El edificio fue abandonado. El vino, lo tomó, bajo autorización de su dueño, y comenzó a cuidarlo.
Ese hecho ocurrió a finales del 90 del siglo pasado.
- Vive en uno de los apartamentos. Te voy a pagar 300.000 bolívares al mes, vacaciones, comida y un bono especial, que va a depender de tu comportamiento. Le dijo el propietario del edificio, excelente y buena persona, muy generoso. Más adelante diré el por qué.
Con su escopeta recorría el inmueble todo el día. Lo limpiaba. Lo cuidaba. Podía hacerlo porque era de cinco pisos de un apartamento cada uno, una sala de recepciones, una conserjería con comodidad y el estacionamiento en el sótano.
Tal era la atención que le prestaba, el órden y la organización, que tenía un tablero, donde colocaba las llaves de todo el edificio. De closets, puertas de habitaciones, del edificio, baños, de la puerta principal y de la del edificio.
La sala de recepción se convirtió en un espejo.
Llevaba un cuaderno con el número de cada apartamento y, por supuesto, de las llaves.
Como conocía un poco de cada cosa, plomería, electricidad, albañilería, el mantenimiento inicial, si se quiere simple, lo hacía él.
Perucho, su nombre.
Para el momento de conseguir este empleo, estaba en una edad, que sin ser viejo, era difícil que consiguiera trabajo, siendo el alcanzado, una gran oportunidad.
Había conocido a una gran persona: el dueño del edificio.
El propietario estaba cansado de los conserjes. Siempre le fallaban. No quería entregar el edificio a una empresa de condominios. Seguía aferrado a la antigua manera de actuar. Había decidido abandonar su inmueble, ya que, su último arrendatario se había ido.
Al mes cuando fue a pagarle a Perucho, quedó admirado, asombrado, por el cambio experimentado por la edificación, que dicho sea de paso, queda ubicada en una de las mejores zonas de la ciudad.
-Mire patrón quiero plantearle algo. Necesito dos días libres a la semana para ver a mi familia.
- Cuenta con eso. Y quién cuida el edificio?
- No sé.
- Traete a la familia.
- Seguro.
- Claro. Yo voy a venirme a vivir aqui con mi familia porque estoy cansado de la inseguridad que hay por mi casa.
Procedió a alquilar cada apartamento, donde imperaban el órden, limpieza. Perucho cada mes, por mandato contractual, inspeccionaba cada apartamento para ver sus condiciones.
Perucho llevaba anotado en su cuaderno los teléfonos de emergencias locales, tales como policía, bomberos, hospitales, líneas de taxis, ..., amén, el de otras empresas, tales como de plomería, electricidad, teléfonos, etc.
B.J. que trabaja en el exterior, feliz. Igual, su familia.
Perucho y los suyos, también; pero, ese bendito pero, el conserje se cansó. Envejeció. Anunció su retiro.
B.J. y Carla, su esposa, procedieron, siempre con su generosidad, a pagarle el tiempo que había trabajado. Mucho, pero mucho más, de lo que le correspondía. Lo hicieron con creces.
Todo al momento de la despedida, fue llanto. Las lágrimas inundaron al edificio Perucho. Un sábado de unos cinco años atras, buscaron un sacerdote, quien con agua bendita bautizó al edificio con el nuevo nombre. Edificio Perucho.
B.J. se fue... otra vez al exterior...
Perucho, tambien.
Ese hecho ocurrió a finales del 90 del siglo pasado.
- Vive en uno de los apartamentos. Te voy a pagar 300.000 bolívares al mes, vacaciones, comida y un bono especial, que va a depender de tu comportamiento. Le dijo el propietario del edificio, excelente y buena persona, muy generoso. Más adelante diré el por qué.
Con su escopeta recorría el inmueble todo el día. Lo limpiaba. Lo cuidaba. Podía hacerlo porque era de cinco pisos de un apartamento cada uno, una sala de recepciones, una conserjería con comodidad y el estacionamiento en el sótano.
Tal era la atención que le prestaba, el órden y la organización, que tenía un tablero, donde colocaba las llaves de todo el edificio. De closets, puertas de habitaciones, del edificio, baños, de la puerta principal y de la del edificio.
La sala de recepción se convirtió en un espejo.
Llevaba un cuaderno con el número de cada apartamento y, por supuesto, de las llaves.
Como conocía un poco de cada cosa, plomería, electricidad, albañilería, el mantenimiento inicial, si se quiere simple, lo hacía él.
Perucho, su nombre.
Para el momento de conseguir este empleo, estaba en una edad, que sin ser viejo, era difícil que consiguiera trabajo, siendo el alcanzado, una gran oportunidad.
Había conocido a una gran persona: el dueño del edificio.
El propietario estaba cansado de los conserjes. Siempre le fallaban. No quería entregar el edificio a una empresa de condominios. Seguía aferrado a la antigua manera de actuar. Había decidido abandonar su inmueble, ya que, su último arrendatario se había ido.
Al mes cuando fue a pagarle a Perucho, quedó admirado, asombrado, por el cambio experimentado por la edificación, que dicho sea de paso, queda ubicada en una de las mejores zonas de la ciudad.
-Mire patrón quiero plantearle algo. Necesito dos días libres a la semana para ver a mi familia.
- Cuenta con eso. Y quién cuida el edificio?
- No sé.
- Traete a la familia.
- Seguro.
- Claro. Yo voy a venirme a vivir aqui con mi familia porque estoy cansado de la inseguridad que hay por mi casa.
Procedió a alquilar cada apartamento, donde imperaban el órden, limpieza. Perucho cada mes, por mandato contractual, inspeccionaba cada apartamento para ver sus condiciones.
Perucho llevaba anotado en su cuaderno los teléfonos de emergencias locales, tales como policía, bomberos, hospitales, líneas de taxis, ..., amén, el de otras empresas, tales como de plomería, electricidad, teléfonos, etc.
B.J. que trabaja en el exterior, feliz. Igual, su familia.
Perucho y los suyos, también; pero, ese bendito pero, el conserje se cansó. Envejeció. Anunció su retiro.
B.J. y Carla, su esposa, procedieron, siempre con su generosidad, a pagarle el tiempo que había trabajado. Mucho, pero mucho más, de lo que le correspondía. Lo hicieron con creces.
Todo al momento de la despedida, fue llanto. Las lágrimas inundaron al edificio Perucho. Un sábado de unos cinco años atras, buscaron un sacerdote, quien con agua bendita bautizó al edificio con el nuevo nombre. Edificio Perucho.
B.J. se fue... otra vez al exterior...
Perucho, tambien.
Que difícil es encontrar Peruchos en éstos tiempos, si lo encuentras tenlo como un tesoro.
ResponderBorrarTambién patrones como B. J y su esposa.
El tiempo lo dice todo, solo hay que saber esperar, aunque se dice que el que espera desespera, todo es de paciencia mientras la dicha llega. JME
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