“Tierra de mañana tranquila” Papa Francisco.
En tensión permanente vive Corea del Sur ante un vecino
dominado por una dictadura comunista cruel, despiadada, para la cual la
libertad y dignidad humana nada valen. No entro en detalles de sus
horripilantes ejecutorias recientes, ordenadas por el “joven” que está al
frente de Corea del Norte. Por pura “coincidencia” lanzó unos misiles para
celebrar la independencia del yugo japonés, el día que llegó a esa región
nuestro santo Papa.
No hace muchos días amenazó, ese “joven” a los Estados Unidos
con una guerra nuclear. De volar la Casa Blanca.
Hasta esa tensionada nación, tierra de mañana tranquila,
viajó Francisco. Tierra de gente amistosa y cordial, de bellezas naturales y
riqueza histórica y cultural.
La valentía del Papa le ha conducido a una región que “ha
sufrido durante años la violencia, la persecución y la guerra fría, pero que
nunca ha perdido la esperanza, firme en la justicia, paz y unidad”, valores que
no sólo deben regir en esta parte asiática del planeta, sino en el mundo
entero. Venezuela, obviamente, no es la excepción.
Francisco asistió para estar presente en la VI Jornada de la
Juventud Asiática, que reunió a más de dos mil delegados de numerosos países de
ese inmenso continente. Todo en aras de una gozosa celebración de la fe en
Jesucristo.
La cultura coreana ha sabido respetar a los ancianos y la
sabiduría que ellos guardan, y reconocerles su puesto en la sociedad. Muchos
han vivido el martirio por vivir totalmente para Dios y por hacer el bien a los
demás.
Los jóvenes aprenden
mucho de los ancianos, y éstos de ellos.
A los jóvenes hay que enseñarles valores, entenderles en sus
anhelos y preocupaciones. Educarles en el don de la paz.
Corea ha sufrido mucho por la ausencia de paz. Realiza muchos
esfuerzos por la reconciliación, incluso, no pierden la esperanza de ver unida
a las dos Coreas en una sola. Esos esfuerzos hay que apoyarlos para el logro de
la estabilidad de toda esa región y de todo el mundo, cansado de las guerras,
de la violencia y de la confrontación permanentes que sólo debilitan y
destruyen.
Diplomacia y no guerra. Para
Francisco la diplomacia es arte, es diálogo, es escucha atenta, sin
recriminaciones ni críticas inútiles ni demostraciones de fuerza. Para él, la
paz no consiste simplemente en la ausencia de guerra, sino que “es obra de la
justicia” (cf. Is 32, 17).
La justicia, como virtud, requiere la disciplina de la
paciencia. No se trata de olvidar las injusticias del pasado, sino de superarlas
mediante el perdón (Mt 18, 21 s), la tolerancia y la colaboración.
Todos construyamos la paz en estos días tan
peligrosos en la tierra. Oremos para que cesen las guerras. Se necesitan
hombres y mujeres sabios, virtuosos y profundamente espirituales, ganados, con
desinterés, ajenos a intereses propios, para conseguir urgentemente en el mundo
la paz, la justicia y la unidad.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo