“Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mt 16, 18)
Cuando estoy en la iglesia Santísimo Sacramento, de la Urbanización Las Lomas, observo en varios sitios un afiche donde se hace un llamado – invitación a los jóvenes a hacerse sacerdotes. En ese afiche se aprecia la figura de un eximio sacerdote. Se trata de Monseñor Domingo Roa Pérez, quien fuera Arzobispo de Maracaibo durante muchos años y quien se ganó el respeto, la admiración y el querer de la feligresía zuliana. Que brille para su espíritu la luz eterna.
Es una invitación que lleva implícita la falta de muchas vocaciones sacerdotales. Se ha dicho que, en la Iglesia, planetariamente hablando, cada día hay menos curas. Hay mucha mies y pocos servidores.
Lejos de constituir una preocupación, la Iglesia ya tiene soluciones que pasan por caminar juntos como hermanos, sacerdotes, diáconos, laicos comprometidos y preparados, grupos y fieles en general. Y es que, durante su historia sagrada, la Iglesia siempre ha sido movida por el Espíritu Santo para encontrar sabiamente soluciones a las crisis, tempestades y tormentas internas y externas.
“…a los laicos hombres y mujeres, en razón de su condición y misión, les corresponden ciertas particularidades, cuyos fundamentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que considerar más profundamente. Los sagrados pastores conocen muy bien la importancia de los laicos al bien de toda la Iglesia” (Constitución Jerárquica de la Iglesia y particularmente el Episcopado. Capítulo IV. Los laicos. Concilio Vaticano II).
Es importante destacar lo de la obediencia de fe y su observancia. El ejemplo a seguir es el de Cristo, “…aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los sagrados Pastores como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia en su calidad de maestros y gobernantes. Y no dejen de encomendar en sus oraciones a sus Prelados…” (Constitución citada).
“Los sagrados Pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Recurran gustosos a sus prudentes consejos, encárguenles, con confianza, tareas en servicio de la iglesia y déjenles libertad, campo de acción, e incluso denles ánimo para que ellos, espontáneamente, asuman tareas propias. Consideren atentamente en Cristo, con afecto paterno” (Cfr. 1 Tes 5, 19; Jn 4, 1. Constitución citada).
Maestros para formar y capacitar a laicos. Que éstos – fieles cristianos – apoyados por sus párrocos (con el párroco siempre, contra el párroco nunca), acudan, voluntariamente, a formarse en los institutos y universidades católicos.
Es necesaria esa formación para la existencia de buenos catequistas y eficaces ejecutores de los numerosos ministerios de la Iglesia.
La evangelización depende de buenos catequistas.
Un sacerdote, destacado biblista, nos decía siempre que él prefería un laico preparado y no un sirviente de cura.
Las crisis están haciendo mirar hacia atrás sin dejar de mirar el presente y todos los avances. Hay que volver al Evangelio, a Cristo y a su debilidad, que es la forma de ser de la Iglesia. Es renovación que no revolución.
La realidad del laico ha de ser comprendida a cabalidad en medio de un mundo en mutación. La Iglesia lo entiende, por su sabiduría inspirada por el Espíritu Santo.
Oración. Señor permite a los sagrados Pastores caminar siempre juntos - como lo han venido haciendo - con diáconos, laicos preparados y feligresía en general, en beneficio de la Iglesia que tiene como cabeza a Jesucristo. Dios mío, permite que hayan más sacerdotes, muchos pero muchos más, santos y sabios, comprensivos de la mutación del mundo actual.
Cuando estoy en la iglesia Santísimo Sacramento, de la Urbanización Las Lomas, observo en varios sitios un afiche donde se hace un llamado – invitación a los jóvenes a hacerse sacerdotes. En ese afiche se aprecia la figura de un eximio sacerdote. Se trata de Monseñor Domingo Roa Pérez, quien fuera Arzobispo de Maracaibo durante muchos años y quien se ganó el respeto, la admiración y el querer de la feligresía zuliana. Que brille para su espíritu la luz eterna.
Es una invitación que lleva implícita la falta de muchas vocaciones sacerdotales. Se ha dicho que, en la Iglesia, planetariamente hablando, cada día hay menos curas. Hay mucha mies y pocos servidores.
Lejos de constituir una preocupación, la Iglesia ya tiene soluciones que pasan por caminar juntos como hermanos, sacerdotes, diáconos, laicos comprometidos y preparados, grupos y fieles en general. Y es que, durante su historia sagrada, la Iglesia siempre ha sido movida por el Espíritu Santo para encontrar sabiamente soluciones a las crisis, tempestades y tormentas internas y externas.
“…a los laicos hombres y mujeres, en razón de su condición y misión, les corresponden ciertas particularidades, cuyos fundamentos, por las especiales circunstancias de nuestro tiempo, hay que considerar más profundamente. Los sagrados pastores conocen muy bien la importancia de los laicos al bien de toda la Iglesia” (Constitución Jerárquica de la Iglesia y particularmente el Episcopado. Capítulo IV. Los laicos. Concilio Vaticano II).
Es importante destacar lo de la obediencia de fe y su observancia. El ejemplo a seguir es el de Cristo, “…aceptar con prontitud y cristiana obediencia todo lo que los sagrados Pastores como representantes de Cristo, establecen en la Iglesia en su calidad de maestros y gobernantes. Y no dejen de encomendar en sus oraciones a sus Prelados…” (Constitución citada).
“Los sagrados Pastores, por su parte, reconozcan y promuevan la dignidad y la responsabilidad de los laicos en la Iglesia. Recurran gustosos a sus prudentes consejos, encárguenles, con confianza, tareas en servicio de la iglesia y déjenles libertad, campo de acción, e incluso denles ánimo para que ellos, espontáneamente, asuman tareas propias. Consideren atentamente en Cristo, con afecto paterno” (Cfr. 1 Tes 5, 19; Jn 4, 1. Constitución citada).
Maestros para formar y capacitar a laicos. Que éstos – fieles cristianos – apoyados por sus párrocos (con el párroco siempre, contra el párroco nunca), acudan, voluntariamente, a formarse en los institutos y universidades católicos.
Es necesaria esa formación para la existencia de buenos catequistas y eficaces ejecutores de los numerosos ministerios de la Iglesia.
La evangelización depende de buenos catequistas.
Un sacerdote, destacado biblista, nos decía siempre que él prefería un laico preparado y no un sirviente de cura.
Las crisis están haciendo mirar hacia atrás sin dejar de mirar el presente y todos los avances. Hay que volver al Evangelio, a Cristo y a su debilidad, que es la forma de ser de la Iglesia. Es renovación que no revolución.
La realidad del laico ha de ser comprendida a cabalidad en medio de un mundo en mutación. La Iglesia lo entiende, por su sabiduría inspirada por el Espíritu Santo.
Oración. Señor permite a los sagrados Pastores caminar siempre juntos - como lo han venido haciendo - con diáconos, laicos preparados y feligresía en general, en beneficio de la Iglesia que tiene como cabeza a Jesucristo. Dios mío, permite que hayan más sacerdotes, muchos pero muchos más, santos y sabios, comprensivos de la mutación del mundo actual.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo