¡Ofrece el perdón, recibe la Paz!
“Olvido y perdón son…, el nuevo implícito en la audiencia que
Francisco brindó a Raúl Castro” (Jurate Rosales)
Leyendo a la directora de la revista Zeta, en su columna El
Diario, y su trabajo “Señor Papa, ora pro nobis”, recordé a san Juan Pablo II
en su Mensaje de 1997, por la Paz Mundial, titulado, ¡Ofrece el Perdón, recibe
la Paz! Al Sumo Pontífice le digo: Francisco ora por Venezuela que recurrimos a
vos, no nos abandones.
Si, como creyentes o como Iglesia, no somos capaces de pedir
u ofrecer el perdón, nos constituiríamos en la negación del Príncipe de la Paz:
Jesucristo, nuestra Paz.
Estamos cerca de grandes cambios globales. Señales hay que,
hace poco tiempo, parecían impensables. Este ambiente nos lleva a ser
peregrinos de la paz, cada quien desde su posición (Creyentes, personas de
buena voluntad, obispos, sacerdotes, diáconos, padres y madres de familia,
educadores, políticos, gobernantes, jóvenes…); peregrinaje que tiene por finalidad
desarrollar una sólida “cultura de la paz”, obviamente, opuesta a la “cultura
de la guerra” o del recurso a las armas como “medio rápido para afrontar
problemas” (Mensaje No. 3).
Sueño con la existencia de Escuelas Especializadas de Paz
diseminadas por el mundo entero. Las Iglesias tienen mucho que aportar en ese
cometido. Formar agentes de paz empezando desde los niños y jóvenes, las
futuras generaciones que regirán al mundo.
Se enseñaría la importancia de la reconciliación, del perdón,
de cómo curar las heridas causadas por ofensas, guerras, violencia,
catástrofes, etc., cómo reincorporar a las víctimas a las sociedades; con
enseñanzas teóricas pero más prácticas
que teóricas.
Hay que ver la paz como procesos para lograrla; pero se
requiere de un perdón sincero que, a la vez, sea aceptado por quien lo recibe;
evitar que las heridas dejen de estar abiertas o dejen de sangrar; que las ansias de venganza o revancha
desaparezcan.
El perdón tiene una lógica, la del amor infinito de Dios. La
Iglesia lo proclama a diario y lo ha hecho durante más de dos mil años.
Hay que acoger el perdón cordial. Hay que concientizar el
Padre Nuestro, no recitarlo mecánicamente.
El perdón es un acto de gratuidad; se funda en el amor; pero
tiene exigencias: el respeto de la verdad. Sólo Dios es la verdad absoluta. La
verdad evita la mentira y la falsedad, que llevan a la desconfianza, sospecha y
divisiones. Tenemos que la corrupción y la manipulación ideológica son
contrarias a la verdad. Otra exigencia, esencial para que el perdón triunfe, lo
mismo que la reconciliación, es la justicia, que tiene su fundamento último en
la ley de Dios y en su designio de amor y de misericordia sobre la humanidad
(Dives in misericordia 14) (Mensaje No. 5). #ElPerdonEsEncialParaLaPaz
Seamos, como lo dice San Francisco, instrumentos
de paz. Encontramos apoyo, como católico que soy, en la Sagrada Escritura, en
la Doctrina Social de la Iglesia, en el Magisterio de la Iglesia, en declaraciones
universales, en constituciones, leyes, organismos nacionales e internacionales
que trabajan por la paz. “Bienaventurados los que trabajan por la paz” donde
quiera que se encuentren, que, saben que es difícil su logro pero no utópico ni
imposible. Por la paz vale la pena todo esfuerzo. #SerInstrumentosDePaz
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo