“…la Eucaristía es fuente y cumbre de toda vida cristiana, es
el manantial inagotable de todo auténtico compromiso cristiano por la paz”.
Difícilmente encontramos una institución que haga más por la
paz. Sus aportes son innegables. Me refiero a la Santa Iglesia Católica. Sus
oraciones y su misión van encaminadas
desde hace más de dos mil años al logro de la concordia y la paz.
Ese gran Papa, Pablo VI, hoy Beato, instituyó por los años 60
(1968) las Jornadas Mundiales por la Paz, celebraciones para el compromiso de
ayudar a construir un mundo mejor.
“El respeto y el desarrollo de la vida humana exigen la paz…
que no es sólo ausencia de guerra…” Para su logro se exige el respeto de la
dignidad de las personas y de los pueblos. Es obra de la justicia y efecto de
la caridad (Cf. CIC, 2304; Is 32, 17; GS 78, 1-2).
El “Príncipe de la Paz” es Jesucristo. El es nuestra paz (Ef
2, 14).
Nuestro Santo Papa Francisco se ha dirigido a creyentes y no
creyentes, a personas individuales y organizaciones internacionales para que
promuevan la concordia y la paz. Su Mensaje del 1 de enero de 2015, expresa, lo
que podría ser considerada una consigna y razón de lucha permanentes: Seamos
hermanos; no veamos al otro como esclavo.
El Mensaje es un llamado a tomar más en serio el problema de
las esclavitudes modernas, consecuencia de la corrupción del corazón de
personas y del flagelo, abominable, de la explotación del hombre por el hombre.
Mientras no veamos en el prójimo al hermano que es, la paz no pasa de ser una
falacia. Son millones de seres humanos en el planeta sometidos a la esclavitud
o esclavitudes modernas; trabajadores y trabajadoras oprimidas; emigrantes maltratados;
trabajo esclavo; personas obligadas a ejercer la prostitución; extracción de
órganos a seres humanos; niños convertidos en soldados de la mendicidad;
secuestros realizados por todo tipo de organizaciones criminales… Son numerosas
las maneras o formas de sometimiento a sociedades enteras por parte de quienes
detentan el poder económico o político. Nuestra sociedad no escapa a esta
dramática situación.
Si la esclavitud, como consecuencia del avance positivo de la
conciencia de la humanidad fuera abolida oficialmente en el mundo, hay que
responder a la que aún persiste con la globalización de la fraternidad, no de
la indiferencia ni de la esclavitud. Se requieren esfuerzos conjuntos y
globales por parte de los diferentes agentes que conforman la sociedad, más
allá o al unísono con congregaciones religiosas – compuestas generalmente de
mujeres – que realizan con coraje y paciencia asistencia a las víctimas de ese
flagelo; su rehabilitación psicológica y formativa y la reinserción en la
sociedad de destino u origen. La Iglesia constantemente hace un llamado a unir
esfuerzos para derrotarla.
No puede ser visto el hombre y la mujer como objeto de
comercialización. Su dignidad, su libertad, la justicia y el amor se oponen
rotundamente a eso, todo por la paz en nuestros días. Esa paz que proviene de
Jesucristo, tanto interna como externa, es lo mismo, ya que esta última es
reflejo de aquella.
La Iglesia de Maracaibo, por obra de nuestro
santo Arzobispo, Monseñor Ubaldo Santana, creó la Comisión Arquidiocesana de
Justicia y Paz que realiza esfuerzos
para ayudar a construir la paz en esta jurisdicción eclesiástica. Le pide a
Dios en nombre de la Virgen Chinita que ilumine a sus miembros a ser
constructores de paz. Bienaventurados los que construyen la paz (Mt 5, 9).
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo