Roma, el 24 de mayo, Solemnidad de Pentecostés, del año 2015,
tercero del Pontificado del Papa, Francisco daba a todas las naciones del
mundo, a todas las lenguas, creyentes y no creyentes, cristianos y no
cristianos, un regalo: la Encíclica Laudato si.
Se dirigía a todos los habitantes del planeta tierra y el
mensaje de entrada era: Deber de cuidar la Casa Común, que nos atañe a todos,
sin distingos de ningún tipo.
Se inspiró, para dictar la encíclica, en un modelo; pero que
sean sus propias palabras que lo diga: “No quiero desarrollar esta encíclica
sin acudir a un modelo bello que puede motivarnos. Tomé su nombre como guía y
como inspiración en el momento de mi elección como Obispo de Roma. Creo que
Francisco es el ejemplo por excelencia del cuidado de lo que es débil y de una
ecología integral vivida con alegría y autenticidad. Es el santo patrono de
todos los que estudian y trabajan en torno a la ecología, amado también por
muchos que no son cristianos… En él se advierte simplicidad y una maravillosa
armonía con Dios, con los otros, con la naturaleza y consigo mismo. En él se
advierte hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la
justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS n.
10).
Era San Francisco de Asís, y Laudato si, era parte, del
italiano que, allá, por los 1100 D.C., se hablaba: Laudato si, mi signori
(Alabado seas mi Señor). Alabado sea Dios autor de tanta belleza: La Creación.
Dictar un taller puede ser cosa de un breve momento, o de que
éste, sirva de acicate, de motivación para otros encuentros que lleven a la investigación
y a la práctica o aplicación de la teoría. En el espíritu, propósito y razón
del Papa Francisco está el darle cumplimiento de la encíclica, darle
seguimiento, dada la urgencia que la tierra, la Casa Común, plantea, con sus
gemidos de evidentes sufrimientos. Ya no es tiempo de declaraciones o de
cumbres que, aun cuando sean necesarias, se quedan más en el plano de lo
teórico que de actuaciones concretas sobre la realidad. El Papa quiere que
tengamos conciencia de que la realidad es más importante que la idea. Que entre
ambas haya un diálogo permanente en búsqueda de soluciones.
En ese orden, se inscribe, el establecer una Oración Mundial
por la “Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación”, que se
celebrará cada 1 de septiembre de cada año, partiendo del próximo. Además,
porque en diciembre 2015, en Paris, la ONU, celebrará una cumbre para la
regulación de lo atinente al cambio climático, que preocupa a la entera
humanidad.
¿Por qué el 1 de septiembre?
Porque el 1 de septiembre la Iglesia Ortodoxa conmemora su
día de protección del medioambiente, y Francisco ha querido darle un simbolismo
adicional en las relaciones entre las ramas de la cristiandad oriental y de
occidente.
Desde un primer momento, Francisco quiere que los cristianos
nos convirtamos en Custodios de la Creación.
Fundamento de esta encíclica en principio es la propuesta de
paz que, San Juan XXIII hiciera en su encíclica Pacem in terris, siempre
vigente. Allí hay un llamado al diálogo entre todos, y Francisco lo pone de
relieve: diálogo entre religiones, diálogo con ateos, diálogo entre cristianos,
con todos. El ambiente es asunto que atañe a la vida de cuantos vivimos en la
tierra.
Siguiendo con los fundamentos de Laudato si, otro es el
consagrado en la encíclica Octogésima adveniens del beato Pablo VI: la
posibilidad de “una catástrofe ecológica”.
San Juan Pablo II, avanzó, llamando a una conversión ecológica global en Catequesis del
17 de enero de 2001, y en su Carta Encíclica Redemptor hominis, 15; hablando,
también de “ecología humana”, en Centesimus annus, del 1 de mayo, 84.
Benedicto XVI sostiene que “eliminar las causas estructurales
de las disfunciones de la economía mundial… para garantizar el respeto del
medio ambiente” (Discurso al Cuerpo Diplomático acreditado ante la SS del 8-1-2007,
73).
No perdamos de vista que el hombre es espíritu y voluntad;
pero es también naturaleza.
Todos esos fundamentos, amen los aportes de numerosos
científicos, filósofos, religiosos, teólogos y organizaciones sociales que
enriquecen a la Iglesia, en especial a Laudato si.
El Patriarca Bartolomé pide el arrepentimiento por los pecados
cometidos contra la Creación. Que haya un cambio del hombre. Aceptar el mundo
como “sacramento de comunión, como modo de compartir con Dios y con el prójimo
en una escala global”.
Francisco habla de ecología integral que nos conecta con lo
humano, como afirma Tomás de Celano en Vida primera de San Francisco de Asís.
El santo decía que la naturaleza es un espléndido libro en el cual Dios nos
habla. El es autor de tanta belleza, que hoy destruye el ser humano.
Las cosas pueden cambiar porque todo hombre puede
arrepentirse de sus pecados, y en un contacto con su vida interior puede asumir
el compromiso de ser mejor: De aceptar a
Dios, de respetar la naturaleza, al prójimo y a su vida interior.
Hay muchos ejes que atraviesan la estructura de la encíclica
Laudato si: la íntima relación entre los pobres y la fragilidad del planeta, la
convicción de que en el mundo todo está conectado, la crítica del nuevo
paradigma y formas de poder que derivan de la tecnología, la invitación a
buscar otros modos de entender la economía y el progreso, el valor propio de
cada criatura, el sentido humano de la ecología, la necesidad de debates
sinceros y honestos, la grave responsabilidad de la política internacional y
local, la globalización, la cultura del descarte y la propuesta de un nuevo
estilo de vida.
Su estructura es: Una introducción; y seis capítulos que, los
iniciales son si se quiere el fundamento, el marco teórico; y uno - el 6 - que,
en mi criterio, nos anima a tomar medidas en la cotidianidad en beneficio de la
ecología integral y del ambiente. Finaliza con dos oraciones dedicadas a la
tierra y a la creación.
Finalizo haciendo breve referencia al capítulo 6: Un gran
desafío: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos hace un llamado
a buscar un nuevo comienzo… Que el nuestro sea un tiempo por el despertar de
una nueva referencia ante la vida; por la firme resolución de alcanzar la
sostenibilidad; por el aceleramiento en
la lucha por la justicia y la paz y por la alegre celebración de la vida” (Carta
de la Tierra, La Haya 29 de junio 2000).
Salir de sí mismo hacia el otro, para cuidar a los demás,
para evitar el sufrimiento o el deterioro de los que nos rodean.
Autotrascenderse. Romper con una conciencia aislada. Hace brotar la necesidad
de una reacción moral, de considerar el impacto que produce cada acción y cada
decisión personal fuera de sí mismo. Cuando somos capaces de superar el individualismo.
Optar por un estilo de vida alternativo que se convierte en cambio notable en
la sociedad. Ya no se será esclavo de necesidades artificiales ni víctima de
compras y gastos innecesarios. Ya se estará en condiciones de acercarnos cada
día más a la verdadera y única libertad, la que Dios, al crearnos, nos
confirió. Ya estaremos en condiciones de tener una vida con sentido. De no
inhibirnos, de participar.
No todos estamos en condiciones de hacer política partidista;
pero si estamos en condiciones de ser consumidores responsables, conscientes de
que “comprar es siempre un acto moral”, de participar en asociaciones de
consumidores, u otras en pro de la vida, de la paz, del amor, de calidad de
espacios públicos y privados, etc., en
realizar pequeñas acciones en la vida cotidiana.
Veamos lo que al respecto dice el santo Papa Francisco: “Si
una persona, aunque la propia economía le permita consumir y gastar más,
habitualmente se abriga un poco en lugar de encender la calefacción, se supone
que ha incorporado convicciones y sentimientos favorables al cuidado del
ambiente. Es muy noble asumir el deber de cuidar la creación con pequeñas
acciones cotidianas y es maravilloso que la educación sea capaz de motivarla
hasta conformar un estilo de vida. La educación en la responsabilidad ambiental
puede alentar diversos comportamientos que tienen una incidencia directa e
importante en el cuidado del ambiente, como evitar el uso de material plástico
y de papel, reducir el consumo de agua, separar los residuos, cocinar sólo lo que razonablemente se podrá comer, tratar con
cuidado a los demás seres vivos, utilizar
transporte público o compartir un mismo vehículo entre varias personas,
plantar árboles, apagar las luces innecesarias. Todo esto es parte de una
generosa y digna creatividad que muestra lo mejor del ser humano. El hecho de
reutilizar algo en lugar de desecharlo
rápidamente a partir de profundas motivaciones, puede ser un acto de amor que exprese nuestra propia
dignidad”.
Finalizo llamando a la lectura detenida de
Laudato si, a su estudio, a la realización de talleres, cursos, conferencias, conversatorios,
etc., pero sobre todo haciendo lo necesario por seguirla y aplicarla,
conscientes de que la sumatoria global, nacional y loca,l de pequeñas acciones
cotidianas, pueden cambiar al mundo. Tengamos fe en Dios, en Jesucristo y
sigamos a San Francisco de Asís y su amor por todos.
Felicitaciones a mi entrañable amigo y colega Rafael. Su aporte nos permitirá despertar de esta pesadilla institucional.
ResponderBorrarDios le dé a ud., mi apreciado y entrañable amigo, Dr. Aníbal Rueda, salud y muchos años más de vida, aunados a su fortaleza espiritual, para ver pasar esta pesadilla. Un gran abrazo y ojalá tengamos la dicha de poder mantenernos más en contacto.
BorrarDios le dé a ud., mi apreciado y entrañable amigo, Dr. Aníbal Rueda, salud y muchos años más de vida, aunados a su fortaleza espiritual, para ver pasar esta pesadilla. Un gran abrazo y ojalá tengamos la dicha de poder mantenernos más en contacto.
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