“A mi juicio, la política separada de la religión no es más que una actividad perfectamente envilecida” (Gandhi, todos somos hermanos).
Un Político verdadero o auténtico atiende a una llamada, a una vocación, atraído “por la necesidad, fecundidad y nobleza de la acción política” (Pablo VI)
Un Político verdadero o auténtico no responde a discursos demagógicos para ganar popularidad ni simpatías, ni a halagos ni a aplausos. No se deja llevar por emociones desbordadas.
Un Político verdadero debe reunir cualidades que permitan distinguirlo del “político” farsante. Debe, por tanto, tener buena memoria para aprender de las lecciones de la historia, capacidad para vislumbrar y gobernar de cara al futuro, escuchar con atención las opiniones de los demás, respetar al que disienta de él, debe tener capacidad intelectual, de incansable actividad, circunspección, cautela, serenidad en toda circunstancia, ánimo para superar el peligro, y que sepa combinar la acción política o el fin de la obra política con el bien común.
Un Político verdadero debe tener espíritu revolucionario, pero no ser sólo un revolucionario, porque, al gobernar, le puede ocurrir que deje vacíos que, otros, inteligentes, u oportunistas, aprovechen, y se generen caos o tiranía.
El Político verdadero tiene que tener fortaleza para soportar las traiciones, debe conocer la naturaleza humana y saber que de ésta, todo se puede esperar; debe tener templanza ante el éxito y el fracaso; debe practicar la justicia con todos; y ser prudente.
Son grosso modo, características de un verdadero Político y es el caso del Político cristiano que, “cuando alcanza el punto de su perfección obra impelido por una ola (fuerza) espiritual en cuya cresta reluce el sol de la abnegación, renuncia al egoísmo en aras del bien común y hasta se entrega a la muerte por su pueblo” (Leopoldo – Eulogio Palacios)
Hablar de Político auténtico es hacerlo también con lo que es la Política que, puede ser definida como ciencia, arte, técnica, virtud y providencia. Es una actividad ceñida de principios y de valores, aunque en esto hay que precisar que es un quehacer que se realiza en el contacto humano concreto (¿pateando barrios?).
Esos principios son para el Político auténtico el norte, la brújula de sus actuaciones en contacto con la realidad. Que le lleva a tener que adecuar sus actuaciones con los “signos de los tiempos” del presente y de cara al futuro.
La Política para mi es “desbordamiento de caridad”, es decir, de amor a Dios por sobre todas las cosas y de amor al prójimo como a si mismo. Es la Política cristiana que es fruto del amor. Que es servicio al semejante, al bien común, que es mejor y más divino que el bien de los particulares.
La política cristiana es opuesta al maurrianismo, al maquiavelismo y al fascismo o totalitarismo que ve, en el Estado, la verdadera realidad del hombre. La Política cristiana no es “arte de lo posible” sino obrar humano, que es libre y, por tanto, piensa y actúa.
Sobre su naturaleza no puede haber duda que la Política no puede estar separada de la religión, de la moral y de principios y valores. Es un quehacer que busca hacer posible lo necesario para el bien común.
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Rafael Inciarte Bracho
Escritos en el Tiempo