Aceptar que la libertad de expresión es un valor absoluto y sin restricciones es ir no sólo en su contra sino que puede conducirnos ¨por un camino de violencia y destrucción¨como sostiene, Héctor Abad Faciolince en ¿ Es sagrada la libertad?, artículo publicado en El Nacional, el 12 de febrero del año que corre.
Sin duda no lo es. Ya desde sus orígenes la libertad de expresión tenía sus limitaciones. Así lo dejaron sentado pensadores como John Locke, uno de los padres del liberalismo, y sirvió de fundamento para elevarla al rango constitucional, en muchos países, empezando por la Constitución de Estados Unidos de 1791.
Esas limitaciones a ¨que por encima de todo hay que situar la seguridad y la estabilidad social¨, como afirma, Pablo Antillano, en interesante y extenso trabajo, denominado La rebelión de los medios contra la censura previa, publicado por el diario antes citado, en la fecha señalada.
Lo ideal es que ese derecho, la libertad de expresión, fuera absoluto; pero no siendolo hay que defenderlo de las intervenciones del Estado o de los gobiernos o de cualquier otro poder.
La mejor defensa es la autorregulación como afirma Abad Faciolince. Autorregulación que no es autocensura ni mucho menos censura previa.
Autorregulación que significa no entender que valores, como el de la libertad de expresión, deban imponerse como algo sagrado que no lo es, esto es, ¨si no queremos convertir el mundo en una carnicería todavía peor que la que es...¨, según Abad.
Es cosa de tolerancia que es difícil. Esta es producto de la prudencia y esta la practican los moderados, donde tratamos de ubicarnos, y que existen en todas las posiciones contrarias al fundamentalismo o fanatismo de cualquier índole.
Que no crean esos fundamentalistas que tolerancia es debilidad. Todo lo contrario. Es arte saber hasta donde puede sostenerse.
Sin duda no lo es. Ya desde sus orígenes la libertad de expresión tenía sus limitaciones. Así lo dejaron sentado pensadores como John Locke, uno de los padres del liberalismo, y sirvió de fundamento para elevarla al rango constitucional, en muchos países, empezando por la Constitución de Estados Unidos de 1791.
Esas limitaciones a ¨que por encima de todo hay que situar la seguridad y la estabilidad social¨, como afirma, Pablo Antillano, en interesante y extenso trabajo, denominado La rebelión de los medios contra la censura previa, publicado por el diario antes citado, en la fecha señalada.
Lo ideal es que ese derecho, la libertad de expresión, fuera absoluto; pero no siendolo hay que defenderlo de las intervenciones del Estado o de los gobiernos o de cualquier otro poder.
La mejor defensa es la autorregulación como afirma Abad Faciolince. Autorregulación que no es autocensura ni mucho menos censura previa.
Autorregulación que significa no entender que valores, como el de la libertad de expresión, deban imponerse como algo sagrado que no lo es, esto es, ¨si no queremos convertir el mundo en una carnicería todavía peor que la que es...¨, según Abad.
Es cosa de tolerancia que es difícil. Esta es producto de la prudencia y esta la practican los moderados, donde tratamos de ubicarnos, y que existen en todas las posiciones contrarias al fundamentalismo o fanatismo de cualquier índole.
Que no crean esos fundamentalistas que tolerancia es debilidad. Todo lo contrario. Es arte saber hasta donde puede sostenerse.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo