El décimo mandamiento reza: No codiciar los bienes ajenos.
En 1 Re 21, 1 – 16 hay narrado un caso de codicia, que paso a analizar.
Primero: breve relato bíblico.
Nabot de Yesrael – región fértil cerca del río Jordán – tenía una viña cerca o contigua al palacio del rey Ajab, de Samaría. Él le propuso a Nabot que se la vendiera. Nabot no aceptó por ser la herencia de sus padres.
El rey va a su casa, triste, y su mujer, que era extranjera, perversa, se burla de él y le dice, ¿no eres tú el rey poderoso que manda en Israel? Levántate, come y alégrate que yo te daré esa viña.
Sus maquinaciones llevaron a enviarle cartas a los ancianos o notables de la ciudad y a dos mentirosos. Les movió a actuar, a delinquir, afirmando, falsamente que, Nabot, había ofendido a Dios y al rey.
Los mentirosos se prestaron en número de dos a ser testigos falsos.
Y en base a ese testimonio, sentenciaron a Nabot a ser apedreado. Lo hacen, asesinándolo.
Análisis de este caso de codicia.
Primero, ¿qué es codiciar? Es afán excesivo de riquezas; es avaricia, es envidia, es rapacidad.
La codicia es contraria al desinterés. Es un vicio. Es un pecado mortal.
Segundo, como pecado, es un pecado muy grave; junto a él, van otros, como el soborno, asesinato, violencia…
Tercero, por la codicia se es capaz de matar.
A Nabot lo matan para arrebatarle su viña. Herencia de sus padres.
Es acción de poderosos en su afán desordenado de acumular riquezas que les lleva al soborno, al fraude, al robo y a la violencia.
Cuarto, a Nabot le aplican la infamia y la mentira.
Le aplican tres leyes: Una, la pena de muerte por lapidación (Lv 24, 16); otra, la exigencia de dos testigos (Dt 17, 6): y la tercera, apedrearlo fuera de la ciudad para no contaminar ésta.
El poder sin límites morales actuó codiciosamente y mató a Nabot (Miq 2, 1).
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo