicos, filósofos, religiosos, teólogos y organizaciones sociales que enriquecen a la Iglesia, en especial a Laudato si.
El Patriarca Bartolomé pide el arrepentimiento por los pecados cometidos contra la Creación. Que haya un cambio del hombre. Aceptar el mundo como “sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo en una escala global”.
Francisco habla de ecología integral que nos conecta con lo humano, como afirma Tomás de Celano en Vida primera de San Francisco de Asís. El santo decía que la naturaleza es un espléndido libro en el cual Dios nos habla. El es autor de tanta belleza, que hoy destruye el ser humano.
Las cosas pueden cambiar porque todo hombre puede arrepentirse de sus pecados, y en un contacto con su vida interior puede asumir el compromiso de  ser mejor: De aceptar a Dios, de respetar la naturaleza, al prójimo y a su vida interior.
Hay muchos ejes que atraviesan la estructura de la encíclica Laudato si: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica del nuevo paradigma y formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y local, la globalización, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo estilo de vida.
Su estructura es: Una introducción; y seis capítulos que, los iniciales son si se quiere el fundamento, el marco teórico; y uno - el 6 - que, en mi criterio, nos anima a tomar medidas en la cotidianidad en beneficio de la ecología integral y del ambiente. Finaliza con dos oraciones dedicadas a la tierra y a la creación.
Finalizo haciendo breve referencia al capítulo 6: Un gran desafío: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado a buscar un nuevo comienzo… Que el nuestro sea un tiempo por el despertar de una nueva referencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la sostenibilidad; por  el aceleramiento en la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida” (Carta de la Tierra, La Haya 29 de junio 2000).
Salir de sí mismo hacia el otro, para cuidar a los demás, para evitar el sufrimiento o el deterioro de los que nos rodean. Autotrascenderse. Romper con una conciencia aislada. Hace brotar la necesidad de una reacción moral, de considerar el impacto que produce cada acción y cada decisión personal fuera de sí mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo. Optar por un estilo de vida alternativo que se convierte en cambio notable en la sociedad. Ya no se será esclavo de necesidades artificiales ni víctima de compras y gastos innecesarios. Ya se estará en condiciones de acercarnos cada día más a la verdadera y única libertad, la que Dios, al crearnos, nos confirió. Ya estaremos en condiciones de tener una vida con sentido. De no inhibirnos, de participar.
No todos estamos en condiciones de hacer política partidista; pero si estamos en condiciones de ser consumidores responsables, conscientes de que “comprar es siempre un acto moral”, de participar en asociaciones de consumidores, u otras en pro de la vida, de la paz, del amor, de calidad de espacios públicos y privados, etc.,  en realizar pequeñas acciones en la vida cotidiana.
Veamos lo que al respecto dice el santo Papa Francisco: “Si una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más, habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas acciones cotidianas y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarla hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo  que razonablemente se podrá comer, tratar con cuidado a los demás seres vivos, utilizar  transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas, plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una generosa y digna creatividad que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de reutilizar algo  en lugar de desecharlo rápidamente a partir de profundas motivaciones, puede ser un  acto de amor que exprese nuestra propia dignidad”.
Finalizo llamando a la lectura detenida de Laudato si, a su estudio, a la realización de talleres, cursos, conferencias, conversatorios, etc., pero sobre todo haciendo lo necesario por seguirla y aplicarla, conscientes de que la sumatoria global, nacional y loca,l de pequeñas acciones cotidianas, pueden cambiar al mundo. Tengamos fe en Dios, en Jesucristo y sigamos a San Francisco de Asís y su amor por todos.

3 comentarios:

  1. Felicitaciones a mi entrañable amigo y colega Rafael. Su aporte nos permitirá despertar de esta pesadilla institucional.

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    1. Dios le dé a ud., mi apreciado y entrañable amigo, Dr. Aníbal Rueda, salud y muchos años más de vida, aunados a su fortaleza espiritual, para ver pasar esta pesadilla. Un gran abrazo y ojalá tengamos la dicha de poder mantenernos más en contacto.

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    2. Dios le dé a ud., mi apreciado y entrañable amigo, Dr. Aníbal Rueda, salud y muchos años más de vida, aunados a su fortaleza espiritual, para ver pasar esta pesadilla. Un gran abrazo y ojalá tengamos la dicha de poder mantenernos más en contacto.

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Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo