La dimensión social de la evangelización nos lleva a hacer
presente en el mundo, el Reino de Dios. A asumir compromisos por el bien común,
la justicia y la paz. Esta se construye día a día luchando por el desarrollo
integral de todos los hombres y mujeres que habitamos en este sufrido planeta
tierra.
No podemos permitir, en aras del respeto de la dignidad humana,
que nos arrastren como masa; al contrario, estamos obligados a participar por
la existencia de una ciudadanía, que tenga vida política, paz, justicia y
fraternidad.
Hemos venido estudiando y meditando, sacándole el jugo, a la Exhortación
Apostólica Evangelii Gaudium, del Papa Francisco. El habla de cuatro
principios que aplicados garantizan el
desarrollo “de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las
diferencias se armonicen en un proyecto común” (EG, 221). Son principios que “brotan
de los grandes postulados de la Doctrina Social de la Iglesia” y que están
relacionados con la realidad social.
Son cuatro: 1. El tiempo es superior al espacio. Permite
trabajar a largo plazo sin obsesionarse por los resultados inmediatos (EG, 223),
que pueden producir “un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no
construyen la plenitud humana” (EG 224). Hay que evitar la velocidad, andar sin
prisa pero sin pausa, siguiendo procesos, “sin ansiedad pero sí con
convicciones claras y tenacidad”, con calma y cordura.
Este criterio también “es muy propio de la evangelización,
que requiere tener presente el horizonte, asumir los procesos posibles y el
camino largo” (EG, 225). Esperar la acción del Espíritu Santo, la de la Palabra
de Dios.
2. La unidad prevalece sobre el conflicto. Es necesario este
principio, para construir la “comunión en las diferencias”, “la amistad social”;
pero eso sí, asumiendo el conflicto, resolverlo y transformarlo en el eslabón
de un nuevo proceso (EG, 226).
Dice nuestro santo Papa que “este criterio evangélico nos
recuerda que Cristo ha unificado todo en
sí: cielo y tierra. Dios y hombre, tiempo y eternidad, carne y espíritu,
persona y sociedad. La señal de esta unidad y reconciliación de todo en sí es la paz. Cristo es nuestra paz” (Ef 2, 14).
Hay una frase muy hermosa que no puedo pasar por alto: “diversidad
reconciliada”, enseñanza de los Obispos del Congo (EG, 230).
3. La realidad es más importante que la idea. Como la
realidad es y la idea se elabora, se hace imprescindible un diálogo permanente
entre realidad social e idea. Razonar
esa realidad, verla con “objetividad armoniosa”. De otro modo se manipula la
verdad (EG 232).
No ver objetivamente la realidad social, hace que el pueblo
no siga al dirigente político o religioso. Porque no los comprenden. Hacen un
discurso de una racionalidad ajena a la gente. Hay que encarnar la Palabra con
esa realidad. Llevarla a la práctica con obras de justicia y de caridad para que sea fecunda. No hacerlo de esa
manera es quedarnos en la pura idea. “En esto conoceréis el Espíritu de Dios:
todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne es de Dios” (1 Jn
4, 2) (EV, 233).
4. El todo es superior a la parte. Una persona no se anula
por integrar cordialmente una comunidad, siempre habrá nuevos estímulos para su
propio desarrollo. Integrarnos como locales a la globalización nos hace ampliar
la mirada, nos enriquece, nos convierte en integrales.
El evangelio que se nos envía a predicar es de
totalidad o integridad. No termina de
ser Buena Noticia hasta que no es
anunciado a todos, hasta que no fecunda y sana todas las dimensiones del hombre
y hasta que no integra a todos los hombres en la mesa del Reino. El todo es
superior a la parte. (EG, 237).
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Gracias por comentar.
Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo