La soberanía de los países viene siendo compartida desde hace muchos años. Ello ocurre al formar parte de organismos internacionales, o estar en un proceso de integración. Así tenemos, que los miembros de la Unión Europea han cedido parte de su soberanía, y sólo me estoy refiriendo a un sólo ejemplo.
Se trata de soberanía compartida. Ya hoy, ni siquiera quienes alardean de soberanía plena la tienen.
Compartir soberanía no es perder la condición de Estado. Los Estados ya no seguirán siendo igual que los llamados Estados nación.
Pienso que al compartirla, los países se fortalecen.
La apertura es insersión. Es aceptación de la globalización.
Su fortaleza la enriquecen respetando el federalismo, o la descentralización, o las autonomías regionales.
Los gobiernos deben ser inteligentes para manejar esas realidades. Hacerlo así para estar más cerca de sus gobernados. No entender esos procesos como separatismo.
En tiempos de integración las patriecitas o miniestados no tienen justificación, pero todo depende de cómo se inteligencien esas realidades de descentralización o autonomías.
La descentralización lleva a la unidad que es fuerza.
La autonomía por consiguiente.
Con alentar la descentralización o comprender las autonomías regionales, el Estado lo que hace es estrechar relaciones con sus regiones o con sus estados miembros, o con lo local o regional. Y si fortalece la soberanía individual hace que la gente
sea emprendedora, educada, alimentada y siempre ganadora.
La descentralización tiene su obligación, cual es, la transferencia de poder de abajo hacia arriba, o lo opuesto a la devolución, que es transferencia de poder de arriba hacia abajo.
Como todo proceso, al inicio implica tensiones, conflictos, porque conlleva a la recíproca desprendimiento de poder; pero han de ser superados, a través del diálogo, como lo más conveniente en el mundo inevitable de la globalización y como forma de evitar aislamientos que sólo producen miseria y pobreza.
Se trata de soberanía compartida. Ya hoy, ni siquiera quienes alardean de soberanía plena la tienen.
Compartir soberanía no es perder la condición de Estado. Los Estados ya no seguirán siendo igual que los llamados Estados nación.
Pienso que al compartirla, los países se fortalecen.
La apertura es insersión. Es aceptación de la globalización.
Su fortaleza la enriquecen respetando el federalismo, o la descentralización, o las autonomías regionales.
Los gobiernos deben ser inteligentes para manejar esas realidades. Hacerlo así para estar más cerca de sus gobernados. No entender esos procesos como separatismo.
En tiempos de integración las patriecitas o miniestados no tienen justificación, pero todo depende de cómo se inteligencien esas realidades de descentralización o autonomías.
La descentralización lleva a la unidad que es fuerza.
La autonomía por consiguiente.
Con alentar la descentralización o comprender las autonomías regionales, el Estado lo que hace es estrechar relaciones con sus regiones o con sus estados miembros, o con lo local o regional. Y si fortalece la soberanía individual hace que la gente
sea emprendedora, educada, alimentada y siempre ganadora.
La descentralización tiene su obligación, cual es, la transferencia de poder de abajo hacia arriba, o lo opuesto a la devolución, que es transferencia de poder de arriba hacia abajo.
Como todo proceso, al inicio implica tensiones, conflictos, porque conlleva a la recíproca desprendimiento de poder; pero han de ser superados, a través del diálogo, como lo más conveniente en el mundo inevitable de la globalización y como forma de evitar aislamientos que sólo producen miseria y pobreza.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo