“Quien ama el dinero no se harta de él” (Eclesiastés 5, 9)
Ser rico es malo, es una afirmación que merece ser analizada bajo el crisol del Evangelio. Para Jesús la riqueza en sí, no es mala. Malo es quien no reflexiona sobre el sentido de su vida y hace de ésta, amor al dinero y no llega a hartarse de él jamás.
Malo es quien no ama. Quien teniendo muchos bienes no comparte. Es el avaro, tacaño o miserable. Son los epulones, que no son capaces de comprender que al no compartir no hacen nada por la paz.
Un ávido de riquezas no disfruta de la vida, de una grata conversación, de un paisaje, de la belleza y se aísla, o es rechazado por los demás. Las cosas lo disfrutan a él.
Juan Crisóstomo dijo, en una de sus valientes y hoy famosas homilías, que ser rico es una esclavitud. Yo sostengo que es porque se pone el corazón en el tesoro y se olvida la perla preciosa que es la libertad interior.
Son esos ricos que, al no compartir, jamás encontrarán la verdadera felicidad que, como dice el pasodoble popular, ni se compra ni se vende. Son esos pobres ricos, o ricos pobres, que, al tropezar con una enfermedad incurable, ya nada pueden hacer y tarde se dan cuenta que de muy poco o de nada les sirvió tantos afanes por el dinero.
¿Quién es rico?
El verdaderamente rico es la persona que se enriquece en Dios, porque Él, su Hijo y el Espíritu Santo constituyen la verdadera riqueza del alma.
Quien tiene a Dios como riqueza interior no se aferra a los bienes exteriores. Hace de su vida: un monumento de desprendimiento de lo material. Rico es san Francisco de Asís que renunció a la riqueza material, por amor a Jesucristo y al prójimo. Es el rico que, como afirma Anselm Grün “podrá vivir sin miedo, disfrutará de libertad interior”. Es el que se conforma con lo necesario para vivir.
Malo es quien se hace rico con la corrupción quitándole la oportunidad a todos, principalmente a los más necesitados, de contar con una buena calidad de vida. Malo es vivir poseyendo y poseyendo cosas, a como dé lugar, incluso, comerciando con la vida de las personas, sin conformarse con Jesucristo. Eso si es malo de verdad.
Ser rico es malo, es una afirmación que merece ser analizada bajo el crisol del Evangelio. Para Jesús la riqueza en sí, no es mala. Malo es quien no reflexiona sobre el sentido de su vida y hace de ésta, amor al dinero y no llega a hartarse de él jamás.
Malo es quien no ama. Quien teniendo muchos bienes no comparte. Es el avaro, tacaño o miserable. Son los epulones, que no son capaces de comprender que al no compartir no hacen nada por la paz.
Un ávido de riquezas no disfruta de la vida, de una grata conversación, de un paisaje, de la belleza y se aísla, o es rechazado por los demás. Las cosas lo disfrutan a él.
Juan Crisóstomo dijo, en una de sus valientes y hoy famosas homilías, que ser rico es una esclavitud. Yo sostengo que es porque se pone el corazón en el tesoro y se olvida la perla preciosa que es la libertad interior.
Son esos ricos que, al no compartir, jamás encontrarán la verdadera felicidad que, como dice el pasodoble popular, ni se compra ni se vende. Son esos pobres ricos, o ricos pobres, que, al tropezar con una enfermedad incurable, ya nada pueden hacer y tarde se dan cuenta que de muy poco o de nada les sirvió tantos afanes por el dinero.
¿Quién es rico?
El verdaderamente rico es la persona que se enriquece en Dios, porque Él, su Hijo y el Espíritu Santo constituyen la verdadera riqueza del alma.
Quien tiene a Dios como riqueza interior no se aferra a los bienes exteriores. Hace de su vida: un monumento de desprendimiento de lo material. Rico es san Francisco de Asís que renunció a la riqueza material, por amor a Jesucristo y al prójimo. Es el rico que, como afirma Anselm Grün “podrá vivir sin miedo, disfrutará de libertad interior”. Es el que se conforma con lo necesario para vivir.
Malo es quien se hace rico con la corrupción quitándole la oportunidad a todos, principalmente a los más necesitados, de contar con una buena calidad de vida. Malo es vivir poseyendo y poseyendo cosas, a como dé lugar, incluso, comerciando con la vida de las personas, sin conformarse con Jesucristo. Eso si es malo de verdad.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo