lunes, 18 de marzo de 2013

La Iglesia Católica y su opción preferencial: Los pobres


“…, es la expresión de la universalidad de la Iglesia, que no conoce distinción alguna de raza y de clase, puesto que todos nosotros somos uno en Cristo”.  Benedicto XVI, el custodio de la fe.
Cuando León XIII dicta la encíclica Rerum Novarum (Finales del siglo XIX), “la teoría política dominante trataba de promover la total libertad económica con leyes adecuadas o, al contrario, con una deliberada ausencia de cualquier clase de intervención… ya se veía claramente la gravísima injusticia de la realidad social…” (CA No. 4). “El capital, con una nueva forma de propiedad, y una nueva forma de trabajo, el trabajo asalariado, caracterizado por gravosos ritmos de producción, sin la debida consideración para con el sexo, la edad o la situación familiar, y determinado únicamente por la eficiencia con vista al incremento de los beneficios” (CA No. 4).
El hoy Beato, el Papa Juan Pablo II, es el autor de lo antes expuesto, en su encíclica Centessimus Annus, publicada en homenaje a la RN, del Papa León XIII.
Se sintetiza el final del siglo XIX, afirmándose que, lo dantesco de la realidad social, donde habían niños esclavos, era la consecuencia, entre otras causas, de “la acumulación de las riquezas en manos de unos pocos y la pobreza de la inmensa mayoría” (CA).
No tengo duda en seguir a León XIII, en sostener, que “la paz se edifica sobre el fundamento de la justicia”. Es el contenido esencial de su encíclica. Y así, lo ratifica Juan Pablo II que, en mi criterio sabía el por qué de las guerras mundiales y de la instauración del comunismo, del llamado socialismo real, fundado en el marxismo. El contribuyó poderosamente a que cayera, sin un tiro, la URSS.
Hoy la realidad social, de empobrecimiento masivo a escala planetaria, está viendo el maridaje de comunismo-capitalismo, y, donde, algunas élites, “comunistas” están obscenamente enriquecidas, no importándoles un bledo que los pueblos sean sojuzgados, con el cercenamiento de la libertad, de la dignidad y de sus asociaciones. Les interesa engrosar sus beneficios o sus ganancias.
Yo soy un convencido a plenitud, que la Doctrina Social de la Iglesia, es idónea para “indicar el recto camino a la hora de dar respuesta a los desafíos del presente” y, por ello, se impone una Nueva Evangelización, o sea, el anuncio de Cristo, en aras del desarrollo humano integral. Hay que decir, siguiendo a Juan Pablo II que “no existe verdadera solución para la cuestión social fuera del Evangelio” (CA No. 6).
Hay que criticar, como lo hizo León XIII, a las ideologías sociales y económicas, socialismo y liberalismo, que hoy se dan las manos para explotar al hombre, con ilusorias promesas de un futuro mejor.
Es obvio, que, para nuestra amada Iglesia, la opción preferencial sean los pobres y a ellos dedica su constante preocupación y dedicación, no puede ser de otra manera. Así lo quiere Jesús. No pueden ser dejados solos, en indefensión, ante lobos poderosos que actúan en concordancia con aquello de que el hombre es el peor lobo del hombre.
No puede aceptar la Iglesia un sistema político-económico que no respete la libertad del hombre, de su derecho a tener una vida digna, justas ganancias, justo salario, él y su familia. El Estado ha de ser interventor para evitar desigualdades hirientes, promotor de un desarrollo humano integral, donde Estado, empresarios y trabajadores se den las manos en beneficio de todos y de la necesaria paz social.

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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo