“El reino de los cielos está en vosotros”, conduce hacia la
paz interior y de ésta hacia la paz exterior.
Estos días que transcurren no han sido nada positivos para la
paz.
El conflicto dramático y añejo del Medio Oriente, el de
Ucrania, y por qué no decirlo, el de nosotros los venezolanos, lo demuestran.
Más allá se habla de una nueva Guerra Fría.
Son momentos que nos hacen recordar, aquellos que la
humanidad vivió, con profundo y
justificado nerviosismo, por los inicios de la década de los años sesenta,
ápice de la Guerra Fría, que llevó al
Papa Juan XXIII – hoy San Juan XXIII - a hacer un llamado a la paz, ya que se
estaba al borde de una conflagración nuclear y sus devastadores efectos.
El contenido del llamado dice así: “Con la mano en la
conciencia escuchen el grito angustioso
que desde todos los puntos de la tierra, desde los niños inocentes a los
ancianos, desde las personas a las comunidades, sale hacia el cielo: ¡Paz, paz!” (Radio Mensaje del 25 de
octubre de 1962).
Podría esgrimirse, que el antecedente o fundamento inmediato,
de la Encíclica “Pacem in Terris” está expresado en ese angustioso llamado,
dirigido a los que tenían la responsabilidad del poder; encíclica que, no hace
mucho, cumplió 50 años con actualidad digna de encomio.
El mundo ha logrado
avances en materia de paz. Actuaciones de Papas, como la de los santos Juan
XXIII y Juan Pablo II, lo prueban, al lograr abrir espacios de libertad y de
diálogo; pero, lamentablemente, sigue actual el llamado a la paz: Señor danos
la paz, Señor danos la paz, Señor danos mucha paz.
Hay dos caminos, a ejemplo de Jesucristo, para construir la
paz, que es tarea de todos. Antes de exponerlos, quiero expresar que, no sólo
es fracaso de la paz la guerra; es fracaso de líderes, de gobernantes.
Los dos caminos son: promover y practicar la justicia, con
verdad y amor; contribuir, en la medida de las posibilidades, al desarrollo
humano integral. No olvidando el origen divino del hombre y su dignidad.
No son sólo derechos civiles y políticos, que deben ser
garantizados; sino los de alimentos, agua, electricidad, casa, atención
sanitaria, insumos médicos, medicinas, educación y la posibilidad de formar y
sostener a una familia. La paz duradera, tanto nacional como internacional,
depende del cumplimiento de esos derechos, muy humanos.
Las soluciones no son dogmáticas; sino prácticas, basadas en
el diálogo, la escucha, la paciencia, el respeto del otro, la sinceridad, la
disponibilidad y revisión de la propia opinión. Así lo planteó san Juan XXIII y
tiene razón.
La crisis económica mundial del presente es síntoma grave de
la falta de respeto por el hombre… ¡Vergüenza! ha denunciado el santo Papa
Francisco el caso de las víctimas de la tragedia que resulta la inmigración… verbigracia,
el caso de los niños que emigran de Centroamérica en búsqueda del pan que sacie
su hambre; ayer cercano, las del trágico naufragio en el mar de Lampedusa.
María, Reina de la paz, intercede ante tu Hijo por la paz.
Danos la paz.
(Invito a la lectura del discurso del Papa
Francisco en un encuentro organizado por el Consejo Pontificio “Justicia y Paz”
en el 50 aniversario de la encíclica “Pacem in Terris”, del 3 de octubre de
2013).